Del Siglo de Oro a la pobreza moral y económica

Baltasar Gracián, lector de la crisis

Nuevo mensaje para los semi-iletrados políticos

Los problemas españoles han llegado a un nivel tal de podredumbre que no puede ser combatida con un mero cambio o alternancia política

El admirado Baltasar Gracián llamaba crisi a los capítulos de El Criticón. No estaría de más que muchos de los semi-iletrados políticos españoles de todas las marcas, ganaderías o escuderías revisaran obras como El Político, o El Discreto, o El Oráculo manual y arte de prudencia, por no olvidar su Agudeza y arte del ingenio.

La vulgar y tenebrosa cotidianidad de este Reino de arrebatacapas, que ya estaba bien reseñada y formulada por nuestros grandes autores del siglo de oro, se ve alterada de vez en cuando con algún que otro sobresalto. Mohatra va, o mohatra viene, patio de monipodio va, o patio de monipodio viene, cuando no es algún insulto a la razón del joder Judicial como lo llamaba el BOE, son los millones despilfarrados en alguna aventura faraónica ú olímpica, los borradores de presupuestos perpetrados por el gobierno de Su Majestad, o sus casi infinitas taifas territoriales.

En todas partes cuecen habas me opondrá el lector, no sin razón, pero aquí, quizás a diferencia de otros países occidentales lo más notable es que las peleas entre bandas, empresas, o partidos rivales, cuentan con el apoyo o infraestructura o principio jurídico iuris tantum de parte de las instituciones de la Monarquía, de ese supuesto Estado de derecho, que cada vez es menos de derecho y también menos Estado, al menos en el sentido moderno del término. 

Así, por ejemplo, un grupo monopolista catalán crecido gracias a los favores políticos quiere trincar una empresa energética, pagando duros a peseta, pues ahí está el gobierno amigo. Se quiere tapar la investigación de terribles atentados incluso destruyendo pruebas fundamentales, ahí está el poder amigo.

Se quiere perseguir a la oposición, pues se puede contar con facciones de los aparatos de seguridad del Estado según aconseje la jugada. Los secretos de sumario se vulneran y filtran a voluntad. Los criterios de la Fiscalía se comprenden mal desde la perspectiva de la neutralidad de la Justicia ante la naturaleza del justiciable y del propio Bien común de la sociedad española.

Pero dicho esto, que ya es mucho decir, la situación de la oposición política produce desolación. O agrava la creciente sensación de orfandad y abandono de la gente común.

Gente que cada vez más percibe que los problemas españoles han llegado a un nivel tal de podredumbre que no puede ser combatida con un mero cambio o alternancia política. El gobierno de Su Majestad es un desastre sin paliativos. Al servicio real de la oligarquía y de ciertos monopolios que abusan del ciudadano y del consumidor, disfrazado con un lenguaje falazmente populista dirigido a sus descamisados, está laminando la clase media, base de la estabilidad política y económica del desarrollo de las sociedades.

Pero, desgraciadamente, la oposición al gobierno de Su Majestad no se muestra mejor ni parece capaz de enfrentarse a la gravedad de la crisis. No sabe o no quiere defenderse lo que siembra infinitas dudas sobre su verdadera capacidad para defender los derechos e intereses de la sociedad española. Acobardada por el acoso a que está siendo sometida desde las instituciones de la Monarquía no reacciona con la claridad y contundencia necesarias.

Parece que está resignada a un discreto y acomodado pasar disfrutando de pesebres o en el mejor de los casos a heredar, cuando quien manda lo decida, una nación arruinada en lo moral, lo cultural, lo institucional y lo económico.

La destrucción de la oposición es también la de las hipotéticas esperanzas de mejora o incluso supervivencia de la clase media. Y cuando la clase media se ve gravemente amenazada, la libertad y la prosperidad están en peligro cierto.

SARASTRO

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