Manuel Morillo Miranda: «El plan»

Manuel Morillo Miranda: "El plan"

Va ya para más de 30 años que se instauró cierto sistema educativo que vino para quedarse, pero no para arreglar nada como se ha demostrado a la larga: la LOGSE. Si al principio se trataba de una pequeña remodelación del sistema educativo, seis años después empezó la quimera que ha llevado a la situación actual que estamos padeciendo, en España en general y en Cataluña en particular, y que nos tiene, por así decirlo, rabiosos y hartos. Si preguntamos a la gran parte de la comunidad educativa sobre la inutilidad de la E.S.O, observaremos que el hartazgo es ya de dimensiones mayúsculas, nos intentan tomar por bobos pero van a toparse con un gran muro porque no aguantamos más este dislate o sinsentido.

LOGSE, y sus secuaces consecuentes variantes, no han hecho más que prorrogar y enquistar un problema que ahora mismo tiene difícil solución, nadie quiere dar marcha atrás después de 30 años pero no es de recibo que los institutos se hayan convertido en guarderías por culpa de la desatención y la ineptitud de los políticos, que buscan incesantemente la privatización que lleva a la privación, la privación del alumnado para conseguir la excelencia. Cada vez que escucho los términos «currículum» y «competencias» me echo a temblar porque están provocando que formemos a personas mediocres que no se podrán defender en el mundo real en el futuro si se les da todo mascado, esa cultura del «estómago agradecido» que algunos no sufrimos en nuestra época al no estar contaminados por un continuo e infumable reguero de leyes que atentan contra la educación en vez de sostenerla.

Por esta razón, y por otras de diferente calado, el profesorado catalán (ignoro si sucede ídem en otras CCAA) en pleno se ha visto abocado esta semana a realizar diversos días de huelga y manifestaciones, que al final perjudican al alumnado en general… y al último curso del bachillerato sobre todo por la cercanía de la denostada selectividad. Como profesional de la educación suscribo las razones de dicho paro, por mi espíritu crítico no la realizo porque mi creencia en los sindicatos es nula, al menos por el momento y hasta que demuestren su validez. Tal vez si se autofinanciaran y no se lucraran de los presupuestos generales del Estado, otro gallo cantaría y no serían veletas de doble cara que actúan a merced de los políticos y que sólo ponen el grito en el cielo cuando las quejas son utilitaristas y les afectan de pleno.

Respecto a la otra parte, la parte contratante como diría Groucho Marx, podemos decir que mucho afán de negociar no tiene, la verdad sea dicha, más bien de imponer su voluntad y arrasar con todo lo obtenido cual caballo de Atila. Hace ya un quinquenio empezaron a oírse cantos de sirena sobre los futuros planes de los diferentes «Consellers d’Educació», mal educación sería un término más acorde con estos personajes de los que no merece la pena ni mentar su nombre y apellidos, más bien ignorarlos y verlos pasar como el agua fluye por un cauce. Para empezar: ¿Cómo es posible que el desempeño de este cargo no sea llevado a cabo por un profesional de la educación que nos entienda y apoye?

Partiendo de esta premisa no es de extrañar que el actual «Conseller» sea un experto en marketing y que sólo vea números en vez de personas, lo cual muestra el sectarismo y la mala praxis política. Se dan cuenta pero no aceptan que están jugando con el destino de miles de personas, tanto docentes como alumnado. Como también saben que están ahí gracias a la voluntad de los votantes, ahora mismo arrepentidos en parte, y que no pueden hacer lo que les venga en gana. Si se le da la vuelta a la tortilla, nos podemos hacer eco de cierto comentario del listo, o tonto, de turno, que decía que el profesorado y el funcionariado en su totalidad, deberían obtener sus emolumentos por objetivos, esto lo dijo el presidente de una gran multinacional, del sector textil para más señas.

Esto ya demostraba la afinidad entre empresarios y políticos, y también que su utopía intentaba acceder a un coto privado como el nuestro. Tal vez debería ser al revés y son los políticos los que deberían rendir cuentas ante la sociedad y no buscar su interés antes que el del prójimo, así que si se demuestra que un cargo relevante ha cometido un error de bulto se le da puerta y a otra cosa mariposa. Se echarían a temblar ante la tesitura de ser examinados continuamente y que si no actuaran bien perderían su sueldo, y eso exactamente es lo que intentan con nosotros, que funcionemos como empresas y no como educadores, cosa que no vamos a consentir por supuesto.

Así que empezaron su limpieza con las «escuelas de adultos» y los institutos que ofertan «bachillerato nocturno», obligando a ambas modalidades a reformularse y a buscar clientes hasta debajo de las piedras mediante las redes sociales y el boca a boca, competencia suma claro está. Que no sabemos ya si hablamos de educación o de épocas pretéritas de haber sido promotores de discoteca o incluso de ir a puerta fría como un comercial, tal cual. Pero quién avisa no es traidor, y los demás docentes pensaban que esa guerra no era suya y que les quedaba muy lejos en el horizonte, nada más lejos de la realidad porque el plan iba más allá, hasta atacar la mismas líneas de flotación educativa; un caso es el decreto de plantillas, por el cual la dirección de un centro puede decidir, o no, con qué profesionales contar, por entrevista o reclamación, sin tener en cuenta muchas veces su idoneidad y sí la afinidad con el equipo directivo.

Hasta que se ha dicho hasta, la gente se cansa de que piensen que son marionetas al servicio de gerifaltes o mandamases que en verdad no sirven para mandar porque tienen cero idea del ámbito que deben dirigir, son robots de la política mal entendida y mal ejecutada. Respecto a nuestras demandas como personal educativo, se podrían reducir a una sola: queremos trabajar sin sobrecarga de horarios, de alumnos, y de burocracia que no nos permite desempeñar nuestra función como desearíamos. En concreto lo que se pide es: que las «ratios» o número de alumnado por clase disminuya (en cierto modo seguimos como hace 30 años), que desaparezca el decreto de plantillas, que se reduzca en el horario el tiempo que realizamos de más y para ello se contrate a más personal, que recuperemos parte del salario que nos congelaron tiempo atrás en plena crisis, que la clase política reconozca que durante la pandemia no se han tomado las mejores decisiones posibles, pero sobre todo que den marcha atrás en el asunto del nuevo currículum y calendario.

La cuestión del currículum trae miga porque hace perder peso, por ejemplo, a la filosofía en pos de la religión. ¿No se supone que los centros educativos son laicos? Pues no, supongo que en parte para contentar, como decía Stuart Mill, a la masa de inmigración que en según qué centros forma casi la mitad del alumnado. Pienso que la cultura religiosa es cosa de iglesias y mezquitas, y soy creyente que conste, pero no acepto la hipocresía de lo políticamente correcto o incorrecto. Además, filosofía pondera en selectividad y se trata de ser práctico. Por otro lado, el nuevo currículum deja entrever que puede existir una externalización educativa en el futuro, dicho de otro modo, aparecen por arte de birlibirloque unos módulos que, como sucedió en las escuelas de adultos, provocan que si los docentes se niegan a impartirlas por miedo y falta de preparación, vendrán empresas sin nexo educativo alguno a realizarlas.

Por último, y no por ello menos importante, está la cuestión del calendario, que esconde detrás de una somera búsqueda de la conciliación familia-escuela alguna oscura razón de ser. Eso provocaría la irremisible desaparición de bachilleratos nocturnos si se hace horario partido, sin tener en cuenta que el alumnado estaría más disperso y desconcentrado después de la hora de la comida. Daría lugar a un gran dispendio económico porque se debería ofrecer servicios de catering en los centros o buscar algún espacio que hiciera funciones de comedor. El Departament nos pone el anzuelo para ver si picamos, diciendo que en junio estarían todas las plantillas cerradas, que ningún docente haría menos de media jornada, etc.; no se lo creen ni hartos de vino. Lo que es meridiano, claro y distinto cartesiano, es que el adelanto del calendario es sinónimo de hacer las cosas deprisa y mal. La semana y poco que se suele tener antes del inicio de curso se usa sobre todo para reuniones y solucionar problemas en los departamentos en los que ha habido cambios de personal; porque la preparación de clases se hace en verano, no se puede esperar a última hora nunca en ese aspecto.

Muchas pretensiones tenemos, a ver hasta dónde llegamos y qué conseguimos. Desde luego luchar, lucharemos.

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