Henry Parrot fue condenado a 48 siglos de prisión por 82 asesinatos en 26 atentados diferentes. A Idoia López Riaño, «la Tigresa», le cayeron más de dos mil años de cárcel por asesinar a 23 personas. Ambos, Parrot y «la Tigresa», tienen el triste honor de ser el hombre y la mujer más sanguinarios de la banda terrorista ETA. Ninguno de ellos mereció la atención por parte del Ministerio Público de dedicar tres fiscales como parte acusatoria en sus juicios por tan execrables crímenes.
El peligroso expresidente de la Generalitat valenciana, Fracisco Camps, sí ha sido distinguido por la Fiscalía como meritorio para que tres fiscales, tres, se dediquen durante tres años a perseguirle, sentarle en el banquillo y acusarle del abominable delito de recibir cuatro trajes sin tan siquiera formar parte de una trama de corrupción.
Y es que cuando en el juicio la defensa preguntaba ayer de forma reincidente a distintos responsables de la Administración autonómica sobre si recibieron indicación alguna para conceder algún trato de favor a las empresas de la -esta sí- corrupta Gürtel, el juez exclamaba: «¡Pregunta improcedente! ¡No conteste, no conteste!»
Ojo al dato: es la defensa del peligroso expresidente de la Generalitat la que quería que constara si alguien había presionado o sugerido a los repartidores del maná de las adjudicaciones para que se favoreciera al Bigotes y su tropa. ¡La defensa quería que el jurado escuchara la respuesta y el juez negaba por improcedente la cuestión! Vivir para ver.
Es más, cuando el sastre que reconoce que no era sastre tiene que escuchar la lectura de sus primeras declaraciones en las que él mismo aseguraba que Camps se pagaba sus trajes y acto seguido negó su propia declaración en el juicio ante los nueve hombres y mujeres «justos» y un juez «imparcial», las fiscales no incidieron en tal contradicción sino que les bastó la negación porque parece ser la versión que más conviene a sus tesis acusadoras.
Tres fiscales, tres, que escucharon grabaciones ilegales exculpatorias referidas al peligroso reo y que coincidieron con el juez en apartarlas del sumario porque, a lo que se ve, tampoco convenían demasiado a su acusación. Tres fiscales, tres, para el Guinness records. Camps honrado con que cada mañana tres representantes del Ministerio Público dediquen su jornada a acusarle de un crimen cuya máxima pena es una multa. Ni el más sanguinario terrorista tuvo jamás tanto honor. Y no es una inocentada.
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