De repente el Sahara no es algo lejano que a nadie le importa, sino un territorio real por el que cientos de saharauis luchan y mueren
El viejo refrán de «Dios me libre de mis amigos que de mis enemigos me libro yo» viene como anillo al dedo en estos momentos de tensión con nuestro «amigo» del sur, Marruecos.
Desde hace décadas España viene haciendo ímprobos esfuerzos por mantener buenas relaciones con Marruecos, nuestra frontera sur, la única que de verdad inquieta a políticos, militares.
Y estas relaciones no son fáciles, ni lo son en el presente ni lo fueron en el pasado.
Marruecos abusa de lo que sabe un temor latente en España a causa de Ceuta y Melilla. De manera que la monarquía marroquí, antes con el Rey Hassan y ahora con su hijo Mohamed VI, despliega una diplomacia de tira y afloja, dejando entrever que en cuanto quieran nos causan un problema, un grave problema.
De ahí, la política de paños calientes con Marruecos, de ahí el que nuestra política exterior con ese país pase por no irritar ni a su Gobierno ni a su Rey.
Pero todo tiene un límite, y ese límite es la dignidad y que no nos tomen por tontos ni muchos menos por débiles. Y es que Marruecos ha creado un problema a España expulsando a Aminetu Haidar a nuestro país.
Para empezar Marruecos viola todo el Derecho Internacional expulsando a una de sus ciudadanas. El problema es que nuestro Gobierno nunca debió de autorizar que despegara el avión en que expulsaban a Aminetu Haidar.
A partir de ahí, España se ha visto implicada en el gran juego de la política del norte de Africa, en las difíciles relaciones entre Marruecos, Argelia y el Polisario, y en medio de todo ese juego pende la vida de una mujer.
Al Gobierno marroquí poco le importa la suerte de Aminetu Haidar. Además, no olvidemos que el valor de la vida y la muerte no es el mismo en Europa que en otros lugares del mundo. De manera que Marruecos permanece indiferente a la suerte que pueda correr Aminetu. Pero en España sí nos importa y nos hace sentirnos corresponsables de lo que la pueda suceder.
Marruecos acusa al Polisario de instrumentalizar a Aminetu Haidar. En todo caso el Polisario tiene todo el derecho de presentar el caso de Aminetu como expresión de lo que sucede en el Sahara.
A los saharauis que no se pliegan a Marruecos les detienen, les torturan, les encarcelan, algunos desaparecen para siempre, otros encuentran la muerte.
Ahora a cuenta del sacrificio de Aminetu Haidar, ciertamente el problema del Sahara se ha hecho patente en todas las cancillerías, de repente el Sahara no es algo lejano que a nadie le importa, sino un territorio real por el que cientos de saharauis luchan y mueren.
Pero volviendo a las relaciones de España con Marruecos, resulta de todo punto de vista inaceptable las declaraciones chulescas de algunos de sus políticos amenazando a España. Nuestro Gobierno debe de pararles los pies, con toda la diplomacia que quieran, pero parárselos.
Una cosa es que nuestro país quiera llevarse bien con sus vecinos y otra es que debamos de aceptar unas relaciones asimétricas, con actuaciones prepotentes del Gobierno marroquí, y actitudes despreciativas por parte de su monarquía.
Humillaciones ni una. De manera que el Gobierno Zapatero, mal que le pese, tendrá que decir algo o hacer algún gesto que deje claro a nuestro amigo del sur que no vamos a admitir relaciones subordinadas y que no tenemos miedo a sus bravuconadas.
En cuanto a Aminetu Haidar no se quién, acaso el Frente Polisario, deberían de convencerla de que para luchar es mejor estar viva que muerta. Si muere se convertirá en un símbolo, pero ¿después qué?