El triunfo del nacionalismo más rancio y pueblerino es en realidad el fracaso de una clase política mediocre y de una sociedad hipócrita que, como dijo Boadella, ha visto demasiadas películas de Disney
La prohibición de las corridas a partir del 1 de enero de 2012 -decidida por los votos nacionalistas y parte del PSC en el Parlament- ha condenado al cierre a la emblemática plaza, en la que tanto el sábado como el domingo se escucharon gritos de: «¡libertad, libertad!».
La abolición de los espectáculos taurinos es en primer lugar un ataque a la libertad de los ciudadanos, a los que se les niega el derecho de asistir a un espectáculo que tiene una tradición secular. Los animalistas brindaron en el exterior de la plaza por la prohibición.
Sin embargo -por respetable que sea la posición de los antitaurinos- no fue la piedad por el sufrimiento del toro lo que llevó a los nacionalistas catalanes a prohibir la fiesta. Entre otras cosas la cría de los toros de lidia sólo se justifica por las corridas.
Y es un insulto a la inteligencia defender esta abolición y blindar los llamados correbous de los pueblos catalanes, donde el toro sufre de la misma manera.
La verdadera intención de CiU, ERC y el PSC era y es erradicar de Cataluña uno de los símbolos de España, olvidando que -como ha recordado el poeta Gimferrer- los toros forman parte de la tradición cultural catalana y que Barcelona ha sido una de las capitales más importantes del espectáculo taurino en el siglo XX.
«La fiesta de la Mercé será, a partir de ahora, más cívica», ha dicho Jordi Portabella, después de liquidar varios siglos de arte con la supresión de los toros en Cataluña.
INCULTOS
Además de incultos -por esa regla de tres, la Generalitat debería prohibir la tauromaquia de Goya o censurar los vasos cretenses-, no saben lo que dicen.
Si el de ERC se hubiera tomado la molestia de consultar el Diccionario de la Real Academia, sabría que en su segunda acepción, «civismo» es el «comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública».
¿Dónde está el respeto del Govern con los aficionados al toro, o con el legado cultural que deja tras de sí la Fiesta en un coso como La Monumental, que durante 60 años fue una de las primeras plazas del mundo y donde resuenan el eco de las ovaciones a los más grandes, desde Belmonte a José Tomas, pasando por Manolete, El Viti, Bienvenida o Dominguín?
¿No es la libertad la primera norma de convivencia pública? Al menos en una democracia.
DESPOTISMO ILUSTRADO
Pero el tauricidio perpetrado en Cataluña es la constatación de que importan poco las normas democráticas en una sociedad dominada por esa nueva forma de despotismo ilustrado que es el soberanismo.
Ninguna razón -cultural, económica, ecológica ni social- asiste a quienes se empeñan en dar el descabello a una antiquísima tradición -que en Cataluña se remonta no al franquismo como cree ERC, sino a 1387, en tiempos del rey Juan I el Cazador- y a una fiesta que forma parte sustancial del acervo de un pueblo.
Ninguna razón… excepto la fijación identitaria. Porque en la puntilla a la Fiesta confluyen el ultranacionalismo y el prohibicionismo, dos cánceres de la libertad, ante los que sólo cabe luchar mediante la Iniciativa Legislativa Popular que se está promoviendo para declarar al Toro bien de Interés Cultural.
La estocada a la Fiesta discurre paralela con otros liberticidios análogos perpetrados en Cataluña, como el acoso al castellano.
LA INVASIÓN DE LA POLÍTICA
Se trata de problemas de diferente calado, pero que responden al mismo mecanismo: la entrada de la clase política como un elefante en una cacharrería en ámbitos sociales; el intento de modificar, de forma artificial, las costumbres del pueblo.
- ¿Puede un Parlamento legislar sobre la Fiesta o el arte?
- ¿Puede un Gobierno ir contra el sentir de la ciudadanía, a decretazo limpio, o coartar la libertad, a golpe de sanciones por rotular en castellano?
- ¿Es democrática una policía lingüística…?
- ¿No evoca, más bien, el perfume intervencionista de tiempos pasados?
La lengua sirve, por definición, para tender puentes, comunicarse, crear… Pero deviene en Babel cuando los políticos tratan de instrumentalizarla para sus fines. No se puede violentar el curso natural de las cosas, imponiéndola por decreto.
El impetuoso auge del castellano en Norteamérica no obedece a políticas de diseño, sino que es fruto de una expansión demográfica, natural.
IN VITRO
Nada que ver con el experimento in vitro del Gobierno catalán, que desafía al Supremo y confunde la cooficialidad con el submarinismo, al convertir la normalización en inmersión, creando así ciudadanos de segunda.
En este contexto, la supresión de las corridas no es una anécdota, sino una categoría. Es una excusa más para la confrontación.
Un arrogante órdago de quienes suprimen la Fiesta, alegando argumentos propios de la sociedad protectora de animales, pero permiten los correbous. Verde y con asas.
OPCIONES
Desde que el Parlament dio luz verde a lo que es una auténtica aberración, el mundo taurino ha intentado encontrar las vías legales para poder anular la prohibición. Incluso desde el nacionalismo catalán se han alzado voces que consideran excesiva la prohibición.
Sin embargo, los promotores de la iniciativa no han querido rectificar. Entre los aficionados que abarrotaron la Monumental había numerosos dirigentes del PP y una ex ministra del PSOE, Carmen Calvo, quien advirtió que «no será la última tarde de toros en Cataluña» porque el PP recurrió la decisión ante el Constitucional.
En su opinión, y en la de muchos otros juristas, la Generalitat se ha extralimitado en una competencia que el Estado le cedió, pero para que regulara los espectáculos taurinos, no para que los prohibiera.
Sin embargo, no es probable que el Constitucional resuelva el recurso antes de un par de años, por lo que sólo queda un camino para anular la abolición antes de que la Monumental desaparezca, y es que el Gobierno que salga de las elecciones del 20-N proponga al Congreso la declaración de bien cultural para los toros, lo que situaría a la ley catalana en una inconstitucionalidad sobrevenida.
Incluso el Gobierno francés ha aprobado este reconocimiento para la tauromaquia. Por tanto, un hipotético Gobierno del PP estaría política y moralmente obligado a aprobar una iniciativa que a lo mejor permite a la Monumental seguir abierta.