¿Cuál tendría que ser el límite? ¿A partir de qué nivel salarial un político consideraría rentable su honradez?
La exquisita y afilada pluma de José Luis Alvite desmenuza la dichosa cantinela de que los políticos se corrompen porque están mal pagados. «Defender esa idea resulta tan gratuito como admitir que el director de la sucursal bancaria haga un desfalco sólo porque su sueldo no es bocado suficiente para disuadirle de meter la mano en la caja».
Con estilo chesterniano, Alvite ataca en La Razón la lacra de la corrupción que se extiende como una mancha de aceite por toda España en una columna titulada «El salario y el soborno»:
- De lo que se trata es de persuadir a la opinión pública de la conveniencia de que sea el propio Estado quien soborne a los políticos, algo tan absurdo como sin duda lo sería que para luchar contra el crimen la Policía dispusiese de fondos con los que comprar la pasividad de los delincuentes.
¿Cuál tendría que ser el límite? ¿A partir de qué nivel salarial un político consideraría rentable su honradez? ¿Podría soportar el erario público el peso de tanta decencia?
- No es fácil dar respuestas si no es pensando en cada caso. Hay políticos que merecen por su trabajo más dinero del que cobran; otros, en cambio, no sólo no se ganan el sueldo, sino que han conseguido que la opinión pública los considere la pieza más cara de su coche oficial.