La prisa con que el juez del Tribunal Supremo Luciano Varela ha decretado la apertura de juicio oral contra el juez Garzón, cortándole así una retirada digna a la Corte Penal Internacional, tiene algo -o mucho- de ensañamiento.
Se había especulado con la posibilidad de que Garzón abandonase «motu proprio» la Audiencia Nacional, para evitar así su suspensión de funciones por parte del Consejo General de Poder Judicial. Desde el mismo Consejo se le dieron indicaciones al respecto. Pero Luciano Varela, obstinado, perseverante e impenitente, ha querido cerrarle en las narices esta puerta que, sin duda, habría supuesto un momentáneo respiro tanto para Garzón como para este envenenado asunto que tantísimo daño está haciéndole a la imagen de nuestra justicia.
Con esta actuación, el juez Varela insiste en avalar la teoría de quienes opinan que está demostrando un especialísimo interés en el pleito. Porque si las indicaciones que diera a Falange Española y a Manos Limpias sobre la necesaria rectificación de sus escritos, y el plazo que habilitara para ello, ya ponía en tela de juicio su necesaria imparcialidad, esta obcecación con la que ha despachado en un tiempo record los recursos que tenía pendientes para abrir juicio oral y que Garzón sea suspendido de funciones, impidiéndole así su ingreso como adjunto en la fiscalía del Tribunal de la Haya, más que un ejercicio de justicia, parecen un deseo de aumentar de forma deliberada el sufrimiento de la víctima, o sea, de Garzón, causándole padecimientos innecesarios, o sea, con ensañamiento.
En su escrito de resolución sobre la apertura de juicio oral, Varela hace encaje de bolillos al tratar su tesis y, en consecuencia, su voto particular, sobre las doctrinas Atuxa-Botín, así como sobre sus indicaciones a Manos Limpias. Un encaje de bolillos y unos juegos malabares que sólo logran convencer a quienes, de antemano, tuvieran una premeditada postura frente al caso.
Si Garzón mostró siempre, y se caracterizó por ello, un ego recalcitrante e impenitente, el juez Varela está demostrando no andarle a la zaga.
