Zapatero está siendo repudiado por sus sumisos dirigentes del PSOE
Empiezo a sentir una corriente de simpatía hacia el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE en la medida que sus súbditos le abandonan en silencio y todavía discretamente. Mientras Zapatero, con sus decisiones personalísimas y su forma de entender la política como un asunto propio sumaba, nadie osó nunca plantarle cara directamente en una reunión del Comité Federal o de la Comisión Ejecutiva. Es un lugar común, repetido hasta la saciedad por quienes pretenden haber sido excepciones en esa incondicionalidad.
Ahora le están haciendo una cama que él no ha sabido arreglar de manera adecuada. Sólo Felipe González, que va por libre porque se cree que ya está por encima de la historia, se atrevió a puntualizar las capacidades de Zapatero: el presidente, dijo Felipe, es dueño de su decisión de no presentarse a la reelección, porque nadie le puede obligar a que lo haga; pero para ser candidato tiene que contar con el partido…
Y ahí empiezan las confusiones. Para muchos el partido termina en los barones territoriales, y en los profesionales de Ferraz. El resto, el modesto militante de base que normalmente lucha por poder llegar a fin de mes o está ya en el paro, no sabe y no contesta, sólo porque no existen siquiera mecanismos para participar en un partido dominado por los tecnócratas, profesionales de la política.
Tomás Gómez ha manejado las listas de Madrid con técnicas leninistas o si se prefiere con un Stalinismo moderno que no requiere de eliminación física de sus adversarios. El ostracismo, en política, es no ser admitido en el club de los candidatos cuyas reglas de acogimiento las tiene cada cacique local o regional de los que Tomás Gómez ha terminado en constituirse en paradigma.
Para que las cosas queden claros, soy tan testarudo en estas denuncias del PSOE porque doy por hecho que las derechas siempre han actuado de esta manera. Y la designación de Francisco Camps como candidato a la vez que imputado, es el prototipo de esta forma de operar en la que el propio Mariano Rajoy fue ungido en su día por José María Aznar. Lo que ocurre es para las personas que nos consideramos de izquierdas, no nos es fácil comulgar con quienes han adquirido las tecnologías, el terreno de juego y algunos de los principios básicos de los proyectos económicos de las derechas.
Y por eso produce escándalo que quienes están obligados por la historia, por el compromiso ideológico que debieran tener ejemplaridad , sobre todo, por la responsabilidad ante unos militantes que están cada día más huérfanos de referencias, hayan abandonado los principios del partido que fundó Pablo Iglesias para convertir la política en un terreno de juego personal.
Zapatero está siendo repudiado por sus sumisos dirigentes del PSOE. Muchos de ellos no quieren que el presidente del Gobierno vaya a hacer campaña a las autonómicas y municipales, porque creen que la marca «ZP» se ha convertido en un lastre. Pero al mismo tiempo no tienen el coraje de hablar en un Comité Federal para exigir un Congreso Extraordinario que dilucide un nuevo liderazgo o convalide el de Zapatero.
Siento tanta repugnancia por los traidores que se convierte en simpatía hacia quien creo que ha llevado al PSOE a la catástrofe. Hace mucho tiempo, prácticamente cuando el presidente llevaba un año y medio en el poder, que empecé a darme cuenta de la fragilidad de su proyecto político, de su falta de capacidad intelectual y de su ejercicio autoritario del poder. Y mi posición de crítica desde la izquierda democrática ha sido azotada por los hooligans de La Moncloa que ahora empiezan a enmudecer.
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