En este indefinido escenario poselectoral, hay extrañas coincidencias entre PP y PSOE. Más allá de las conversaciones «diarias» que mantienen Rajoy y Zapatero para el traspaso de poderes, hay gestos de puertas para adentro y que anticipan roles, papeles.
No sorprende en Génova que los movimientos los lidere Soraya. Por encargo de Rajoy, la antigua novicia del convento popular sigue ejerciendo de madre superiora: visita todos los ministerios, reuniones con sus titulares para dejar bien atados los traspasos en Economía, Sanidad, Interior…
Relevantes también, las compañías: la mayoría, ministrables. Otro gesto, siempre de puertas para adentro, ocurrió tras la reunión del presidente electo con el viceprimer ministro británico Nick Clegg.
Rajoy descolgó el teléfono: «Ven a Génova. Quiero que te veas con Clegg». Y allá fue: «Número dos frente a número dos».
La foto, de consumo interno, de dos homólogos que, salvo por la foto, carecía de sentido tras el encuentro del jefe. Pero vamos a las extrañas coincidencias.
Hace dos días, un histórico diputado del PSOE abordó a Soraya:
«Necesito verte».
«Mañana, en mi despacho».
Impermeable reunión que llegó a oídos de algunos, que rápidamente interpretaron como un intento de «no echar sal en la herida», dado que el PSOE no lo tiene fácil.
Tras la investidura de Rajoy, comenzará una guerra interna que acabará en refundación. La que se evitó cuando ZP se aupó frente a Bono. Ahora, el PSOE «ha de encontrarse de nuevo».
Un debate de principios y valores que no acaba sino que empieza en febrero. Serán dos años en los que Rubalcaba será el papa de transición, cuya labor es guardar la silla a quien más suena: Patxi López. Quien toca a la puerta de Soraya busca una tregua.
Porque al PSOE puede pasarle como a quien alimenta a los leones en el zoo: que, al quedarse sin alimento, acabe devorado por las fieras.