Alfredo Pérez Rubalcaba tiene un problema añadido. Su compañera en el Gobierno de Zapatero, Elena Salgado, ha sido fichada por una eléctrica para un cargo en su filial de Chile. No han pasado cien días desde que abandonó la vicepresidencia económica del Gobierno y ya está colocada con una empresa que dependía directamente de su área de gobierno. La ética de la responsabilidad y la ética del compromiso tiene un agujero negro en la órbita del socialismo –Roma sí paga a traidores (Salgado)-.
Roma no incitó a la traición con sus recompensas -según dice la historia- porque despreciaba conceptualmente la falta de lealtad aunque se aprovechara de ella.
No son siquiera los tiempos de la Roma Imperial porque el neoliberalismo carece siquiera de una ideología más allá del beneficio. El capitalismo trabaja igual de cómodo con Pinochet que con Merkel. Los derechos humanos y los de los trabajadores son anécdotas en su agenda económica.
Para decirlo con exactitud matemática no es conceptualmente totalitario-fascista. No le importa navegar en un universo de derechos democráticos si estos no limitan sustancialmente sus beneficios.
Elena Salgado arrastra varias leyendas. Una significativa, para mi, es el ejercicio de Yoga a 42 grados centígrados de temperatura ambiente. Seguramente la meditación, el equilibrio del cuerpo y la expurgación de sus toxinas, tiene que ver con su leyenda de espartana en sus comportamientos.
Siempre ha sido una política dura. Tuvo la pequeña coherencia de no afiliarse nunca al PSOE; con lo que a lo mejor para ella tiene una justificación para hacer lo que desde la ética del compromiso es absolutamente obsceno.
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