El futuro que no llega.

MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Las demoledoras cifras de paro, la imparable necesidad de los bancos de dotarse de mayores recursos y la asunción de que esta crisis va a durar muchos años, que nada se va a resolver a medio plazo y que nada será posible sin inmensos sacrificios conlleva que el futuro deseado se aleje en las conciencias de los ciudadanos y en el ánimo general de España.

Que en nuestro país existan millón y medio de familias con todos sus miembros en paro es algo que produce escalofrío y que explica a la perfección las llamadas a la solidaridad por parte de organizaciones como Cáritas que se ven desbordadas por gentes, cada vez más españoles, necesitadas de comida y abrigo.

Los ciudadanos que han respondido a la ultima encuesta del CIS parecían conocer de antemano los resultados de la EPA. Para más del ochenta por ciento de los ciudadanos el paro es el principal problema y la lástima es que los políticos aparezcan como tercer elemento de preocupación.

La sensación de ineficacia, de vivir en un mundo que no es el real, el pronunciamiento de discursos más dirigidos a atacar al adversario que a los ciudadanos, contribuyen a esa escasa valoración. Sin embargo, una vez más es necesario poner en valor el papel de la política y de los políticos. Lo contrario es bordear el abismo de la selva.

Por ello y ante la campaña electoral, sus principales actores que son los candidatos deberían tener un ataque de sensatez y poner en segundo o en último lugar cuestiones que solo son permisibles cuando el tiempo es feliz. Pero no estamos en tiempos felices. Al contrario.

Vivimos tiempos de desazón y desesperanza. Sabemos cuál es nuestro presente pero no nos atrevemos a imaginar el futuro ya que la angustia de hoy nos impide recrearnos en lo que puede ser porque, y ese es el problema, no tenemos herramientas para poder forjar el más mínimo sueño.

En esta encuesta del CIS que se ha adelantado a la EPA el terrorismo preocupa al tres por ciento de los ciudadanos. Afortunadamente llevamos mucho tiempo sin un muerto y si hay que hacer caso a los más optimistas no los habrá en el futuro. La reacción de prudencia de las fuerzas políticas ha sido un acierto y un acierto ha sido también el no ceder a las prisas que algunos reclaman.

Ahora lo urgente, lo que los ciudadanos reclaman, lo que España y los españoles nos merecemos es ir quitando telarañas del ánimo colectivo que el duro presente ha ido tejiendo en torno a cada uno de nosotros y, poco a poco, ser capaces de comenzar a imaginar el futuro.

Esta y no otra es y debe ser la tarea prioritaria de quien , después del 20N, asuma la terrible responsabilidad de dirigir el Gobierno de España, sabiendo que gane quien gane no caben los milagros. La varita mágica con la que nuestro Presidente Rodríguez Zapatero ha tratado siempre de sortear la realidad se ha oxidado. No son tiempos de magia, sino de política pero de la de verdad, de esa que se escribe con mayúscula y que llegado el momento se atreve a decir lo que nadie quiere oír y a hacer lo que nadie desea que se haga. De lo contrario el futuro no llegará nunca.

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