Juan Antonio Cordero Alonso

Rufián y rufianada

Rufián y rufianada
Juan Antonio Cordero. PD

Desde finales del SXV que aparece en los textos literarios de nuestra lengua hasta nuestros días, la palabra rufián ha tenido un largo recorrido. Los textos, como fotos fijas de nuestro pasado, dejan constancia de formas de vida reflejadas en arquetipos literarios, en personajes típicos, que eran espejos de realidades sociales típicas.
La vida del hampa es una gran protagonista literaria de los siglos XVI y XVII, y los grandes autores y las grandes obras dejan constancia de la misma. Miseria, hambre, engaños, ocurrencias, picaresca, deshonor… se abren paso a través de novelas, entremeses, comedias o dramas.

Pero las realidades sociales han ido cambiando y también los matices de los personajes que nos las cuentan. Y también los significados de idénticos nombres que vamos usando para denominar distintas realidades.

Uno de estos conceptos es rufián.
Intentaré dar una visión sobre las características del personaje a través de algunos autores de peso. No muchos, pero si significativos. También las relaciones o anclajes del concepto con el mundo clásico-romano.

De ahí pasaremos a ver como se deposita todo este magma literario en definiciones, diccionarios, sinónimos, antónimos y de frecuencia de uso, así como señalar cuales son los aspectos o significados enfatizados o perdidos.

A continuación propondré una aportación de posibles nuevos significados de la palabra Rufián a la luz de los nuevos contenidos sociales que pudieran ser útiles para actualizarlos y evitar que mueran de antiguos por caer en total desuso.
Por último presentaré ante el DEL la aceptación de un nuevo vocablo que pudiera enriquecer nuestro lexicón, amplio, pero también ampliable.

1.- El Rufián en nuestra Literatura.
El rufián es un estereotipo de la literatura española, que aparece en el SXVI y culmina en el Siglo de Oro. Algunas obras de Cervantes, las jácaras de Quevedo y varios entremeses de Calderón dan muestra del personaje.

En La Tragicomedia de Calixto y Melibea (1499), Fernando de Rojas muestra un posible precedente literario del rufián. Se trata de Centurio, un soldado fanfarrón y charlatán que está enamorado de Areúsa. Ésta junto con Elicia (prostitutas utilizadas por la Celestina) le encargan que mate a Calisto. Centurio se compromete a ello por amor a Areúsa pero luego no se atreve y paga a otros para que lo asusten. Así se entronca nuestro rufián con la novela humorística latina y el Miles Gloriosus de Plauto (S.III/II a.C.) y donde Pirgopolínices (Miles Glosiosus o el Soldado fanfarrón) es ridiculizado por hombres, mujeres, viejos, esclavos y niños.

A finales del S XV, y junto con los personajes de la Celestina, aparecen los primeros textos cortos de carácter religioso y de crónica, con composiciones líricas protagonizadas por rufianes y prostitutas. Rodrigo de Reinosa (Reinosa, Cantabria; c. 1450 – c. 1530) establece un modelo de relación entre rufianes y prostitutas que se consolidará en el SXVI: la prostituta pide al rufián protección… y el rufián contesta fanfarroneando y amenazando al adversario…

El fanfarroneo y la amenaza del rufián son calculados. Es decir, el alardeo de heroísmo ante las protegidas (putas), suele combinarse sabiamente con la suficiente distancia del amenazado por si hay que poner los pies en polvorosa… Cuando la escapatoria del enemigo es imposible, el rufián confiesa su miedo y cobardía… mientras pide clemencia.

Y esta es una constante de los rufianes, tan carentes de honor como cobardes. Veamos algunos ejemplos que reflejan su comportamiento típico:

A.- El rufián cobarde (Lope de Rueda, 1510; Sevilla – 1566; Córdoba ).
Sigüenza, mentiroso y cobarde, está enamorado de Sebastiana, a la que cuenta sus aventuras exageradas y las disputas con Estepa, otro rufián como él.
Ante la pregunta de Sebastiana de por qué está desorejado, le cuenta que el mismo se arrancó las orejas para que, siete soldados mandados por un coronel por él ultrajado, no pudieran cogerlo de ellas en la refriega y retenerlo. Como esto le debía de parecer aún poco heroico, continúa describiendo como le lanza una de sus propias orejas a uno de los soldados, dándole en la boca y destrozándole toda la dentadura.
Sebastiana, le confiesa no querer imaginar lo que hubiera ocurrido si lo que hubiera tenido a mano hubiera sido una piedra…, aunque… se va, finalmente, con el otro.

B.- El Entremés del ahorcado (Fernán González de Eslava, 1610), que junto con otras obras suyas se publicó bajo el nombre de Coloquios espirituales y sacramentales y poesías sagradas.

Un rufián es agredido por otro que le da un bofetón y huye corriendo. El agredido decide buscarle y vengarse. Cuando el agresor lo ve venir, finge haber sido ahorcado por un tercero para librarse de la venganza. El agredido quisiera revivirle para exigirle pedir perdón y volverlo a matar. El tercero le hace desistir de coserlo a estocadas apelando al honor de no ensangrentar su espada con un ahorcado. Cuando el agredido se va, el agresor se desata y parodia el discurso del agredido enfatizando lo que hubiera hecho con él… de no haber estado muerto y ahorcado… como estaba.

D.- En El Rufián viudo. Trampagos (trampa hago, es decir, tramposo) enviuda a la muerte de su pericona. Al funeral, muy concurrido, acuden la Repulida y la Pizpita, compañeras de la difunta. Ambas quieren que el viudo elija a una de ellas como su nueva pericona. Trampagos elige a la Repulida, lo que genera envidia en Pizpita. Finalmente entra en escena Escarramán que adoraba a la pericona y cuenta todas las aventuras con ella. Los músicos tocan aquello de «Ya salió de las gurapas (galeras, penas de delitos denigrantes o de reincidencia) el valiente Escarramán» y finaliza la obra.

Escarramán es el nombre propio de un personaje del hampa sevillana, que a partir de 1588 da nombre a un baile, el escarramán, versión lasciva (y prohibida) de la zarabanda. Sobre la figura del personaje real se sabe muy poco. El escarramán es tramposo, pendenciero y amoral como el rufián pero no es cobarde, sino valiente y viril.

Pícaro. Tampoco aparece en la literatura el concepto pícaro como sinónimo de rufián. El pícaro, o persona con picardía (astucia o habilidad en la que hay que tener cierta malicia) es, digamos, poseedor de una maldad más asumible, más tolerable, de una maldad más juvenil y circunstancial y por tanto, menos mala. Tampoco conlleva aparejado el concepto de chulo o proxeneta.

2.- Rufián: etimología, definición y frecuencia de uso.
Etimología.

Quizá del italiano. ruffiano, y éste del latín. rufus ‘pelirrojo’, ‘rubio’, por alusión. A la costumbre de las meretrices romanas de adornarse con pelucas rubias.
Significado.

1. m. y f. Persona sin honor, perversa, despreciable. (DRAE)
2. m. Hombre dedicado al tráfico de la prostitución. (DRAE)
3. m. Hombre despreciable que vive de engaños y estafas © 2005 Espasa Calpe.

Sinónimos.
Bellaco, granuja, estafador, pícaro, pillo, sinvergüenza, truhán, bribón, canalla, mantenido, garitero, chulo, alcahuete, gorrón, aprovechado, lenón.

Otros Sinónimos:
Bandido, baratero, bergante, birlesco, facineroso, miserable, sabandija
(Diccionario de sinónimos y antónimos © 2005 Espasa-Calpe)

 

3.- El breve vistazo del concepto rufián a través de nuestra literatura abarca los siglos XVI y XVII, es decir, Renacimiento y Siglo de Oro.

La Real Academia de la Lengua Española fue fundada en el año 1713, inspirada en la Academy Francaise creada por Richelieu, casi 100 años antes, exactamente en 1635.
El primer Diccionario de Autoridades de España fue elaborado entre 1726 y 1739, y basándose en éste, aparecería en 1780 el Primer Diccionario de la Lengua Española, ya sin citas de autores.

Es decir desde el final de nuestra breve revisión (finales del S.XVII) y el Primer Diccionario pasan cerca de 100 años. Después de éste, han aparecido otras 23 versiones con sus respectivas actualizaciones. La última de ellas, la 23 ava, en el año 2014. En ella podemos ver cómo quedan refundidos y resumidos todos los conceptos que aparecen en la literatura de los mencionados 2 siglos. (punto 2). El Diccionario mantiene para Rufián los significados de persona (es posible que persona sustituya a hombre en base a los protocolos de corrección política del momento actual) sin honor. También hombre dedicado al tráfico de la prostitución, y hombre que vive de engaños y estafas.

Cuando un arquetipo literario como rufián, o don juan, trata de ser metido en una definición de diccionario o en un listado de sinónimos, se produce forzosamente una pérdida de matices perfectamente comprensible, y aunque es necesaria desde el punto de vista normativo de la lengua, peca de insuficiente reflejo de lo que significó y … aún significa.

Se han caído algunos significados importantes respecto del original que vamos a ir intentando mostrar:

a.- La cobardía. No se cita en el DRAE pero es una constante en la literatura. Dicha cobardía es muy patente en la exageración, ostentación, osadía, chulería e incluso desprecio delante de quién ningún daño le puede causar y repliegue cobarde y miedoso frente a quién que se siente inferior. Ser muy fuerte con los débiles y muy débil, servil y compungido con los fuertes.

b.- El ridículo suele merodear por todos los escenarios rufianescos. Antes o después aparece la situación cómica que genera el rufián en base a su propia torpeza, su desmedido ego, su avaricia y/o codicia. La hilaridad suele ser provocada por los sujetos a los que iba dedicada la trampa o el engaño, lo que hace patética la situación del rufián, zaherido con saña por los anteriormente por él vejados, humillados y engañados. Cuando no es el ridículo el final del rufián, lo es la cárcel. Alguna vez, aparece el arrepentimiento, seguramente más por el interés moralizante del autor que por características intrínsecas del personaje. Ejemplo de esto último es El rufián dichoso, de Cervantes.

c.- Amoralidad. Comentan los diccionarios la ausencia de honor del rufián (entendemos en sentido medieval). Omiten sin embargo la ausencia de cualquier tipo de moralidad y de principios más allá del beneficio inmediato, primario, instintivo y alejado de cualquier proyecto futuro. Suelen dar las mismas respuestas aunque las preguntas y situaciones sean distintas evitando, por incapacidad, cualquier argumentación contextual o más allá de la mera supervivencia.

d.- Inadaptación social. La inteligencia social limitada, o incapacidad de hacerse un hueco social por los métodos convencionales, les lleva al pequeño delito: timos, robos, amenazas, chantajes, quebranto de la ley, engaños, estafas, mentiras… para conseguir los bienes materiales perseguidos. Todo ello no suele sacarles de la marginalidad de la que provenían y de la que no lograrán salir.

e.- Aprendizaje y grado. Parece ser que existen grados dentro del «oficio» de rufián. El jefe de rufianes (rufián de rufianes), con no poca pericia, va enseñando el oficio a los más jóvenes o de más bajo nivel, que comienzan la carrera con bravuconadas en la toma de alternativa, a modo de currículo por adelantado. El Patio de Monipodio es buen ejemplo de Escuela del oficio. Existen clases, pues, dentro de los rufianes. Los de primera, ocultos en el palco, los de segunda, provocando, expuestos al respetable y dando espectáculo.

f.- Juventud. La juventud ha de limitarse a los rufianes aprendices o de segunda clase. Queda la veteranía reservada a los de más oficio, también los más inteligentes o los que se han cubierto mejor las espaldas. En la primera línea, en el cuerpo a cuerpo, está la infantería, que viene de infante (del latín infantis, «el que no habla», menor de 5 años…), es decir, carne de cañón. Sólo los que van logrando salir sanos de estas cornadas… logran hacer carrera.

Estos son algunos rasgos que considero importantes y definitorios en el concepto de Rufian. Seguro que existen otros muchos matices del personaje, ocultos e invisibles a mis ojos, o enterrados en textos viejos a los que no he tenido acceso. Confío que cobardía, ridículo, amoralidad, inadaptación, gradación o cuantificación del grado, y juventud, hayan sido una buena elección de los rasgos más relevantes del rufián que nuestra literatura del Renacimiento y Barroco han recreado tan dignamente.

4.- Consideraciones y propuestas.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua muestra tan sólo dos acepciones al concepto objeto de estudio, que son las siguientes:
1. m. y f. Persona sin honor, perversa, despreciable. 2. m. Hombre dedicado al tráfico de la prostitución.

Sinceramente pienso que la carga semántica que el vocablo ha tenido en el pasado, es muy superior a la que le otorga el DEL.

Es posible que en el futuro, y hasta probable, merced a la labor de altavoz que brindan algunas de sus señorías desde ese escaparate que es nuestra Cámara Baja de las Cortes Generales, cobren vida significados tales como alcahuete, bellaco, bufón, cateto, chulo, descortés, deslenguado, estafador, farsante, felón, granuja, golfo, hipócrita, insolente, impostor, jeta, lenguaraz, mantenido, morralla, necio, ominoso, pillo, quejoso, romo, rudo, sabandija, truhán, valentón, ufano, zafio, zascandil, zote…
Podríamos añadir otras acepciones como chulo, macarra, maleducado, zafio, sobrado, ignorante, corto de luces, provocador, mamporrero, desagradecido, ruin, vil, tonto útil o inútil, palanganero, chico de los recados, paleto, palurdo,… etc, pero éstas no serían propiamente heredadas de nuestra rufianesca literaria, sino de la otra, de la actual, la votada, la democrática, la parásita, la que vive sobre las excrecencias del sistema y que las necesita y las vocifera. No sabemos muy bien si esta amplificación tiene el objeto de criticar errores y reducirlos o bien ampliarlos para que no se desvanezcan y puedan pasar desapercibidos, ya que constituyen su punto de arranque, su esencia, su motor y su cuanto peor para todos, mejor para ellos.

Pretendemos en primer lugar que Rufián no desaparezca del léxico actual, y en segundo que vuelva a gozar de buena parte de los significados tan vivos como expresivos que tuvo en el pasado. Tal vez vuelva a ser útil y necesario tener a mano este bagaje semántico para ayudarnos a explicar con más precisión realidades nuevas, para asociar nuevos contenidos a palabras usuales o nuevas acepciones a vocablos y conceptos que van cambiando de significado.

Es más. Dado que los tenemos (los rufianes), los vemos, los oímos, los padecemos y los pagamos… por qué habríamos de contentarnos con reducir su campo semántico como si estuvieran en vías de extinción. Están vivos, son muchos, son gritones y chavacanos y por eso parecen ser más aún. Es un concepto en expansión, parece, y merecen, entre otros, los significados que les dieron nuestros clásicos. Son los rufianes de una nueva hampa, la del S XXI. Las nuevas acepciones del Diccionario deben de estar a la altura de los nuevos registros del personaje. Es una deuda de la Lengua con el prototipo.

Por último, y al rebufo del asombro sufrido en Italia con la existencia de Matteo, el niño ¿prodigio? de 8 años que llamó a una flor con muchos pétalos, «petalosa», y consciente de que la ausencia de verdaderas noticias puede convertir en noticia cualquier ocurrencia… si es debidamente informada, propongo al Diccionario Español de la Lengua, desde este escrito, y con la debida solemnidad que el caso requiere, la introducción de una nuevo término o palabra.

La nueva palabra sería Rufianada.
¿Cómo sería definida? Como la acción llevada a cabo por un rufián o rufiana… en el Consistorio de la ciudad de Barcelona… O de Madrid, aunque en este caso nuestra palabra no rime en consonante con la edil capitalina. Ciertamente, esta solicitud al DEL solo tendrá valor hasta las próximas elecciones municipales… de momento.

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