Tras 47 días de secuestro, el atunero vasco Alakrana y sus 36 tripulantes -16 de ellos españoles: ocho gallegos, siete vascos y un onubense, todos ellos sanos y salvos- quedó ayer en libertad. A las 14.25 horas, el presidente Zapatero anunciaba el tan esperado fin del cautiverio: «El Alakrana navega libremente hacia aguas más seguras».
Arcadi Espadi describe en su blog a un presidente del Gobierno con aire firme, solemne y satisfecho. Dice: «Todos los miembros de la tripulación se encuentran sanos y salvos. Es una muy buena noticia por la que todos hemos estado trabajando desde el primer día.»
TONO SORPRENDENTE
- Cualquiera que lo estuviese oyendo habría dicho que la Armada Invencible era la responsable de la liberación del pesquero. El tono era sorprendente; pero arrancaba de una sorpresa previa: el propio hecho de que el presidente se dirigiera con sumo énfasis a los españoles para comunicarles triunfalmente que los secuestradores habían logrado doblar el brazo del Estado.
MEDIOS Y FINES
Es tanta y tan comprensible la alegría que produce la liberación de los rehenes, sometidos frecuentemente a toda suerte de sevicias y síndromes, que suele ocultar algo fundamental: el objetivo de los secuestradores no suele ser ni la reclusión ni la vida de los secuestrados.
- Estos son medios para la obtención del bien mayor, que puede ser dinero, u objetivos políticos o de cualquier otra naturaleza. En realidad un secuestro termina bien, ¡completamente bien!, cuando los secuestrados recobran la libertad y los secuestradores ven cumplidas sus peticiones. Para eso se hizo: cobrar sin matar. Ideal. Es decir, y sin salir de puerto, el caso del Alakrana.
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