Manuel Morillo Miranda: «¿Superliga o infra-liga?»

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Por lo que se puede observar estos días, el «trending topic» o tema del momento ha sido y será la creación de la nueva Superliga de fútbol. Como aficionado al fútbol, para más señas madridista pero no por eso cegado por el escudo, creo que aunque ahora el presidente madridista sea objeto de chanza por el momento, tiempo al tiempo y lo que se ha quedado en agua de borrajas se acabará llevando a cabo. Puede ser que el mayor detonante de esta crisis en las altas esferas futbolísticas haya sido la imperante pandemia, pero no es la única razón.

Corrían los años 90 cuando cierto jugador apellidado Bosman cambiaría el futuro del fútbol sin saberlo cuando pidió jugar en otro país de la Unión Europea, en concreto quiso cambiar los aires belgas por franceses, pero sus deseos no fueron concedidos. Ante tal situación, puso su caso en jurisprudencia, denunciando a la federación belga y a la UEFA, y en 1995 se le dio la razón basándose en la libre circulación de trabajadores por todos los estados constituyentes de la Unión Europea. A partir de entonces, el balompié no volvió a ser lo que era.

En los años posteriores no se notó en demasía la multitud de acontecimientos que conllevaría dicho caso Bosman, incluso la final de la Champions League de 1995 jugada entre el Ajax de Amsterdam y el Milán fue una muestra del poderío de las canteras: en el equipo titular holandés solo había tres extranjeros (uno comunitario y dos no), y en el italiano solo un foráneo (Boban). Sucedió algo parecido en las finales de 1996 y 1997, pero la revolución llegó en 1998, en la final disputada entre el Real Madrid y , la «Vecchia Signora», la Juventus de Turín: en el equipo titular blanco había siete jugadores no nacidos en España, en el italiano tres, sucedió lo mismo en la final del año siguiente y así sucesivamente hasta la del pasado año en plena pandemia, en la que si sumamos los jugadores titulares de los equipos que la protagonizaron, fueron 14 ( 9 en el PSG y 5 en el Bayern Munich).

En resumidas cuentas, que por vestir a un santo se desvistieron a miles, y se comenzó a perder la esencia del fútbol basada en la proyección de las canteras y realizar pocos fichajes allende las fronteras. Lo que en principio fue una novedosa idea que no transmitió peligro alguno a los dirigentes de los clubs, se acabó erigiendo en un gran mal deportivo (como en el caso de la burguesía, que acabó derivando en un capitalismo exacerbado), que tuvo diversos efectos a más corto o largo plazo: poca proyección de las canteras y gran dispersión de futbolistas que podrían haber triunfado en sus equipos y que se tuvieron que buscar la vida dentro y fuera del país (a día de hoy hay más de 100 canteranos madridistas, que empezaron en categorías inferiores, repartidos por toda la geografía española y europea); grandes dispendios en supuestas figuras del fútbol que no lo eran en realidad (no voy a personificar pero la lista es muy extensa y pocos equipos se libran de esta rémora); el auge de las televisiones de pago, que hizo encarecer sobremanera los precios de las entradas; y, sobre todo, el poco cariño con el que fuimos tratados los aficionados, que vimos que ir al fútbol era como comprar percebes en Navidad.

Hay que decir que este problema ha sido cíclico y que ha afectado sobre todo a equipos medianos y pequeños, que no pudieron luchar contra los poderosos y tuvieron que dejar marchar a sus jugadores franquicia en muchos casos. También ha habido equipos que han sido la excepción a la norma según la época y que han cuidado bastante de sus futuros valores (El Barcelona de Xavi o Iniesta, el Ajax, el Madrid de zidanes o pavones, etc; y por supuesto el Athletic Club de Bilbao, que sigue resistiendo como los galos en su día), pero en general muy pocos equipos han resistido a esos cantos de sirena en forma dineraria. También ha habido equipos como el Sevilla, un ejemplo de gestión, de comprar barato y vender caro (el caso de Sergio Ramos o Jesús Navas es paradigmático), pero casi siempre las negociaciones son con jugadores foráneos.

Después de este análisis llegamos a esta nueva situación. Puede ser, como he apostillado al principio, que la mecha que ha prendido la llama para firmar y formar una competición nueva haya sido la pandemia; pero detrás se esconde un conflicto enorme de dimes y diretes entre los grandes clubes por un lado, y la UEFA y las federaciones nacionales por otro. Es difícil un consenso cuando, en virtud de la pandemia, los considerados grandes equipos han perdido una multitud de liquidez por tener los estadios vacíos y por las negativas de los futbolistas; que al fin y al cabo no dejan de ser trabajadores por cuenta ajena, y no agentes libres como se permiten algunos baloncestistas en la NBA. Pero tampoco lo ponen fácil las federaciones, la UEFA y la FIFA con calendarios farragosos y encuentros sin ningún atractivo.

Creo que existe una enorme hipocresía al decir que el fútbol pertenece a los aficionados españoles cuando en verdad no tenemos ni voz ni voto desde hace más de 20 años, cuando Bosman lo cambió todo. Muchas quejas con la Superliga pero no es de recibo que las selecciones tengan que hacer pachangas que causan lesiones, o que haya partidos que se juegan a horas intempestivas que no puede disfrutar un niño porque ha de levantarse temprano, y que solo favorecen a aficionados de China, p.ej. No veo yo a la NBA cambiando sus horarios para que podamos disfrutar su baloncesto de día. Las federaciones y estamentos futbolísticos deberían darse cuenta de que a los futbolistas les pagan sus clubes y que no son títeres sino personas.

Para finalizar hay que criticar también a los presidentes de los equipos por haberlos convertido en empresas unos, y grandes negocios otros. No es normal lo que está sucediendo con el Valencia CF, RCD Espanyol o Almería, y que ya sucedió con los clubes ingleses como cuando Abramovich compró el Chelsea. El fútbol, más allá de ser de los aficionados, debe ser de los socios que pagan sus cuotas, y no de mangantes magnates (o viceversa) que no cuentan con los sentimientos de miles de personas. En fin, no se pueden ni se deben pagar las cifras que se manejan para comprar a tal o cual jugador (se sobreentiende de cuáles), esto acabará estallando, por un lado o por otro.

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