El ministro de Economía y Competitividad ha comparecido ante la prensa a las 19.43 horas del sábado y a lo largo de casi una hora ha leído primero una declaración institucional y contestado a las preguntas planteadas por la prensa con el anuncio de que el Gobierno español «declara su intención de solicitar financiación europea para la recapitalización de los bancos que la necesiten».
Luis de Guindos insiste en que «no hay el más mínimo rescate» en el préstamo de hasta 100.000 millones de euros que los fondos europeos concederán al FROB en los próximos días en condiciones «mucho más favorables» que las de mercado. Poco a poco iremos conociendo todos los detalles.
Cuestiones nominativas aparte lo cierto es que Bruselas no nos impone condiciones adicionales a los españoles. Esa es la clave. Gracias a que desde el mes de diciembre se vienen realizando importantes reformas estructurales, ahora no estamos hablando de una intervención pura y dura. Si se hubiera producido un rescate en toda regla, como dicen algunos, en estos momentos se nos habría impuesto echar a la calle a 500.000 funcionarios, las pagas extras de los pensionistas hubieran sido eliminadas, se hubiera obligado al Gobierno a subir el IVA, etc.
La buena noticia, por tanto, es que no hay hombres de negro al modo de Grecia, Irlanda o Portugal porque España sí está en la senda de las reformas estructurales necesarias para afrontar la salida de la crisis.
Ahora el Gobierno español obligará a la banca a sanearse definitivamente y le impondrá duras condiciones que a su vez le serán impuestas, cómo no, por el Eurogrupo y el FMI. Eso es todo. Y no es poco. Pero había que afrontar esta gigantesca crisis de una vez por todas.
De Guindos ha tranquilizado en su comparecencia, ha resultado convincente y solvente. Al comparecer el propio ministro y no Rajoy el Gobierno consigue que se circunscriba la situación al ámbito al que estrictamente pertenece. Se ha cortocircuitado la intervención de España. Estamos salvados ante la crisis de la banca. Ahora hay que pagar las deudas y afrontar el inmenso boquete en el que nos han sumido políticas de antaño.