Este domingo 25 de marzo de 2012 los andaluces y los asturianos estaban convocados por sus respectivos presidentes autonómicos, José Antonio Griñán y Francisco Álvarez Cascos, con un mismo fin: elegir los diputados autonómicos de la Comunidad Autónoma.
Sin embargo, los motivos de la convocatoria eran bien distintos, ya que al andaluz le acuciaba el calendario, una vez agotada la legislatura; y al asturiano el corsé político que le habían impuesto socialistas y populares y que imposibilitaba su programa de gobierno.
Además de las personas y formaciones que se ofrecían para administrar los intereses de las dos comunidades autónomas, los electores debían optar entre formas distintas de concebir la acción política:
En Andalucía se trataba de elegir entre los modos socialistas y el vasallaje social al PER (Plan de Empleo Rural) o la liberación del mismo y la alternancia en el poder.
O, lo que es lo mismo, entre el mantenimiento de un entramado sociopolítico complejo con algunas, demasiadas, corruptelas y un subsidio anual tutelado por el Estado (por trabajar un mes, pagado por todos y en beneficio de unos pocos); o la implantación de una dinámica autonómica acorde con los nuevos tiempos y la revisión de las ayudas sociales posibles en un estado económico como el presente.
En Asturias la disyuntiva se encontraba entre el mantenimiento del status sociopolítico autonómico existente, que había sido impuesto por los socialistas a lo largo de los años; o las modificaciones que propugnaba Foro Asturias, imposibles con un reparto de poder como el existente en la Cámara Asturiana.
Una vez las urnas abiertas y contados los votos, los resultados electorales no definen la optativa radical que era posible.
Por el contrario, los electores de las dos comunidades, a la vista de la situación en sus respectivas autonomías y de los programas ofertados, se han inclinado por propiciar una solución de continuidad sin cambios bruscos.
Lo mismo en Andalucía, donde se ha producido un Guadalete conjunto y con pérdidas para Griñán (en votos respecto al pasado) y Arenas (en cuanto a expectativas), que en Asturias, donde la llamada anticipada a las urnas no ha producido los resultados que apetecía el convocante: Un Francisco Álvarez Cascos convertido en un Pelayo Paco Cascos.
En Andalucía, los electores, aunque le han dado la mayoría al Partido Popular, no se la han conferido en cuantía suficiente como para que Javier Arenas desbanque de la presidencia de la Junta a un José Antonio Griñán que podrá conservar el cargo si utiliza el apoyo de la Izquierda Unida que encabeza Diego Valderas.
De esta forma, con la inclusión como árbitro de un tercer grupo no incurso en los casos de corrupción, los andaluces propician la continuidad de las «ayudas sociales» que económicamente sean posibles y, a la vez, evitan que el control de los dineros públicos siga en las manos únicas de la fuerza política socialista que ha propiciado los casos de corrupción recientes.
Los asturianos, por su parte, aunque le han dado la mayoría al PSOE, tampoco se la han concedido con entidad suficiente como para gobernar con otras fuerzas de izquierda y al margen de los partidos de la derecha política que, en conjunto, han conseguido mayoría suficiente como para gobernar si unen voluntades.
De esta forma, las fuerzas políticas que acceden a la Cámara astur, Foro Asturias y Partido Popular, se ven en la necesidad de establecer unos pactos de gobierno que no fueron capaces de establecer en el pasado.
Pero las elecciones del día 25, además de las atenciones autonómicas que se decidirán en sus ámbitos respectivos, merecen una reflexión aparte, porque son las primeras que se celebran siendo Mariano Rajoy presidente del Gobierno, ocupando Alfredo Pérez Rubalcaba la secretaría General del PSOE y ambos al frente de los dos partidos políticos en los que se asienta la estabilidad política nacional.
Desde esta óptica, los resultados electorales significan la decisión de astures y andaluces de no modificar el bipartidismo existente; y el comunicado, de hecho, de que se prefieren los equilibrios y controles entre las fuerzas políticas a la entrega del poder total a un solo partido.
Y es que el electorado no ha entregado mayorías absolutas ni mantenido la tónica de las últimas Elecciones Generales pasadas, ni aún con la debacle socialista reciente, los casos de corrupción aireados y conocidos por todos y los desastres acarreados por sus acciones de gobierno.
Se podrá analizar a continuación si las acciones del Gobierno de Rajoy han sido las adecuadas en vísperas de las elecciones autonómicas, si no hubiera sido mejor actuar con contundencia frente a los desmanes socialistas descubiertos, si no se debieron de retirar los focos de propaganda que se han mantenido en las televisiones aún en manos socialistas o si, en definitiva, no hubiera sido preferible que el Gobierno en mayoría se hubiera ejercido con la energía que algunos apetecían y al margen de otras fuerzas políticas.
A la vista de los resultados electorales y aunque las censuras y un cierto grado de desilusión podrían ser admisibles, conociendo la realidad nacional y de cara a lo que se avecina, no parece que por el momento sea posible emitir una opinión categórica.
A continuación, parece oportuno echar un vistazo a la realidad del primer partido de la oposición para, tras la pérdida del poder nacional, ver su situación tras estos comicios.
Y es que, desaparecido de la escena política nacional el denostado Zapatero y con el partido fraccionado, en el corto periodo de unos meses, el PSOE se ha visto en la necesidad de acudir a un Congreso, nombrar sustitutos y elegir un Secretario General capaz de, al menos, mantener el rumbo.
Con los resultados de estas elecciones, parece posible que, aún con las fracciones y fricciones existentes, sean posibles las evoluciones, sustituciones y rectificaciones que parecen necesarias.
Por último y aún como cuestión de entidad menor, tras advertir que todas las fuerzas políticas que han concurrido a estas elecciones no han conseguido la pretensión de gobierno que pretendían, cabría elucubrar sobre el futuro político personal de la caterva de perdedores en estas elecciones: José Antonio Griñán, Javier Arenas, Diego Valderas, Javier Fernández, Francisco Álvarez Cascos, Mercedes Fernández, Jesús Iglesias, etc.
José Luis Heras Celemín es corresponsal político de PD en el Congreso.