Seguimos con los esquemas de nuevo rico

Políticos y estadistas

Todos advirtieron al presidente lo que se nos venía encima, pero no hizo caso a nadie

Políticos y estadistas
El Congreso de Diputados, casi vacío.

Hay politiquillos del montón, políticos profesionales más preocupados en que guardar su sillón, que en preservar el bienestar de quienes han depositado en ellos su confianza

Muchas veces hemos comentado aquella famosa reflexión de James Freeman Clark, según la cual la diferencia entre un político y un estadista es que el político piensa en las próximas elecciones y el estadista en las próximas generaciones.

Tal vez el problema de España es que tenemos una generación de políticos en estado puro, entre los cuales no hay apenas estadistas, hombres de estado que se eleven un poco por encima de las pequeñas miserias partidistas, que dejen de enredarse en lo cotidiano para pensar en el medio y largo plazo.

Si tuviéramos estadistas no nos veríamos como nos vemos, atrapados en una crisis que es económica pero también política y social.

Todos le advirtieron al presidente lo que se nos venía encima, pero no hizo caso a nadie.

Confiado en su Baraka, esa que le llevó a la Moncloa en un plis plas, Zapatero pensó que la solución a todos nuestros males vendría de fuera, que cuando la economía internacional comenzara a recuperarse habría un efecto contagio que nos sacaría de esta sin apenas mover un dedo.

Y mientras tanto seguimos con los esquemas de nuevo rico, con la realización de obras faraónicas, con las subvenciones a go-gó y con el festival de excesos.

Solo el año pasado, ya en plena crisis el gobierno se gastó 40.000 millones entre el plan E, el cheque bebe, las vacaciones semi pagadas, los planes renove etc. En definitiva, con ese tipo de políticas de brocha gorda cuyos rendimientos en votos, según el catecismo de Zapatero, serian muy fructíferos.

El problema es que tanto gasto superfluo nos ha llevado a una especie de callejón sin salida y la izquierda a fuerza de prometer que jamás tocaría el gasto social, ha entrado en el mismo como elefante en cacharrería y se ha quedado literalmente sin discurso y lo que es peor sin el apoyo de los ciudadanos.

Hay politiquillos del montón, políticos profesionales más preocupados en que guardar su sillón, que en preservar el bienestar de quienes han depositado en ellos su confianza y por eso la crisis trasciende lo meramente económico.

Ya no sabemos quien dice la verdad y quien miente cuando se tiran los trastos a la cabeza, cuando enarbolan continuamente el y «tú más», cuando partido y oposición manosean la palabra consenso hasta dejarla vacía de contenido.

Ni siquiera en estos momentos podemos hacer distingos ideológicos porque la izquierda asume los postulados de la derecha y esta parece coquetear con algunos de la izquierda, por lo que la confusión es mayor.

Necesitaríamos hombres de estado, estadistas que piensen en las próximas generaciones, pero solo tenemos políticos del día a día, de usar u tirar que no nos sirven de referentes porque su único horizonte son las próximas elecciones y así no hay manera.

Estamos atrapados en el laberinto de la fatuidad ¡que horror¡.

 

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