Basura

Basura
El presidente de la Diputación de Alicante, José Joaquín Ripoll, junto a la alcaldesa de Orihuela, Mónica Llorente, durante una protesta de vecinos. EFE

Cada día que pasa, España se parece más a Italia. La detención de una veintena de ciudadanos en Alicante, entre ellos, el presidente de la Diputación, que queda en libertad con cargos, es una noticia deprimente. Hablo de la depresión que provoca el observar que mientras unos pagamos impuestos otros se aprovechan del cargo, pero para el caso también sería correcto hablar de indignación. Porque lo de Alicante es lo último, pero episodios de presunta corrupción o de corrupción probada y en fase de juicio, los tenemos por decenas en toda la geografía nacional: en Mallorca, en Barcelona, en Madrid, en Sevilla, en Málaga…

Al PP pertenecen algunos de los detenidos en la última redada anticorrupción (Ripoll, el presidente de la Diputación de Alicante, es un dirigente importante, cabeza de la corriente «zaplanista», enemiga de Camps) y en Baleares sigue abierta la investigación en torno al ex presidente Jaume Matas. Pero en Palma hay media docena de detenidos que fueron altos cargos de Unión Mallorquina; en Barcelona las ramificaciones del «caso Palau» colocan bajo sospecha a Convergencia Democrática y otro asunto judicial, el bautizado como «Pretoria», ha llevado a los juzgados a varios dirigentes socialistas. Por no hablar del caso «Gürtel», en Madrid (otra vez sombras de corrupción sobre el PP) o en el caso de Mercasevilla sobre algún munícipe del PSOE.

Como digo, cada día nos parecemos más a Italia. Allí ya nadie se escandaliza por los casos de corrupción. Parece que tienen asumido que la función pública apareja esa miseria. Más aún, cambian las leyes no para atornillar a los corruptos sino para facilitarles la tarea. Aquí, todavía no hemos llegado a tanto, pero recuerdo que hace treinta años, cuando Alonso Puerta, a la sazón concejal socialista de Madrid, denunció un caso de corrupción -eran los primeros compases de la democracia-, en vez de investigar la fechoría, lo que hicieron fue expulsarlo del partido. Era una corruptela relacionada con una contrata de basuras. Igual que lo de Alicante. Sobre basura y formas de corrupción municipal, al parecer, no hay nada nuevo bajo el Sol. Por eso huelen tan mal estas historias.

 

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