La democracia y la fe en los políticos ha llegado a tal nivel de socavamiento que ya no se resiste. Los ciudadanos españoles parecen fuera de toda capacidad de espanto. Las protestas callejeras son el único oxígeno que le queda a una ciudadanía que día a día siente cómo su futuro se esfuma.
La nefasta forma de informar, o mejor de no informar, sobre la crisis de Bankia (23.000 millones para saneamiento y 40.000 millones de fondos tóxicos inmobiliarios) ha acabado con la paciencia de unos contribuyentes que piden responsabilidad y castigo a los culpables. De momento Rajoy y Rubalcaba no están por la labor, de momento.
Resulta que Miguel Angel Fernández Ordónez, presidente del Banco de España, hasta el próximo 10 de junio, acaba de anunciar su dimisión un mes antes de que acabe su mandado. MAFO se ha convertido en punching ball de todas las críticas. Aún admitiendo que el regulador no hizo bien su trabajo, habrá que convenir que son los directivos de Bankia quienes han llevado a la quiebra a la entidad bancaria. Y habrá que convenir que mintieron al anunciar un beneficio de poco más de trescientos millones, cuando se acaba de anunciar unas pérdidas de más de tres mil millones.
De momento, tanto Rajoy, como el líder socialista Rubalcaba, se niegan a ofrecer ante Europa el espectáculo de una larga investigación que exhiba nuestras debilidades aunque castigue a los culpables. Sea por evitar una peor imagen aún de la crisis española, o por otras razones internas que se nos escapan, esta negativa está generando una notable desesperación en los líderes minoritarios, Cayo Lara y Rosa Díez, respectivas cabezas de Izquierda Unida y UPyD. Y sobre todo socavando la credibilidad de una ciudadanía que clama para que sea el fiscal y la Justicia quienes actúen de oficio y abran una investigación judicial.
Bankia es el bochorno de Europa. Fue presentada hace sólo unos meses como la tercera entidad bancaria española y una de las más solventes. Antes de eso, el anterior gobierno socialista de Zapatero había proclamado a los cuatro vientos, durante todo el año 2011, que el sistema financiero español era uno de los más sólidos de Europa, como así lo avaló, dijo el entonces presidente, la superación con nota de los test de estrés bancario.
Otra Reforma Financiera que se queda corta
A cinco meses de la gestión del nuevo gobierno conservador de Rajoy, en pleno proceso de fusión de las Cajas de Ahorro, para fortalecer «aún más», decían, nuestro sistema financiero, el ministro de Hacienda, Luis de Guindos, que se mueve con cierta holgura en el escenario de Bruselas, aseguraba que «España estaba realizando una serie de dolorosos recortes, laborales y sociales, para poner en marcha una Reforma Estructural y financiera que adelgazase los gastos y despilfarros de años anteriores. Para cumplir con el objetivo de déficit comprometido por España, el 5,8% para este año y el 3,4 por ciento para el 2013». Hace escasos días presentó una Reforma Financiera que, la crisis de Bankia y sus necesidades, ha echado por tierra.
Lo que Rajoy llamó en la cumbre extraordinaria europea del 23 de mayo «hacer los deberes» no es sino la receta Merkel de austeridad a bocajarro. Allí, la mayoría del sector «duro» de los líderes europeos admitieron sin tapujos que España estaba haciendo un enorme ejercicio de austeridad y sacrificio y bien merecía la ayuda del Banco Central Europeo.
Dando a entender que, después, ya se hablaría de políticas de inversión para el crecimiento. Poco parecía importar a los inductores de la política de la austeridad europeos que los países más vulnerables (especialmente España, Portugal, Italia, Irlanda y Grecia) sigan dietas de adelgazamiento extremo que les dejen en el esqueleto o lo que es lo mismo, que de entrada propicien que las empresas vayan cerrando en masa y los niveles de desempleo aumentando hasta la insoportable cifra, para España, de 6 millones de parados y para Europa, de cincuenta y cinco millones de desempleados.
En este estado de cosas, aparece en escena el principal artífice del mal llamado «milagro español», Rodrigo Rato (ex vicepresidente económico del Gobierno conservador de Aznar) encendiendo todas las alarmas , tras un indisimulado portazo diplomático de la presidencia de Bankia (fusión de Caja Madrid, Bancaixa y cinco cajas menores). El mismo día que se iba, Rato, sin abandonar la sonrisa, declaró cínico que «Bankia no tenía ningún problema de solvencia». Sólo unas semanas antes Bankia había declarado unos beneficios para el 2011 de más de trescientos millones de euros. A día de hoy, esta cifra se ha transformado en pérdidas de más de 3.400 millones.
En esa misma semana, según iban pasando las horas Bankia resultaba estar en quiebra y descapitalizada con unas necesidades de ayuda de liquidez de entre cinco y siete mil millones de euros, además de los 4.500 anteriormente recibidos que pasaron directamente a capital. Es decir, pasó a ser parcialmente nacionalizada sin que el Gobierno optase por dar una explicación profunda y coherente.
Ante la ausencia de información del Gobierno, o de la propia Bankia, las acciones se redujeron a menos de la mitad en poco más de una semana, y la siguiente información facilitada por el Gobierno fue que se necesitarían unos 12.000 millones para sanear la entidad. Sólo un fin de semana más tarde admitieron que las necesidades subían hasta los 23.000 millones de euros. En tres semanas hemos sido el hazmerreir de nuestros socios europeos.
Rajoy niega que España necesite rescate
Europa volvió a hablar, sin tapujos, por boca del socialista francés François Hollande, de rescate de España por parte del Banco Central Europeo. Paralelamente, el presidente Rajoy, en la cumbre extraordinaria de Europa y posteriormente en el G8, se vió con sus homónimos, incluidos Merkel, Hollande, y Monti, además del presidente del BCE, Mario Draghi, e insistió de nuevo: «El sistema financiero español puede salir por sí mismo, ni rescate ni eurobonos, sólo necesitamos una ayuda del BCE para que preste dinero». Hoy, ha vuelto a hablar Rajoy y los dirigentes europeos tiemblan ante la ambigüedad y las incongruencias del presidente español.
Los analistas y economistas de los medios de comunicación, ante tantas contradicciones, o mentiras, tienen la sensación de que lo peor no ha llegado todavía y de que los sustos irían in crescendo… Este lunes 28 de mayo, con la cifra de 23.000 millones de euros para salvar a Bankia, encima de la mesa, Rajoy vuelve a decir que «saldremos sin rescate» y se niega a pedir responsabilidades a los anteriores gestores. Unas pocas horas después, se descubre que los depósitos tóxicos del Banco Financiero de Ahorro, matriz de Bankia, ascienden a 40.000 millones. En este momento, el dubitativo presidente Rajoy ya no convence ni a los de fuera, ni a los de dentro.
Lo peor es que este goteo de datos, a cual peor, desata la desconfianza entre los inversores extranjeros y dispara la prima de riesgo que ya supera, en un récord histórtico, los 500 puntos con respecto a la alemana. Llevando la financiación para España hasta el 6,5% mientras que Alemania, llega a su punto más rentable al conseguir dinero al 0 por ciento. Una broma pesada, de muy mal gusto que pone de manifiesto que España sigue siendo diferente y que, en lo que se refiere a la gestión de la crisis de un banco, mejor hubiera sido una dimisión en pleno.
Si añadimos a este pésimo panorama, la espada de Damocles de la probable salida de Grecia de la Moneda Única, la pelota vuelve a los lentos y dubitativos dirigentes europeos. Que ya no saben si están preparados para tener a dos países importantes en la cuerda floja. Grecia por haber engañado durante años sobre su economía a Europa, y España, por su crítica situación actual al haber ocultado la toxicidad y el profundo agujero que la burbuja inmobiliaria ha generado en su sistema bancario.
El coste político y económico de la posible salida de Grecia está prácticamente descontado y hasta ha dejado de ser tabú. En cambio, la delicada situación de España está generando un enorme quebradero de cabeza en el organismo europeo y verdaderamente, los dirigentes políticos y financieros de Bruselas, cada vez que oyen noticias de Bankia, se echan a temblar.