Se ve que la nueva etapa de ABC bajo la dirección de Bieito Rubido está causando impacto. Pese a la gravísima crisis en el sector, suben las ventas, está a punto de alcanzar a El Mundo y cada vez resulta más atractivo. Pero estos éxitos no pueden pasar desapercibidos y alguno de los vicios capitales de los españoles como la envidia, el fanatismo sectario y el resentimiento se ponen en marcha motu propio o mercenario para intentar contrarrestarlos.
ABC es un medio prestigioso, veterano, liberal, necesario para España y más aún en estos tiempos en los que nuestra descomposición moral, intelectual, cultural, económica y social avanza. Tiempos en los que un periódico no puede descuidar la cultura ni la protección de la libertad, ni la españolidad, consciente que España es una realidad que, pese a quien pese, supera el aldeanismo y paletería locales, clásicos instrumentos del caciquismo y la barbarie regionalistas.
Un curioso intento de debilitarle es el que hasta ahora con más ridículo que éxito están protagonizando personajes envenenados por el resentimiento.
De ahí una campaña feroz sin apenas precedentes incluso dentro del pertinaz cainismo de la profesión contra el actual director de ABC. Al que se le acusa nada menos de vaguedades como ser emprendedor, pretender comer todos los días, defender lo mejor de su tierra natal o contra el que se propalan bulos, falsedades o noticias inventadas como la de que ¡Vocento está en su contra! En fin, por mentir que no quede y si cuela, cuela.
Rubido es un liberal español en el sentido histórico y más noble del término que llevó a su anterior periódico a la mejor etapa de toda su historia centenaria y que al cabo, fue cesado durante la longa noite de pedra del bipartito gracias a una conspiración palaciega de turbios personajillos del Opus Dei local y los pelouros del BNG. Dos instituciones anti liberales compinchadas para conspirar al alimón. El otro día un deputado del pelouro hacía de repipi niño acusica chivándose que el ABC no tragaba con lo de la normalización lingüística a la gallega.
Y es que no se puede consentir que un gallego de la sufrida clase media, hecho a sí mismo, perteneciente a la aristocracia del mérito y no esclavo de partidos o capillas, escape a la embrutecida miseria autonómica y además sea independiente, honrado, liberal, español sin complejos y triunfe fuera del territorio de la tribu intentando y hasta ahora consiguiendo reforzar la calidad de un periódico clásico e importante como ABC.