Análisis sobre la cobertura de la trama Gürtel

Las presiones, para quien no las soporte

Boadilla fue la primera entrega y Liechtenstein vino después

Los cabecillas de la trama ‘Gürtel’ nos prestaron un interés especial cuando aún gozaban de libertad

Hay aspectos de esta profesión, la periodística, que no se imparten en las facultades. Debería existir una asignatura que enseñara a resistir las presiones, porque cuantas más y mejor aguantes, más alto llegarás. Y al revés también: cuanto más arriba llegues, más presiones deberás soportar.

Siempre tengo en el recuerdo cuando se informó a Antonio Asensio Pizarro de que íbamos a publicar en interviú un reportaje que dejaba en muy mal lugar a un buen amigo suyo.

Era viernes y el editor se limitó a pedirnos un tiempo mínimo para poder informar personalmente a su amigo y evitar que se enterara por los periódicos. Pero nada absolutamente de cambiar o retocar el reportaje. Cuántas presiones se debió echar a la espalda.

Con el caso Gürtel también se han movido teléfonos. Los principales implicados han estado muy pendientes de interviú cuando aún gozaban de libertad y no sabían que estaban a punto de ser detenidos.

En los pinchazos ahora conocidos se aprecia cómo los cabecillas ven un peligro inminente en los reportajes que empieza a publicar interviú. Y por supuesto intentan ejercer presión para evitarlos o, al menos, moldearlos.

Pero dan en hueso, porque por mucho que se convenzan unos a otros de cuán poderosos son, lo cierto es que desde esta casa, el actual editor, Antonio Asensio Mosbah, y el director editorial, Miguel Ángel Liso, tienen varios másteres en soportar esas presiones sin trasladarlas a las publicaciones.

BOADILLA FUE LA PRIMERA ENTREGA
Y así sucedió hace casi un año, cuando nuestros reporteros empezaron a tocar determinadas teclas en el noroeste de Madrid y dieron con algunas claves.

Toda la trama Gürtel se puso en marcha para evitar la difusión de los trabajos, pero el resultado fue que las estructuras del Grupo Zeta aguantaron y el primer reportaje sobre Boadilla vio la luz en tiempo y forma y sin retoques.

Como no me gusta mentir, admito que hicimos un retoque: el que nos pidió la policía, porque la difusión de un dato podía poner en peligro lo que luego se ha conocido como operación Gürtel.

Por cierto, de nada, ¿eh? A la vista de los pinchazos, donde se vierten mentiras clamorosas sobre esta casa, algunos involucrados confundieron la cortesía con la sumisión o el control, y se habrán sentido muy frustrados y decepcionados al ver que sus presiones arrojaron un resultado nulo. Ahí están los reportajes.

LIECHTENSTEIN VINO DESPUÉS
Tanto cariño nos han tenido los imputados que, según las grabaciones telefónicas que el juez y la policía han mantenido en el sumario pese a su intrascendencia procesal, unos a otros se instaban a mirar nuestras exclusivas sobre el paraíso fiscal de Liechtenstein, y se mostraron muy sorprendidos al ver algún nombre en la lista de defraudadores.

Mientras otros pasaban de puntillas por este desfalco descomunal contra la Hacienda, nosotros, gracias a que las anchas espaldas volvieron a ser dique, desvelamos todos los datos de aquella trama, con la primera mezcla de nombres entre las dos redes.

El cabecilla de la Gürtel decidió poner pies en polvorosa mientras que gente a su sueldo se veía obligada a improvisar excusas porque mentían al venderle que tenían control sobre esta cabecera.

Y cuanto más subió la presión, más contundentes fueron nuestros reportajes, haciendo bueno el pensamiento del fundador del Grupo Zeta: la fuerza de esta revista está en la gente de la calle.

Esta semana seguro que se producen más presiones, pero es lo que tiene la profesión periodística, que si encuentras a todo un jefe superior de Policía de Madrid facilitándole a un presunto delincuente la documentación necesaria para que pueda fundar su entramado de empresas, es noticia de portada.

SE ESPIABAN ENTRE ELLOS
Como también lo es que pese a lo amiguitos que parecen todos, la desconfianza estaba presente también en la trama. De hecho, el supuesto cabecilla vio demasiado contento al Bigotes en su reino de Valencia junto a Camps y encargó a un detective privado que le siguiera, no fuera que se estuviera montando el chiringuito por su cuenta y escondiéndole el botín. En fin, que esta profesión siempre merecerá la pena.

ALBERTO POZAS

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