Largo me lo fiáis

Los sindicatos mayoritarios han decidido convocar finalmente una huelga general. El día elegido es el 29 de septiembre. Para entonces no creo que esté aprobada la reforma laboral y no tengo ni idea de cómo será a la vista de que el Gobierno ha decidido tramitar el decreto como proyecto de ley. La intención de este cambio es que no tiene apoyos para su reforma edulcorada. No se atreve a ir a por todas, a copiar lo que funciona por Europa y pretende encontrar a alguien en el camino del proyecto por el Parlamento que le haga los deberes que es incapaz de hacer. Cómo se vayan a tomar esto por el mundo los inversores es algo que habrá que esperar y ver.

En todo caso, los sindicatos con más miedo que vergüenza aplazan cualquier movilización. Después del fracaso estrepitoso que cosecharon con la huelga de funcionarios se tientan la ropa. El día elegido coincide, no es casualidad, con huelgas en Europa por los recortes de gasto público. Si fracasan, que es prácticamente seguro, se escudarán en esas otras huelgas que puede que se produzcan, incluso con más éxito, en otros países del continente. No estoy de acuerdo con una huelga general. El país no está precisamente para perder los más de 3.000 millones de euros en que se valora una jornada laboral en este país. Pero, estoy menos de acuerdo aún con unos sindicatos que ahora quieren demostrar lo que no han hecho en estos casi tres años de crisis en los que hemos tenido que ver cómo mes tras mes la lista de parados se iba engordando mientras UGT y Comisiones Obreras miraban para otro lado y apoyaban al Gobierno en sus medidas irracionales e incoherentes. Hemos visto durante meses cómo insultaban a todo el que osaba decirle a Zapatero que había una crisis, que ésta era grave y que las cosas sólo podían empeorar si no hacía nada o si lo que estaba poniendo en marcha era sencillamente echar más leña al fuego.

La posición de los sindicatos mayoritarios es de un cinismo brutal. Sin ir más lejos no hemos enterado estos días, gracias a Expansión, que los empleados de esos sindicatos han visto que sus salarios han subido más de un 7 por ciento, y que Méndez y Toxo prepararon la manifestación de funcionarios (por cierto había casi más periodistas que manifestantes) con una comilona en el Hotel Villamagna de Madrid y que a la salida les esperaban sus flamantes coches con chofer. Han perdido el sentido de la realidad y no van a cambiar el sentimiento de la mayoría de españoles mientras no se hagan un análisis serio de comportamiento y cambien radicalmente su forma de actuar. No gozan de la confianza de los ciudadanos, hartos de subvencionar con sus impuestos a unos sindicatos adocenados e incapaces de modernizarse. En septiembre, todos calvos. Antes hay que pasar varios exámenes, el más importante quizás el del pago de la deuda pública y privada, cerca de 800.000 millones de euros de aquí a final de año.

 

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