Hoy es una de las fechas grandes del calendario laico de la ONU y de la progresía: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Prepárense para un bombardeo de quejas y de trivialidades en las tertulias y los telediarios.
De este bombardeo se salva Mayte Alcaraz, en ABC: “Nos han inoculado que la derecha nunca ha sido feminista: pintadas como un atajo de pijas con pulsiones insolidarias, las escépticas de esta causa tan oportunista como sinsustancia hemos sido flageladas por la cultura dominante que consiste en que si no levantas una pancarta estás muerta. Las abanderadas de ese feminicidio intelectual se echarán a la calle hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, esta vez sin el BOE como alma arrojadiza. Será entonces tiempo de recordar a las pajines, aidos y delavegas de turno que nunca olvidaremos cómo con la boca grande pedían igualdad y con la pequeña paladeaban tes morunos con ciertos amigos de los imanes que enseñan a no querer a las mujeres”. Una pena que sea tan corta la columna.
Aunque Ángeles Caso comienza su tribuna en El País –También las mujeres sabían pintar– denunciando una conspiración masculina de críticos, historiadores y conservadores, pero pasados los primeros párrafos asciende en calidad, ya que recuerda algunas mujeres de la Edad Media y del Siglo de Oro que participaron en las artes y que son hoy desconocidas. Caso, si te quejas del mandarinato y las castas estás en el lugar ideal. ¿No recuerdas que El País ha llegado a borrar de las listas de libros más vendidos de la Feria del Libro a los autores que molestaban a Cebrián y a negar derecho de réplica a sus bestias negras, como la FAES y Pío Moa?
Isabel San Sebastián recuerda que ella y otras dos periodistas con hijos promovieron una campaña para reclamar a los políticos medidas de apoyo a la maternidad. Y palo a las profesionales del feminismo: “ninguna Leire Pajín o Bibiana Aído puede darnos lecciones de lo que significa ser mujer, trabajadora y comprometida con el progreso de nuestro sexo”. Curiosamente, ni Pajín ni Aido tienen hijos. ¿qué puede saber ellas de conciliar (ahora verbo intrantisitio) ni de trabajar.
Y acabemos este repaso con la simpar y gentil Maruja Torres, que nos ilustra en El País –8 de marzo– sobre las diferencias entre coñazo y cojonudo, para atizar a la Real Academia de la Lengua.
Alfonso Ussía se despide de José Antonio Vera como corresponde a un aristócrata simpático que trata con la plebe: “Me debes una cena con angulas, José Antonio.” Es la última frase de su columna. Pues que no sea a costa del presupuesto de Efe, Alfonso –José Antonio Vera-.
En La Razón, José Luis Martín Prieto –Garzón peronizado– se une a los columnistas que piensan que el mundo sigue yendo en 600: seis días después del show de la aparición de Baltasar Garzón en el Congreso argentino, les dedica a éste y a Hebé de Bonafini su columna.
En La Vanguardia, Lluis Foix –La victoria de Purtin y Europa– y en ABC Darío Valcárcel también llegan con retraso, aunque menos: ambos comentan las elecciones rusas a los cuatro días de haberse celebrado; el veterano Valcárcel encima le da consejos a Putin sobre cómo hacer las privatizaciones ¿Por qué los jefes de opinión de sus periódicos no cambian la fecha de publicación de sus columnas o ellos no dicen algo distinto? Ramón Pérez-Maura al menos dedica la suya a las primarias republicanas de Estados Unidos.
Fuera de los tópicos y los retrasos, Francesc de Carreras lamenta en La Vanguardia –‘Revista de Libros’– la desaparición de la Revista de Libros, que dirigía Álvaro Delgado-Gal y pagaba la Fundación Cajamadrid. ¿Tanto costaba mantenerla? Seguro que menos que las dietas del consejo de Bankia.