Estaba cantada, sí. La huelga general era un clamor, no precisamente social sino sindical. A los sindicatos el Gobierno de Mariano Rajoy les ha durado tres meses. Ya está convocada la huelga general para el 29 de marzo. El pretexto: la aprobación ayer en el Congreso de la reforma laboral.
Estamos ante una cita ansiada desde que el pasado 20-N el Gobierno socialista perdió el poder. A mediados de febrero llamaban ya a convertir la calle en «un hervidero». Primero, eso sí, querían conocer el estado de ánimo de los ciudadanos con un calendario de movilizaciones que no les impida irse de puente. Este domingo, octavo aniversario de la mayor masacre terrorista de España, es su día clave.
Conviene recordar que la anterior huelga general, la del 29 de septiembre de 2010, la única que le montaron al Ejecutivo de Zapatero, en teoría fue por los recortes de su decreto del mes de mayo para contener el déficit. Las fechas hablan por sí solas.
El 12 de mayo Zapatero anunciaba el mayor recorte de la historia a funcionarios, pensionistas y dependientes. Un mes tardaron los sindicatos en reaccionar. En junio anunciaban la convocatoria de su primera y única huelga general contra el Gobierno socialista. Pero aunque el anuncio fue en junio, aplazaban la convocatoria tres meses, ¡hasta el 29 de septiembre!. Un calendario con amortiguadores, ralentizado y, a todas luces, una convocatoria realizada con la boca pequeña para minimizar su impacto.
Ajenos al los 5,3 millones de parados, los responsables sindicales son conscientes de que la reforma laboral suprime el «despido express» socialista y la concatenación de los contratos temporales a perpetuidad. Nada dicen de ello. Se flexibilizan las condiciones de trabajo para que el empresario no se vea abocado al despido de los trabajadores como única salida ante la crisis.
Cierto es que puede haber abuso por parte del empleador pero no menos cierto es que la anterior legislación no ha impedido la expulsión del mercado de trabajo de más de tres millones de personas en los últimos años, y los sindicatos no han salido a la calle para defenderlos. Lo que de verdad le duele a la clase sindical es que cambia las relaciones laborales para siempre porque los convenios colectivos dejarán de estrangular empresas y la pérdida de poder sindical es histórica.
Ahora, con el Gobierno de Rajoy no han tardado ni 24 horas en convocar la huelga general desde que la reforma laboral ha sido aprobada en el Congreso de los Diputados. La fecha elegida coincide con el día previo a la presentación de los Presupuestos Generales del Estado.
El Gobierno no va a retirar una reforma que, se quiera o no, es imprescindible para modernizar España, hacerla más competitiva y dotarla de credibilidad ante el resto de los socios europeos e inversores internacionales. A veinte días de la huelga general cantada, la pregunta que cabe hacerse es: ¿Y después qué? ¿Hervidero permanente o trabajar para salir de la crisis?