Manuel Morillo Miranda: «Luis Enrique, crónica de un desastre anunciado»

Luis Enrique
Luis Enrique

Puede sonar ventajista hablar a toro pasado, pero la verdad es que el batacazo de aúpa se veía venir. Es muy loable que un seleccionador defienda hasta las últimas consecuencias un modelo de juego determinado; pero no lo es tanto observar que no existe una vía de escape cuando vienen mal dadas, sabiendo que de donde no hay no se puede sacar. Se dice que cuando los resultados son buenos todo el mundo se apunta a un bombardeo, pero que si son malos nos sale el entrenador que solemos llevar dentro: crítico, pesimista y cizañero. Lo que está más claro que el agua es que el ya ex-seleccionador español hizo caso omiso, de modo constante, de las advertencias sobre la idoneidad de convocar a determinados jugadores que no han dado la talla, por una razón u otra… Pero quien acaba rindiendo cuentas es al final quien ostenta el mando.

El rol de un entrenador o seleccionador consiste en tocar muchas teclas diferentes, pero al final lo importante es el resultado de un partido: se puede jugar bien y perder o jugar peor y ganar; pero es de necios esperar que el conjunto rival no te de sorpresas y no ponga obstáculos para beneficiarse. Como en cualquier juego solo puede ganar uno, que se defenderá con sus propias armas y que a lo mejor tiene un plan alternativo, cosa que no hemos apreciado en nuestra selección porque en mi humilde opinión se ha llevado a futbolistas que solo saben jugar de una determinada forma y no de otra, obviando el vital factor sorpresa si de remontar se trata. Quizás quedé un poco de consuelo al ver que esto se ha convertido en un mal endémico que ha afectado también a otros combinados.

26 jugadores profesionales fueron llamados para defender la elástica que nos representa, 26 posibilidades y opciones donde poder elegir de cara a una alineación determinada. El problema aparece con el runrún de fondo previo a la constatada realidad de un modelo agotado; cuando ya es tarde para poder arrepentirse y dar marcha atrás, así que a apechugar toca con lo que hay, que visto lo visto no era mucho si prescindes del equipo más o menos titular. Si cuentas con un flamante equipo a tu disposición es para sacarles el mayor rendimiento posible, pero mal empiezas si de esa plantilla vas a utilizar tres cuartas partes como así ha sido. Entonces, ¿para qué son convocados si no van a tener oportunidades de demostrar su valía? Es verdad que desde la pandemia los cambios de jugadores durante un encuentro son mayores, han pasado de ser tres a ser cinco y se producen en las denominadas «ventanas de cambios», pueden ser hasta seis si hay prórrogas.

Esto ha provocado que los seleccionadores tengan que ampliar sus plantillas, pasando de los 22 habituales a unos 25, y esto ha derivado en partidos anodinos más largos en sus descuentos, con más cansancio y posibilidad de lesiones. Cantidad no significa a menudo calidad, y el señor Martínez debería haberse dado cuenta (dejando presiones federativas y oportunistas a un lado) de que hizo una lista pensando en lesiones y sanciones, pero no calculó cómo se debe actuar cuando tu émulo te concede el balón de forma deliberada, sabiendo que vas a tener que penetrar en un manglar pleno de trampas para las que no estás preparado porque no te han enseñado a manejarte en esas lides, y que además se percibe de manera rápida si tu comportamiento es artificial en tu juego.

Desde luego no podemos saber qué hubiera sucedido si hubieran ido otros jugadores en vez de éstos, o si el Mundial se hubiera celebrado en verano sin tantos intereses monetarios de por medio. Es triste ver cómo un acontecimiento tan importante se diluye por darse en un Estado alejado de los derechos humanos, con un gran cargo de conciencia a sus espaldas. Lo que sí sabemos es que cuando se trata de competir al más alto nivel la planificación es la circunstancia más importante, sin la misma se corre el riesgo de que suceda lo ya sabido. Pero hay otro inconveniente aún mayor, un equipo no se hace de un día para otro, se debe hacer una actualización en el juego y en los integrantes, sabiendo que los culpables o no de la eliminación en Qatar ya están encasillados y costará verlos jugando en un estilo diferente.

Lo peor, y quizás hasta peligroso, es que tanto el seleccionador como los jugadores no hayan hecho aún el consiguiente acto de contrición, reconociendo de un modo u otro sus fallos como personas imperfectas y finitas que son. Si bien el seleccionador acostumbra a echarse las culpas a las primeras de cambio (como hizo Luis Enrique después del esperpento de partido ante Japón), se echa más de una vez en falta que los propios jugadores asuman que al fin y al cabo son los verdaderos protagonistas para bien o para mal, y que se equivocan inevitablemente. Pero pocos jugadores son capaces, supongo, de decirle al entrenador que no están en condiciones de participar en un partido por cansancio mental y no físico, ni de decirle al mismo que se equivoca en sus planteamientos. Si lo hacen, como en el caso de Cristiano Ronaldo con Portugal, ya sabes que vas a ser carne de banquillo.

A colación con esto último, exceptuando los casos del que bebió del elixir de la eterna juventud: Luka Modric, y del que sabe que es ahora o nunca: Leo Messi; no está siendo el Mundial de los grandes veteranos. En este acontecimiento se despide quizás el mayor número de figuras cuyas carreras futbolísticas están próximas a fenecer: los susodichos Messi y Cristiano, que han marcado la historia de la mejor época del fútbol durante los últimos años; el inagotable Modric, que a sus 37 años corre más que algunos de 20; o los delanteros de área con mayúsculas: Lewandowski y Benzemá, que juegan en posición de nueve pero piensan como todo campistas, aunque Benzemá no ha podido ser de la partida de la selección francesa por lesión, y a Lewandowski tampoco se le podía exigir mucho más con el combinado polaco. Como también era pedir peras al olmo que la Gales de Gareth Bale o la Uruguay de Cavani o Suárez llegaran más lejos de lo conseguido. Después están los que aún tienen balas en la recámara, como Neymar o Harry Kane.

Pero podemos estar tranquilos con el futuro futbolístico mundial, no es que haya mimbres sino realidades que ya nos hacen y harán disfrutar, con sus clubes y selecciones. De hecho el relevo generacional de Messi y Ronaldo ya existe con Mbappé y Haaland, aunque la selección noruega dista mucho de ser una virtual ganadora de una competición importante. Después tenemos una larga lista de jugadores que están destinados a triunfar, por su potencial y su clase: Gvardiol y Juranovic en Croacia; Bellingham, Rashford, Declan Rice y Fodden en Inglaterra; Musiala y Sané en Alemania; Julián Álvarez en Argentina; Amrabat y Bounou en Marruecos; Gonçalo Ramos, Joao Felix y Diego Jota en Portugal; Rodrygo, Vinicius, Militao y Anthony en Brasil; Dembelé, Tchouameni y Camavinga en Francia. Y por supuesto Dani Olmo o Williams en España.

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