Preparando la emoción

MADRID, 10 (OTR/PRESS)

La fabricación de banderas españolas se ha disparado, superando con creces las previsiones de demanda. Los restaurantes se afanan en preparar menús a domicilio y panaderías y pastelerías alardean de imaginación y buena parte de sus productos tienen claras alusiones a la gran tarde-noche de hoy, domingo. No les extrañe, pues, encontrar pasteles adornados con la bandera nacional, o bollos de pan con el escudo de la selección. Además, y por si cunde el pánico que puede acompañar a las emociones fuertes, se han vallado -al menos en Madrid- las fuentes de la ciudad y en prácticamente todas se han establecido zonas para controlar, hasta donde sea posible, el desmadre que puede provocar la victoria anunciada por el pulpo Paul.

A partir de media tarde de hoy, España será un país entregado a la emoción y si ganamos -que ganaremos- el éxtasis será colectivo. Algunos dirán que es pan y circo, pero de vez en cuando es bueno y necesario salirse de lo cotidiano, perder los papeles, incluso caer en la transgresión y emocionarse con lo efímero. Dada la reacción colectiva ante el Mundial, hay quienes sostienen que este derroche de sentimiento patrio que estamos viviendo es un antes y un después, que a partir de ahora se llevará la bandera a modo de pulsera o de imperdible con una naturalidad hasta ahora más que discutible. Confieso no tener criterio al respecto. No sé si esta explosión de sentimiento compartido va a ser algo efímero o realmente el Mundial ha servido para que salga a la luz una capacidad para la emoción de lo compartido que ha llegado para quedarse. Ignoro el alcance de todo ello, lo que sí sé es que los ciudadanos, incluidos los que somos ajenos al fútbol porque ni nos gusta ni lo entendemos, necesitábamos de esta medicina, de estos ratos que nos permiten y nos animan a rituales tan inocentes como encargar pizzas, comprar cervezas casi al por mayor y sustituir el cristal por el plástico «para ver el partido».

El calor nos tiene machacados y la realidad es tan espesa como el clima. Ha sido un curso agotador y cansino, en el que hemos vivido al borde del precipicio. El triunfo de España en el Mundial no va a solucionar la crisis, ni va a impedir que Rajoy continúe recordándonos que Zapatero es el peor Presidente de la democracia española, ni que Blanco afirme que el Partido Popular es el «enemigo» de Cataluña. Nuestro deseado triunfo de esta noche va a servir para que durante un tiempo, más bien breve, tengamos un subidón de adrenalina y nuestras calles, por una noche, se conviertan en una gigantesca verbena.

A no tardar volveremos a la realidad de la que no se va a librar ni el pulpo Paul, cuyo estrellato, es seguro, tiene los días contados, aunque en España a punto estemos de adoptarlo como el animal oficial de compañía. Volveremos a la realidad de la crisis, a los estudios sobre la ocupación hotelera y en dos días asistiremos a un nuevo pugilato entre Zapatero y Rajoy que, a estas alturas, ya nada nuevo tienen que decirse.

Por unas horas sorteemos todos la realidad, entregados a la emoción. Hagamos como si no existiera. Hasta los guerreros necesitan de su descanso y nosotros, ciudadanos de a pié, no vamos a ser menos. Emocionemos, pues, con nuestro equipo y sintámonos orgullosos de nuestros triunfos y creámonos para siempre que «podemos».

Este llamamiento y alabanza de la emoción no me lleva a incumplir la promesa de acordarme de Sakineh Ashtiani, la mujer persa condenada a morir lapidada. Parece que no le van a lapidar. «Solo» la van a ahorcar. ¡Qué vergüenza produce esta supuesta magnanimidad¡ Mañana lunes llega a Madrid el ministro de Exteriores de Irán. La agenda oficial dice que viene a España para analizar la política nuclear iraní. Soy consciente de que las relaciones internacionales son lo más parecido al encaje de bolillos, pero hay situaciones tan duras, tan impresentables, que deberían impedir cualquier agenda oficial mientras estas situaciones no se solucionaran. España no puede tratar igual a las democracias que a las dictaduras, y la dictadura iraní, y de manera oficial, solo debería ser acreedora de la crítica más contundente, de la exigencia más firme de acabar con usos y costumbres tan lacerantes como la que va a llevar a la horca a esta mujer, o permiten el encarcelamiento y tortura de los homosexuales. El ministro iraní de Exteriores no se merece una foto al lado de nuestro ministro Moratinos.

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