Un chotis imposible.

MADRID, 25 (OTR/PRESS)

El chotis se baila en pareja. Cuando se quiere bailar a tres, los pisotones más o menos intencionados son inevitables. La chica se dio cuenta y despidió al sobrante. El sobrante era Francisco Granados, secretario general del PP madrileño hasta el miércoles pasado. Su destitución ha sido fulminante por parte de la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre. Nombrado para el cargo el vicepresidente del Gobierno autonómico, Ignacio González, queda éste como todopoderoso número dos de la lideresa, en el Gobierno y en el partido.

De este modo, Aguirre pretende blindar su sucesión frente a eventuales maniobras de la reforzada dirección nacional. Algo mucho más verosímil desde que Granados, descabalgado del Gobierno tras las elecciones territoriales de mayo, se pasaba el día en su despacho de la calle Génova. Es decir, respirando la atmósfera triunfalista de Mariano Rajoy que, como se sabe, había sido expresamente desahuciado como aspirante a la Moncloa por la presidenta madrileña.

El roce hace el cariño. Así que con el paso del tiempo Francisco Granados fue acercándose al bando de Rajoy y alejándose del bando de la lideresa, a sabiendas de que don Mariano tiene buena memoria y no ha olvidado la campaña que aquella le hizo después de las elecciones generales de 2008 para descabalgarle como candidato por tercera vez.

Ver a quien había sido uno de sus dos hombres de confianza participando en la reciente campaña nacional junto a Cospedal, Mato, Arenas y otros dirigentes del equipo de Rajoy fue demasiado para Aguirre. Si además tenemos en cuenta que su número dos del Gobierno, Ignacio González, le estaba soplando a la oreja continuamente lo indiscreto y lo desleal que estaba siendo Granados, por la presunta difusión de rumores envenenados, el desenlace era previsible.

Mucho han cambiado las cosas desde que, en vísperas de las elecciones de 2008, reclamaba a Rajoy igualdad de condiciones para disputarle a Gallardón la sucesión de un líder nacional en horas bajas. Ahora Gallardón va cosido a la irresistible ascensión de Rajoy y ella va de retirada. La evidente abdicación de todos los poderes en manos de Ignacio González tiene todas las trazas de ser una operación sucesoria de cara al congreso que el PP madrileño va a celebrar esta primavera. Lo siguiente sería el paso atrás de la presidenta antes de terminar la Legislatura.

Pero la operación no es tan fácil. Porque González carga con dos problemas. Uno, que al contrario que Granados, tiene su anclaje político en la presidenta pero no en el tejido organizativo del PP. Y otro, porque no tiene ni tendrá las bendiciones de Mariano Rajoy, que se acaba de convertir en el gobernante con más poder orgánico e institucional, nacional y autonómico, de la historia de la democracia española.

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