Los que más critican al ex fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo por sus pretendidos excesos verbales en el acto de la Complutense son precisamente, como suele suceder siempre, los que con más saña y ferocidad se exceden, no ya en sus críticas, sino en sus ofensas, a todo bicho viviente que no comulga con sus ideas y con sus obsesiones, centradas estos días en los furibundos ataques al juez Garzón y a su honorabilidad.
Tres cuartos o al menos dos tercios de los españoles pensantes están de acuerdo con el contenido del discurso de Villarejo, que se mueve dentro del derecho a la libertad de expresión, que es otra de las libertades democráticas que muchos parecen dispuestos a robarnos en estos tiempos, después de habernos robado durante décadas la memoria histórica y el derecho a exigir el castigo de los crímenes franquistas contra la humanidad y de los delitos de genocidio que todo ello comporta.
El ex fiscal dice lo que muchos piensan y no se atreven a decir tal vez porque ven lo que a veces les sucede a quienes intentan poner la cosas en su sitio y a cada cual en su responsabilidad.
Los que tanto se indignan contra el ex fiscal suelen ser los mismos que se muestran complacientes o sustancialmente prudentes con quienes están cometiendo las peores atrocidades de la hora presente y con los que son ya más que sospechosos de haberse embolsado cientos de miles y millones de euros de la corrupción oceánica que nos invade.
Y el Gobierno de la nación seguramente que no tiene más remedio que mantenerse en la prédica del respeto a las instituciones, las judiciales más que nada, menos mal que acompañado del respeto a la libertad de expresión, sobre la cual yo sigo en la postura del clásico de que si hubiera que elegir entre la existencia de los gobiernos o de la libertad de expresión yo me quedaría siempre con esta última, que es el fundamento actual de la democracia.
Si siendo así ya le lapidan a este Gobierno, calculen qué le dirían si de pronto sale con una defensa cerrada del juez Garzón. Los que exigen el respeto de esa manera, cuando ellos no respetan a nadie.
