Wert ha destruido de un plumazo el principio fundamental del derecho a la ignorancia... ¡Intolerable!
Andaban Adán y Eva retozando despreocupados por el Paraíso cuando fueron asaltados por el ministro Wert que, con aviesas intenciones, les mostró una gran manzana -símbolo del poder del capital- y les animó a probar.
Les animó a probar y no a aprobar, como cabría esperar de todo buen ministro de Educación. Los incautos inquilinos del Edén fueron engañados y así surgió el becado original.
Como subraya Javier Quero en ‘La Gaceta’ que, partir de ese momento, todo empeoró.
Los seres humanos se vieron obligados a ganarse el pan con el sudor de su frente, hasta la aparición del primer líder sindical, que desarrolló la habilidad de hacer lo mismo, pero con el sudor del de enfrente.
El Paraíso ya nunca fue igual. Sánchez Gordillo lo ocupó varias veces al grito de «el Cielo para el que lo trabaja» y sucesivos gobiernos municipales intentaron recalificarlo.
El caso es que, desde el principio de los días hasta la actualidad, Wert es responsable de todos los males que han castigado a la Humanidad.
Él provocó el incendio de la biblioteca de Alejandría, él hundió la Atlántida y él causó la erupción del volcán Krakatoa.
Por eso lo fichó Rajoy. Disponer de alguien sobre el que el resto de los mortales puede descargar todas sus críticas, reivindicaciones, frustraciones y maldiciones resulta muy práctico para cualquier Gobierno.
La última agresión de Wert contra el ser humano ha consistido en lanzar la idea de que una beca debe ser un premio al esfuerzo.
¿Cabe mayor atentado contra la dignidad de las personas? ¿A quién puede ocurrírsele semejante perversión?
Wert ha destruido de un plumazo el principio fundamental del derecho a la ignorancia. Intolerable.
Con su ocurrencia descabellada, en apenas unos minutos, se ha cargado ese gran logro de la socialdemocracia que permitía a los alumnos pasar de curso con cinco suspensos.
Se empieza así y se acaba exigiendo a los estudiantes que estudien, incluso que tengan que someterse a la humillación de aprobar un examen para ser calificados. Inadmisible.
Tal afrenta sólo es comparable a la siniestra iniciativa que procura que los españoles residentes en Cataluña puedan aprender en español. Inconcebible.
Afortunadamente, el perverso Wert no se saldrá con la suya. Si cree que pertenecer a un Gobierno que ha obtenido uno de los mayores respaldos electorales de la democracia le otorga legitimidad moral para hacer propuestas legislativas está muy equivocado.
Hay cosas que una democracia no puede permitir, y que gobierne la derecha es una de ellas. De nada le ha servido que la OCDE haya respaldado su ocurrencia de exigir una nota mínima a los estudiantes que opten a una beca.
La OCDE, como todo el mundo sabe, es una organización de extrema derecha cuyo único objetivo es impedir que los hijos de los trabajadores puedan prosperar en la sociedad.
Ya se ha anunciado que el ministro reculará y recalculará la medida. No obstante habrá que seguir vigilantes, pues el maligno Wert no cejará en su empeño de romper uno de los fundamentos irrenunciables de la convivencia sostenible: Las becas son para los que menos tienen, aunque lo que menos tengan sean ganas de estudiar.
Pretender ayudar económicamente a los jóvenes con menos recursos que han obtenido mejores resultados académicos como resultado de su esfuerzo equivale a subvertir los valores que conforman el progreso de la ciudadanía.
Frente a los becados capitales, que, como su propio nombre indica, representan lo peor del capitalismo, hay que reivindicar el becado original.
Ya está bien de tanto nefando intento de premiar el talento, incentivar el trabajo y reconocer el mérito.
¡Lo que hay que Wert!