Las instituciones españoles no funcionan

Gerardo ¡vete ya!

Un juego de simulación. de engaño, de mohatra generalizada

Las últimas declaraciones de Don Gerardo Díaz Ferrán, presidente de Air Comet y de la CEOE son el último empujoncito de una situación insostenible. Que le debería obligar a dimitir o a ser cesado por sus compañeros pues, si no lo hacen, se convierten también ellos mismos en sus cómplices.

Aquí mucho se les llena la boca a políticos, oligarcas, periodistas ditirambo alabanciosos  y próceres en general, lo de homologarse con las prácticas políticas, económicas y culturales del Occidente civilizado, pero luego la realidad del Reino es la conculcación de los principios que se suponen se deben defender.

Las instituciones españoles no funcionan: la Justicia está como está, el Gobierno nos prueba uno y otro día su gran capacidad de devastación, los sindicatos están como las folclóricas de la transición para lo que exija el guión, por no hablar de las fechorías autonómicas, pero ¿y la sociedad civil?

Pues tampoco, ni está  no se le espera. Ahí tenemos a nuestros empresarios oficiales que no dicen ni mú de los graves problemas que nos afligen, pero que, sin embargo, también parecen parte de ese problema y no de su solución.

Desde el punto de vista de vista de la clásica moral calvinista y de la simple decencia general, las declaraciones del presidente de una empresa confesando en público que “yo mismo no hubiera elegido Air Comet para volar a ningún sitio” resultan demoledoras. No sabemos qué dice al respecto su propio Código de Conducta o sus Sistemas de Calidad. Porque ahora cuando todo en la práctica va más manga por hombro es cuando muchas empresas simulan hacer cosas que no hacen, y defender principios que conculcan sistemáticamente.  Y especialmente sus directivos a los que casi nunca se les suele procesar.

Si esta desvergüenza se generalizase, los jueces no querrían ser juzgados, ni los médicos operados, ni el Gobierno creería en políticas ni sus leyes, ni el Jefe del Estado creería en las instituciones que representa. Un juego de simulación de engaño y de estafa, de mohatra generalizada como dirían nuestros clásicos estudiosos de la picaresca del siglo de oro, en el que se ve atrapado un supuesto ciudadano que no es más que súbdito que paga impuestos escandinavos por servicios africanos, y un desprotegido consumidor víctima de cualquier fechoría que le quiera hacer el presente monipodio organizado. Bajo la advocación de Maria Santísima, por cierto, que nos recordaría Cervantes. Pues estas cosas, que pasan también en áreas calvinistas, florecen especialmente en el ámbito de influencia del Catolicismo.

Pues no se puede ser respetable ni menos representar a otras personas respetables el empresario que no paga a sus trabajadores y proveedores o instituciones. Ni al que deja tirados a varios miles de personas que a diferencia de este caballero de mohatra sí confiaban en sus productos.

Muchas veces los empresarios cuya misión en una sociedad abierta es básica y esencial se quejan de mala imagen entre el ciudadano.

Aquí tienen una ocasión magnífica de mejorarla.

Gerardo ¡vete ya!

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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