Los ciudadanos nunca sabemos lo que va a pasar

Nunca digas nunca jamás

Esta manera de gobernar crea desconcierto, inseguridad y desde luego desconfianza

Lo malo es que ha contagiado a sus ministros del mismo mal

Llevo tantos años contando lo que pasa en la política española que ya no me creo del todo las grandes proclamas de principios o de programas prometidos por quienes pretenden gobernar.

Cuando están en la oposición o en campaña electoral, los políticos prometen que es un primor, nada parece imposible para ellos, pero luego cuando gobiernan se enfrentan a la realidad, y entonces haciendo alarde de obligado pragmatismo, muchas de las promesas se guardan en un cajón a la espera de una oportunidad que a lo mejor nunca se presenta.

Hasta aquí lo normal. Quiero decir que no es que quienes prometen algo lo hagan sabiendo que no van a cumplir, ¡claro que quieren hacerlo!, sólo que en cada momento son las circunstancias las que mandan.

Y eso les pasa a los políticos y nos pasa a todos en nuestra vida cotidiana, de manera que no tomen mis palabras como una crítica acerada, sino como una simple descripción de la realidad.

Eso sí, de todos los presidentes que hemos tenido en nuestra ya madurita democracia, quien más dice y se desdice es el actual, José Luis Rodríguez Zapatero.

Por más que al presidente le moleste que le acusen de improvisar, lo cierto es que con él los ciudadanos nunca sabemos lo que va a pasar, nos sorprende casi todos los días y no siempre para bien.

Tanto nos sorprende que lo que en otros políticos se califica de pragmatismo en él termina siendo incoherencia, sobre todo porque un día asegura en tono solemne (la solemnidad le pierde) algo y al día siguiente hace lo contrario y lo justifica con la misma solemnidad.

Lo malo es que ha contagiado a sus ministros del mismo mal, o acaso es que los pobres no tienen más remedio que salir a defender lo contrario de lo anunciado por orden de su jefe.

Entre las últimas «perlas» está las prisas por renovar el Tribunal Constitucional, aceptando votar como futuros magistrados a Rafael Hernando y Enrique López, calificados como «inasumibles» por la familia socialista.

El Constitucional no se ha renovado porque los socialistas consideraban «inasumibles» a Hernando y López, y hace unos días el propio Zapatero aseguraba que no había por qué renovar el Alto Tribunal deprisa y corriendo y que este tenía plena legitimidad.

Pero ha bastado que José Montilla, flamante presidente de la Generalitat, le eche un pulso al presidente, para que éste se desdiga.

Por no hablar de las medidas adoptadas para reducir el déficit, congelación de pensiones y reducción del sueldo de los funcionarios, que una semana antes Zapatero también consideraba inasumibles y arremetía contra fórmulas similares, para luego anunciar solemnemente en el pleno del Congreso que iba a hacer lo que había asegurado que no haría.

O la decisión de enviar al BOE una orden prohibiendo a los ayuntamientos endeudarse más y al día siguiente decir que ha sido un error y que la medida entrará en vigor dentro de unos meses.

También llevamos semanas en que el presidente dice que no va a subir los impuestos, para luego decir que sí, volver a decir que no, y así hasta que los suba que será un día de estos.

Los ciudadanos nunca sabemos que nos va a deparar nuestro Gobierno y nuestro presidente porque no hay nada de lo que afirman que no van a hacer, que no sea susceptible de que se haga al día siguiente.

Esta manera de gobernar crea desconcierto, inseguridad y desde luego desconfianza. En fin, veremos que nos depara nuestro presidente y nuestro Gobierno mañana. Atentos.

 

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