ETA no desaprovecha ninguna oportunidad, ni el 'proceso de paz' ni la sentencia del Tribunal Constitucional, para llevar su estrategia política a sus últimas consecuencias
El peor legado del zapaterismo no van a ser los casi cinco millones de parados, que al fin y al cabo no constituyen una herencia voluntaria por más que sean en gran medida fruto de la incompetencia y del mal gobierno.
El lastre más grave de esta etapa desdichada lo constituye la legalización de Bildu, siniestra consecuencia del llamado Proceso de Paz que ha entregado el poder a los representantes de ETA, ha retrocedido una década la lucha antiterrorista y ha acercado el horizonte de la secesión vasca.
Por no hablar de la humillación de las víctimas, equiparadas ahora a sus verdugos en el hipócrita lenguaje de estos falsos apóstoles de una reconciliación equidistante que pretenden hacer pasar por apostasía de la violencia.
Y -como subraya Ignacio Camacho en ABC- todo ello sin que la banda haya hecho siquiera amago de disolución, de rendición o de renuncia, ufanándose por el contrario del indiscutible éxito de su estrategia política.
«Por primera vez en catorce años, ETA se ha permitido ocupar el primer plano del aniversario de Miguel Ángel Blanco con una declaración triunfalista y jactanciosa superpuesta a la dolorosa conmemoración del más repudiado de sus crímenes».
El comunicado de ETA publicado por «Gara» es un ejercicio práctico de la teoría de vasos comunicantes de la banda terrorista con la izquierda abertzale.
Tras beneficiarse de las trampas de un «proceso de paz» cuyos detalles tendrá que aclarar la Justicia, los terroristas consideran que en las elecciones del 22 de mayo se «ha ganado la batalla política e ideológica de la ilegalización».
Con la sentencia del TC sobre Bildu, y sin necesidad de atribuir a sus magistrados juicios políticos de intenciones, la estructura legal construida sobre la Ley de Partidos Políticos se ha venido abajo. ETA se jacta de lo mismo que denunciaban los informes policiales y el anterior ministro del Interior: Bildu está en su estrategia.
Lo grave de la cuestión es la claridad sobrecogedora con que las dos ramas del conglomerado etarra admiten formar parte de una comunidad de intereses definida por un proyecto de poder.
ETA transmite, y Bildu acepta, que la violencia criminal ha sido necesaria para alcanzar sus objetivos, y se reserva la posibilidad de administrarla como garantía de avance en su delirante proceso.
Es decir, que los 860 muertos le han servido para obtener una recompensa política con la que en modo alguno están dispuestos a conformarse.
De este modo blasonan sin tapujos de aquello que los defensores de la legalización insisten en negar: que el libre acceso a la vía política constituye una contrapartida por el cese temporal de la actividad terrorista, conclusión que desbarata el entramado moral que ha sostenido hasta hoy la resistencia democrática.
Porque para llegar a este punto sobraba tanto dolor y tanto luto, y para terminar cediendo de este modo Miguel Ángel Blanco podía haber llegado a ser un aceptable batería de su grupo musical.