Era ya bien avanzada la mañana del lunes 19 de diciembre, cuando Benavides y Malospelos, los leones de la Puerta del Congreso de los Diputados, dejaron de ventear los aires que corrían por la Carrera de San Jerónimo para atender a lo que pasaba dentro del Palacio de Las Cortes: Mariano Rajoy, el gallego, comenzaba el discurso con el que pretendía ganar la Investidura para ser Presidente de Gobierno.
Hasta ese momento, Rajoy se había revelado como un gallego de un tipo tan especial que no es que fuera difícil de precisar si subía o bajaba una escalera: es que, más práctico, parecía que usaba el ascensor.
Pero a las doce de la mañana, minuto más, segundo menos, se levantó de su escaño, bajó seis escalones, se encaminó a la Tribuna de Oradores, se agarró a la barandilla de una de las escaleras, la de la izquierda, ascendió cinco escalones para subir al estrado y se paró. Estaba claro, iba a subir, bajar escaleras y pararse en el estrado tantas veces, como fuera necesario.
La primera bajada del escaño y subida a la Tribuna de Oradores la usó para definir su Programa de Gobierno y concretar su forma de hacer política:
– Diálogo, sin mirar atrás ni pedir responsabilidades que ya hayan sido sustanciadas por las urnas- al bajar la escalera.
– Confianza en que los españoles son capaces de unir fuerzas para superar los momentos de dificultad. – Al subir a la tribuna de oradores
– Y machaconería galaica en la tribuna con las dos precisiones que fueron casi obsesiones a lo largo del día: Crear empleo y procurar la competitividad. Y para ello, un conjunto de medidas: Austeridad en el gasto, de todos los gastos, excepto el aumento necesario para actualizar el poder adquisitivo de las pensiones. Responsabilidad presupuestaria de todas las Administraciones Públicas. Saneamientos de los balances, con el afloramiento de las trampas contables por la sobrevaloración de inmuebles. Reestructuración del sector financiero. Reforma laboral para crear empleo. Menos y mejores leyes. Reforma del sistema educativo, procurando el bilingüismo con un bachiller de 3 años. Reforma del sistema energético, para aprovechar todas las energías que tenemos. Definición de un Plan integral de Turismo, para la principal industria exportadora. Reforma de la administración de Justicia, para hacerla más rápida y más eficaz. Atenciones a la Agricultura, a la pesca y al patrimonio medioambiental. Reconducción de la Política Exterior. Y atención especial a los jóvenes, para que «la vida no les trate pero que a sus padres».
Las siguientes subidas y bajadas las usó para otras cosas:
– Precisar que el Viernes Santo seguirá siendo Viernes Santo y se seguirá celebrando en viernes, aunque haya que suprimir los puentes.
– Atemperar las urgencias verbales de un Alfredo Pérez, esperanza fallida del PSOE, propenso al pacto, mientras dos presidentas autonómicas (Esperanza Aguirre y Luisa Fernanda Rudí) escuchaban atentas a una tercera (María Dolores de Cospedal) ajenas las tres al ahora insignificante y otrora importante Rubalcaba, que avisaba de «activos tóxicos» y trataba de evocar, y justificar, viejas glorias y no olvidadas desgracias del pasado.
– Escuchar a Durán, el portavoz aragonés de un partido catalán, Convergencia y Unió, que manifestaba, sin ningún pudor y en el Parlamento Español, que «el primer compromiso y prioridad de CIU es Cataluña», en lugar de España, e intentaba, a continuación, «profundizar en la revisión de las relaciones de Catalunya con las instituciones del Estado», el «Pacto Fiscal y las relaciones Catalunya-España», sin advertir que tal relación era la de una parte del conjunto (Cataluña) con el todo de ese mismo conjunto (España). Y levantar la vista al techo, al menos tres ocasiones, para ver la enorme «grieta que hay a lo ancho del hemiciclo, al lado de los impactos de los disparos de Tejero» y pulimentar las pretensiones del maño para hacerlas concurrentes con las leyes.
– Acoger con mansedumbre las afirmaciones de la portavoz de Unión Progreso y Democracia, Rosa Díez, que trataba de imprimir magisterio sobre la integración en Europa, la erradicación de la Corrupción o la conveniencia de una reforma electoral. Y propiciar, devolviendo la enseñanza, los mejores momentos parlamentarios del día: La explicación de cómo se ha hecho la Unión Europea, La proclamación de que la mayoría de los políticos son personas honestas y La afirmación de que la ley electoral vigente reúne la aquiescencia de la Cámara y ha permitido el funcionamiento de la democracia con todos los gobiernos habidos: UCD, PSOE y PP.
– Aceptar la oferta del voto afirmativo sin contrapartidas del asturiano Álvarez Sortres, portavoz del FAC.
– Y conseguir el aplauso entusiasta y vehemente, de dos diputados socialistas, sí dos diputados del PSOE unidos al aplauso del Partido Popular, por una réplica a Rosa Díez que quedará en los anales de la Cámara como con una gallegada excelsa. Ante el temor de la Portavoz de UPyD de haberle enfadado y cabreado, el gallego replicó: «No estaba enfadado, estaba contento. Antes de oírla, yo estaba contento porque creí que la había convencido. Ahora no sé si estoy contento o no. Espero que vaya entrando en razón a lo largo de la legislatura».
Era ya bien avanzada la noche, cuando el gallego de las escaleras, dudó entre tomar, o no, el ascensor, para llegar al garaje. En la calle había 7 grados de temperatura y el reloj marcaba, casualidad o cosa de meigas galegas, las 22,22, cuando Mariano Rajoy, en su coche, pasó ante la Puerta del Palacio de las Cortes custodiada por las magnificas efigies de los dos leones del Congreso.