'Sin mordaza y sin velos', de Josep Anglada

2025: Deciden los islamistas…

Reproducimos a continuación un extracto del libro, de próxima aparición, ‘Sin mordaza y sin velos’ (Editorial Rambla), de Josep Anglada, el líder de Plataforma per Catalunya, al que los sondeos sitúan como fuerza emergente de cara a las elecciones catalanas:

Lunes, 29 de enero de 2025. La noche del domingo ha sido intensa, larga y fría, muchos la han pasado en vela pegados a las voces metálicas del transistor o frente a la pantalla de televisión. La ciudad ahora se despereza con el alba, emitiendo los primeros cláxones quejumbrosos en medio de viandantes aún somnolientos camino de su trabajo. Son las siete de la mañana. Los tertulianos de las emisoras se muestran incrédulos, como si estuvieran aún arrastrando alguna pesadilla de una mala noche, pero los datos son tozudos y no ofrecen duda alguna. El PSOE y el PP han sacado en esas elecciones más o menos los mismos escaños. Cualquiera de los dos podría gobernar. Pero a diferencia de otras muchas veces, de lo que ha sucedido siempre hasta ahora, ha estallado algo que muy pocos habían adivinado siquiera unos meses antes: el Partido Islámico de Al Andalus ha conseguido cuarenta diputados en el Congreso ¡y tiene la llave de la gobernabilidad!

Los periódicos dan algunos detalles importantes. De los cuarenta diputados islamistas, quince son clérigos, uno fue un antiguo combatiente en Irak y el otro hijo de un viejo guerrillero talibán. Las comunidades musulmanas instaladas en España y compuestas por inmigrantes nacionalizados y sus hijos nacidos aquí, bien estructuradas a partir de los cientos de mezquitas imponentes erigidas en los últimos años, han votado como un solo hombre bajo el lema «Alá nos llama a por Al Andalus», tal y como le habían ordenado las fatwas de sus clérigos como imperativo religioso. Se sospecha además, conforme algunos datos de investigación periodística recientes, que la costosísima campaña electoral de ese emergente partido ha sido financiada por fundaciones internacionales regadas con los petrodólares saudíes.

¿Qué pasará ahora? Algún comentarista, con socarronería no exenta de afilada razón, ha dicho que recomienda a los líderes del PSOE y del PP que, descartada una gran coalición al modo centro-europeo –dado que ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo ante la peor crisis económica que atravesó el país en el primer decenio del siglo XXI, cuando uno de cada cinco españoles quedó en paro–, deberían afanarse en leer apresuradamente el Corán aunque fuera «en la intimidad». El resto de contertulios se ríe de la ocurrencia. Yo no, la verdad.

De hecho, tanto el candidato del PSOE como el del PP han mostrado desde el minuto cero su disposición a negociar «sin complejos» el apoyo de los islamistas para sus respectivas investiduras. Los islamistas, en cambio, llenos de regocijo mal disimulado, han reconocido descaradamente que les da igual que gobierne el PSOE que el PP, que lo que quieren es saber quién de los dos está dispuesto a cumplir las condiciones programáticas que van a exigir «en nombre de Alá» y basadas en la sharía, que incluye la lapidación de las adúlteras y la pena de muerte para los homosexuales.

A tenor de este panorama, una desolada comentarista en otra emisora se preguntaba cómo habíamos podido llegar a esa situación. Y, parafraseando a Bertolt Brecht, concluyó: «Primero les dejamos construir mezquitas con dinero procedente de grupos radicales saudíes. Como yo no soy religiosa, me callé. Después les dejamos quitar nuestros crucifijos de los lugares públicos y les permitimos llevar velos y burkas a sus mujeres en esos mismos lugares públicos. Como no quería que me llamaran intolerante, me callé. Más tarde les concedimos el derecho a votar en las municipales y años más tarde también en las generales, en las autonómicas y en las europeas. Como a mi la política nunca me ha interesado demasiado, me calle. Pero ahora los diputados islamistas son los que deciden quién nos gobierna y por tanto van a pedir concesiones a cambio de su apoyo. Soy mujer y estoy preocupada. Ya es demasiado tarde».

La historia me suena. En la Unión Europea la cosa tampoco pinta demasiado bien. Las «minorías nacionales» islámicas, que superan el 20% de los cuerpos electorales en una docena de países (entre ellos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Austria y la misma España), unidas a los diputados elegidos en Turquía, Albania, Kósovo y Bosnia, son nada menos que el segundo grupo del Parlamento Europeo. Y cada cuatro años, la presidencia rotatoria de la Unión la ejerce un premier de creencias musulmanas. De los 25 comisarios europeos, 7 son islámicos. Dos de ellos wahabies.

Apago la radio. Decido no seguir leyendo los periódicos. Me miro al espejo y, ante la catástrofe, me digo: «Anglada, lo intentaste. No te hicieron caso, aunque Dios sabe que lo intentaste». Pero eso no me consuela. Estoy hondamente triste. Estamos en 2025 y me pregunto: «¿Cómo vivirán mis descendientes dentro de 25 años, cuando yo ya no esté ni siquiera vivo?». Me acuerdo de mi nieta. Y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. En efecto, lo intentamos, pero muchos se callaron entonces, embaucados por las soflamas de un pensamiento único dictatorial y autoritario que daba por sentado e indiscutible un mal entendido concepto de «tolerancia» e «integración». De aquéllos lodos, estos barros. Y ahora es, por desgracia para todos nosotros, demasiado tarde.

‘Sin mordaza y sin velos’ (Editorial Rambla), de Josep Anglada

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Autor

Roberto Marbán Bermejo

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y actualmente cursa el grado de Ciencias Políticas por la UNED, fichó en 2010 por Periodista Digital.

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