Como siempre y lo de siempre. Si el Movimiento 15M contribuyó de manera decisiva en la debacle socialista, qué poco han entendido los grandes pilares del socialismo español, los de la transición, los líderes emergidos de Suresnes, el socialismo tradicional y clásico, de la necesidad de dar un cambio radical no sólo en sus plateamientos, sino, y sobre todo, en su forma de relacionarse con sus votantes.
Han sacado toda su artillería, los viejos tanques, los cañones ya curtidos en mil batallas…y han conseguido dejar a un lado la auténtica renovación. Hasta donde se deduce de sus palabras, de sus gestos, de su propia trayectoria y de la sinceridad de sus planteamientos, Carme Chacón, mujer, socialista, catalana, joven, prometía integrar a todos.
Y sin embargo, del Congreso de Sevilla, ha salido el socialismo de siempre. El de las tres derrotas consecutivas, municipal, autonómica y nacional. El socialismo que perdió el pulso y el pálpito de la calle, el de la desafección de más de cuatro millones de votos decepcionados. Rubalcaba, apoyado en González y Guerra, Bono, Benegas, Almunia, Chavez, Ibarra y los barones, ha dejado a la mitad de sus militantes, que encarnaban el entusiasmo, la autocrítica, la democracia interna y la adaptación al siglo XXI, arrinconados y fuera de la nueva Ejecutiva.
La gran oportunidad, perdida, vuelve a tener cara, pensamientos, discurso y hasta voz, de mujer. Hasta Rodríguez Ibarra se permitió llamarla despectivamente «Zapatero con faldas». Chacón representaba la libertad y Rubalcaba la seguridad. El miedo a la libertad ha vuelto a hacer de las suyas. Casi un cincuenta por ciento de los representantes de la militancia socialista española, tenía su corazón y su voto entregados a aventurar un cambio radical, con una mujer como secretaria general y aspirante a la presidencia del Gobierno por primera vez en la historia del socialismo español.
De nada sirvió, a la hora de la verdad, que González adorara a Carme Chacón, que ella declarara ser felipista y zapaterista, otra vez se impusieron los socialistas aferrados a lo seguro, a lo viejo, a lo de siempre. Para el aparato, el 15-M y la calle, no parecen ser más que músicas celestiales. Ellos siguen tocando la misma música, esta vez, eso sí, con distinta letra.
Muchos somos los perdedores en esta batalla. No solo casi la mitad de la militancia socialista, sino y sobre todo esa barbaridad de votos externos huidos que ya no confían en un socialismo capaz de ser integrado e integrador, pegado al sentir ciudadano y a los retos que plantea la democracia en pleno siglo XXI de un mundo globalizado que exige escuchar todas las voces.
Rubalcaba ha demostrado poco músculo renovador a la hora de confeccionar la lista de la nueva dirección del partido. Si escuchar todas las voces, significa, poner al mando sólo a los suyos, poca credibilidad nueva añade a los resultados de su reciente derrota.
Hasta el tono del discurso final, la guturalidad de la aspirante, su timidez y la falta de dominio en su propia voz jugaron una mala pasada frente al ademán de viejo zorro de la política, alineado con los viejos zorros. Todo ello terminó de conjugar la derrota, por la mínima, de Chacón, que aunque estuvo a punto de conseguirlo, no logró la victoria. Rubalcaba dijo que «nadie lo iba a quebrar» que si tenía que revisar los pactos con el Vaticano, hasta allí llegaría.
Mientras Chacón, muchos más joven y menos avezada en los grandes mitines, fue traicionada por su propia juventud, por su falta de dominio al ser consciente de que nadaba entre dos aguas y ello le impidió sentirse a gusto y segura en su discurso. Matices que hacen daño.
Rubalcaba prometió la unidad, y a las pocas horas de su ajustado resultado, hizo exactamente lo contrario. Formó una Ejecutiva de fieles, ignorando que casi un cincuenta por ciento querían una lista de integración.
Apenas algún verso suelto, como el de Maru Menéndez, número dos de Tomás Gómez, tuvo plaza en el nuevo órgano de dirección del partido.
Una vez más, el consabido pecado socialista de las últimas décadas, el cainísmo, los vencedores que dejan fuera a los perdedores, ha vuelto a subir al podio de una victoria endogámica que deja fuera las esperanzas de los movimientos de la indignación ciudadana española. Un Congreso, en definitiva, cerrado en falso una vez más.