Es público y notorio que la lideresa de Podemos, Irene Montero, no hace honor al significado heleno de su dulce nombre.
El griego Eirene nombra a «la que trae la paz», siendo portadora de serenidad, sosiego, tranquilidad; la que apetece y ama lo tangible para conseguir equilibrio, seguridad, estabilidad.
Sin embargo, el apellido Montero, feminizado, le sienta bien a Irene. Se dice que alguien «se pone el mundo por montera» cuando toma decisiones sin tener en cuenta las opciones y opiniones de los demás que le acompañan en una empresa.
Lo que conlleva riesgo y aventura cuando el sujeto se desentiende de las consecuencias y criticas consiguientes.
Cuando la podemita, en la Cámara Baja del Parlamento hizo uso del término impropio «portavoza» para referirse a sí misma como representante parlamentaria de Unidos-Podemos, fue contestada por el Ministro de Educación, Iñigo Méndez Vigo, que aconsejó a la psicóloga, masterizada en Educación inclusiva, que debería «leer más sobre feminismo y sobre igualdad», a lo que ella contestó, también con lenguaje feminizante:
«Quizás el Ministro de Educación debería toma ejemplo de «Unidas- Podemos», y del conjunto del movimiento feminista… y no de una sociedad que invisibiliza a las mujeres».
Olvidaba Irene que otra mujer, ilustre académica de la Real Academia Española, ya le había advertido, por otra utilización degenerada del género gramatical, que, en tal caso, -le decía- «el masculino ya incluye al femenino».
Lo cual se repite en la palabra «portavoz», cuyo género es inclusivo del masculino y del femenino.
Pero la activista de izquierda radical entiende que «avanzar en la igualdad» permite ese uso, obsesivo y mostrenco, del lenguaje, confundiendo la inclusión semántica con la inclusión social y educacional, que ella mal estudió.
«A veces -afirma Montero- desdoblando el lenguaje, aunque no parezca correcto, se puede avanzar en la igualdad»…
«Aunque suene extraño, hagamos un esfuerzo por desdoblar el lenguaje o usar términos de forma inclusiva», añadía la imprudente politicastra.
La «doblez» de Irene no acaba en intenciones dobladas o desdobladas. Ella avanza revolucionariamente y busca la sustitución política del «macho opresor», al que intenta doblegar e imponerle su poderío, «tomándose por montera», de momento, la paridad representativa en la vida social y política.
Pero, en lontananza, se le adivina un feminismo bolchevique, dominante y excluyente del «otro» género, imponiendo el «nosotras».
Se vió como obra suya la presentación escenificada de los líderes destacados de Podemos (Iglesias, Errejón y Espinar) bajo el lema de fondo «NOSOTRAS», en el anuncio reciente de la Candidatura de Podemos a la Comunidad de Madrid. En la estampa se mascaba, subrepticiamente, el rechazo de «nosotras las mujeres de Unidas-Podemos» al machismo prevalente del partido.
Y la indudable promotora de ese «anuncio doblado», «metiéndosela doblada», no era otra -se dice- que la Irene Montero.
La lideresa «portavoza», también secretaria de Coordinación de Áreas de Podemos, invitada este último viernes a los «Desayunos de TVE», presentóse con chaqueta negra, reivindicando con la negritud la solidaridad con la «protesta de los trabajadores de Televisión Española», y acabada su perorata política, y tras el saludo del presentador, que estaba acompañado de tres hombres y una mujer tertulianos, al despedirse Sergio Martín con el saludo de: «Gracias, Irene», ella respondió, con poderío: «A VOSOTRAS». Y no se trastabillaba, la muy trasta.
*José Luis Suárez Rodríguez es Doctor en Ciencias de la Educación. Analista Político. Asesor. Director de www.masespaña.es