Cien días de «orgullo» para Rajoy son percibidos por el pueblo español en: más dinero para los bancos; más pobreza para las familias; subida de impuestos, de agua, de luz, de gas; privatizaciones; pobreza y precariedad; desahucios; más desempleo; menos dignidad y derechos laborales; recortes en I+D; más subvenciones a la Iglesia; recortes en Sanidad y Educación; y como colofón de este «orgulloso» gobierno que presume de tomar medidas y agradar a Europa, la Amnistía Fiscal, que premia a los defraudadores.
A los cien días de gobierno de Mariano Rajoy son muchos los cambios que se aprecian en la situación social y económica de España. Una Reforma Laboral que retrocede los derechos de los trabajadores y precariza las economías familiares y una Amnistía Fiscal, que perdona a los defraudadores, son motivos de orgullo para Rajoy y sus tecnócratas. Sin embargo, el pueblo español se siente defraudado y se ha instalado en la protesta permanente y en la calle. No sólo no cree que haya motivos de orgullo sino que cada vez cree menos en los políticos y en la política.
La realidad que se percibe en estos tres largos meses es: dinero para los bancos; subidas de impuestos; subidas de agua, luz, gas; recortes en educación y sanidad; recortes en I+D; privatizaciones; pobreza y precariedad; desahucios; más desempleo; subvenciones a la Iglesia; y como colofón esa Amnistía Fiscal que ha caído como un jarro de agua fría.
Estás medidas, muy aplaudidas en Europa, están en consonancia con los resultados del resto de países donde se ha instalado una tecnocracia como así lo demuestra los nombramientos de Mario Monti, Lucas Papandreu, primeros ministros de Italia y Grecia, o de Mario Draghi, gerente del BCE, los tres ex dirigentes de Goldman Sachs, o el nombramiento de Luis de Guindos en España, ex dirigente de Lehman Brothers.
Se da la paradoja de que para sacar a Europa de su situación de emergencia se ha recurrido como bomberos a los mismos que la incendiaron. Quizá con la absurda pretensión de creer que ellos, que conocen los focos de fuego por donde todo esto empezó, puedan atajarlo mejor que los políticos al uso, más comprometidos con los derechos sociales. Puede que no sea disparatado pensar que ellos conocen por dónde atajar el fuego que originaron, lo que es más dudoso es si están dispuestos a apagarlo en beneficio de la población o si lo harán en beneficio de los causantes del expolio.
La socialdemocracia empieza a despertar
La socialdemocracia que consiguió llevar Europa a la cabeza del bienestar social y del reparto igualitario de la riqueza e igualdad de oportunidades, está de capa caída. Los primeros brotes de esperanza están puestos en la derrota de Sarkozy y la subida de Hollande, en Francia y de la posible derrota de Merkel en Alemania y la subida de los socialdemócratas alemanes, que aún no han elegido candidato. En España, Rubalcaba suena a gastado y estamos a la espera de que aparezca un nuevo líder refulgente capaz de ilusionar como en su día fue Felipe González para los socialistas o Adolfo Súarez para el centroderecha. El intento de posicionar a la joven ex ministra Carme Chacón, quedó a las puertas por escasos nueve votos. Se verá durante los próximos tres largos años de oposición si retomaré el testigo en algún momento o bien Rubalcaba, consciente de que su tiempo de aspirante ha pasado, coloca a alguien de su cuerda, que es la cuerda de los históricos.
Rubalcaba: ahora estamos peor
Mientras ese momento llega, Rubalcaba hace lo que mejor sabe hacer, una férrea oposición «útil y dura» sin pasar ni una a Rajoy. Ahora que comienzan los trámites parlamentarios para la aprobación de presupuestos, el líder socialista arrecia aún más su discurso:. «han abaratado los despidos, han subido los impuestos y han hecho amnistías fiscales. La gente se ha dado cuenta de que ahora las cosas están peor y de que ellos solo quieren aprovechar la crisis para hacer las reformas que siempre ha querido la derecha», insiste una y otra vez, habida cuenta que apenas le queda margen para hacer otra cosa distinta.
Aquí, en la Comunidad de Madrid, Tomás Gómez, el líder que le salió díscolo a Rubalcaba y que sin embargo le va ganando todas las primarias, trampas y zancadillas, se muestra mucho más activo y atrevido en su oposición al lanzar propuestas valientes como la reforma financiera, el impuesto bancario, la dacion en pago, el freno a los desahucios. Gómez se muestra más desacomplejado al no importarle tanto estar, y que se le vea, con las protestas ciudadanas y cercano a muchas de las propuestas del movimiento de los indignados.
Andalucía dice «No»
Tanto descontento se ha materializado en las últimas elecciones regionales, Asturias y Andalucía, donde las cosas le han ido a Mariano Rajoy mucho peor de lo que esperaba. Especialmente en Andalucía, bastión del voto socialista, no han tragado sus tesis de la «valentía a la hora de tomar medidas». A pesar del desgaste de treinta años de gobierno socialista, a pesar de la escandalosa corrupción de los ERE, y aunque el partido socialista ha perdido más de medio millón de votos, han sido las listas progresistas las más votadas. También en Asturias la lista más votada ha sido la del socialismo, perdiendo votos la derecha del partido popular y del Foro de Álvarez Cascos.
De lo que se deduce que las consignas de Rajoy, Cospedal, Saénz de Santamaría, De Guindos y Montoro repitiendo una y otra vez que «los presupuestos son duros pero necesarios y ahora Europa empieza a respetar a España, después de un gobierno débil y acomplejado del socialista Rodríguez Zapatero» están siendo mejor aceptadas en Europa que en España, dónde a los cien días el gobierno pierde credibilidad y votos.
Vender la crisis como un problema ocasionado por Zapatero les salió bien para conseguir la mayoría absoluta y una posición de hegemoníaa como nunca, en el Ejecutivo central, en las Comunidades y en la mayoría de los municipios. Este engaño, unido al desencanto de la ciudadanía y a la torpeza en la comunicación socialista, les ha permitido ganar el primer gang, de momento, pero la desconfianza y la incertidumbre de la población, ha vuelto a crecer.
El desempleo que iba a mejorar, no mejora. La promesa de no subida de impuestos se ha convertido en subida no sólo de impuestos sino de luz, agua, gas y todos los servicios públicos. Las inyecciones de dinero a la banca sólo ha ayudado a ésta y no ha llegado a las familias españolas que ahora sienten en carnes propias mayor pobreza, falta de trabajo, desahucios, fisuras en la sanidad y la cobertura social., entre otras cosas. Si antes no confiaban en los políticos de uno u otro lado, dependiendo de sus afinidades ideológicas, ahora ya no confían en ningún político. Y lo que es aún peor, ya no confían en la política.
El descontento se instala en la Calle
A la clase trabajadora, que acaba de secundar una huelga general, le quedaba el consuelo de unos sindicatos que, cada día ven más obsoletos y llenos de telarañas del pasado en consonancia con los políticos de izquierdas que dilapidaron la confianza de millones de votantes progresistas y concienciados. También el sindicalismo español, absolutamente imprescindible para el avance de los derechos y la dignidad laboral, necesita una regeneración autocrítica.
El sindicalismo español tiene que concienciarse él mismo, y después enseñar a sus afiliados, que el trabajador no tiene que estar siempre enfrente y en lucha contra el empresario. El sindicalismo tiene que generar una política progresista que iguale a trabajador y empresario y les haga mirarse de iguales y negociar en función de los intereses de ambos y en definitiva de la productividad y la creación de riqueza. Claro que para que esto sea posible, también a clase empresarial española tiene que salir de su caverna y equipararse con la europea. Pero este es un capìtulo aparte.
Y en medio de toda esta incertidumbre y sublevación, el gobierno popular lanza a todos sus portavoces con consignas nítidas que traten de explicar los aspectos de las cuentas públicas que a partir de este lunes iniciarán su tramitación parlamentaria, y defender al Gobierno de las críticas de la oposición y de los sindicatos.
Tienen un as en la manga, que se le está pasando por alto a los sindicatos y a la oposición, y es la creación de nuevos trabajos o «minojob» que reducirán, casi con toda certeza, el paro juvenil situado en un vergonzante cincuenta por ciento. Los meses irán pasando y es más que probable que a finales de año puedan vender el éxito de la creación masiva de puestos de trabajo a los jóvenes. Nadie podrá discutir entonces que las trampas de la derecha son eficaces para salir al paso con estadísticas aunque no aporten soluciones a los problemas reales.