Cordura y generosidad, cuanto antes

Piensen los lectores en el ritmo político en que vivimos. Hace ocho días se publicaba la encuesta electoral del CIS, que igualaba prácticamente las expectativas del PSOE y del PP para los comicios generales. Pero vino el terremoto de las medidas de ajuste para la lucha contra la crisis, anunciadas por el presidente, que soliviantaron a la calle y removieron los cimientos de aquellas mismas expectativas electorales, según se apreciaba en las encuestas de urgencia y en el clamor del hombre de la calle. Los efectos de la corrupción oceánica y masiva eran sustituidos por los efectos del descontento de la población con el giro del Gobierno, no importa que fuese obligado por el contexto de la crisis y los acuerdos europeos ni que fuese aplaudido por los organismos internacionales o -nada asombroso- por la patronal. La felicidad del PP se salía por la tangente y todos en ese partido estaban convencidos de que a Zapatero y su Gobierno le había caído encima la maldición de los dioses, para mandarlos a ellos a la conquista de la Moncloa sin el más mínimo mérito por su parte.

Zapatero da la impresión de sinceridad cuando deja ver que lo más importante no es el poder sino la toma de decisiones que contribuyan a la salida de la crisis, tremendamente agudizada tras los últimos acontecimientos, en los que los grandes especuladores mucho tienen que ver, sin que nadie sea capaz de meterlos en cintura. Personalmente, yo pienso que no es hora nada más que de intentar convencer a todo el mundo de que es necesario adoptar posiciones de generosidad que conduzcan a la salida de la crisis, pero no al coste de la ruina de nadie, y menos de los más desfavorecidos, sino como efecto de la unidad de acción de todos. Y enseguida me doy cuenta de lo ingenuamente utópico de lo que acabo de escribir, a la vista de las reacciones conocidas de los diversos sectores sociales, derecha y sus afines mediáticos incluidos. Todavía no es el momento de esperar cordura y generosidad, pues las cosas están que arden. Quiera Dios que ese momento no tarde mucho en llegar, pues ya no serviría para nada.

 

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