El zarpazo patriótico de Cristina Kirchner a YPF es coherente con un régimen caudillista donde la expropiación de empresas extranjeras responde a una ley del talión de inspiración bolivariana. Su discurso protomarxista enamora a miles de jóvenes que no conocieron a la YPF estatal infestada de ‘ñoquis’ y que se daba el lujo de perder 50 millones de dólares… al día.
El ‘exprópiese’ de Chávez ha calado hondo en un país donde hace muchos años la propiedad privada dejó de ser un derecho para convertirse en una impostura de oligarcas insensibles a los que el ‘hada’ Cristina pondrá en su sitio con proclamas histéricas y decretazos fulminantes.
Ver desfilar a los directivos españoles tarifando con lo puesto de la sede de YPF debe haber sido un espectáculo prodigioso para un Gobierno autocrático que no ha dejado de fabricarse enemigos imaginarios, desde los productores rurales a multinacionales colonialistas, pasando por una lista infinita de jueces, empresarios y periodistas que se negaron a rendir culto a la Evita del bótox.
El expolio de YFP esta muy justificado para la tropa kirchnerista, aunque sus argumentos se limiten a gritar como barrabravas ¡Oeoeoeo, yo soy argentino!, el cántico con el que fue recibida la toma de control de YPF. Para qué explicarse con ideas cuando se puede aplastar al adversario vociferando consignas del paleoperonismo en las que ya nadie cree pero que tampoco pocos se atreven a poner en tela de jucio.
Ahí radica una de las fuerzas del kirchnerismo: su poder de intimidación, igual que en la mafia. El pensamiento de la prepotente hechicera peronista se puede resumir en una serie de vulgares eslóganes que los cachorros de Cristina tienen fácil a la hora fácil a la hora de bajar línea en la TV pública, la agencia Télam y la Secretaría de Comunicación, «copadas» por militantes de La Cámpora y demás agrupaciones ultrakirchneristas.
¿No hay nadie que ponga freno a la desmesurada ambición de K? El más lúcido de los analistas políticos de Argentina, James Neilson, explica que en Argentina «Cristina puede hacer cuanto se le antoje: los ministros, que dependen de ella, la obedecen sin chistar, la Justicia tiende a adaptarse al clima imperante y, merced a la mayoría automática de oficialistas abnegados en el Congreso, una oposición fragmentada y desmoralizada se sabe impotente».
Argentina, país hiperpresidencialista donde los haya, rinde culto personalista a Cristina, estadista rencorosa que ha ordenado a sus hordas destruir al inmundo grupo Clarín y su aliado coyuntural, La Nación, por ser dueños de Papel Prensa, empresa que se formó cuando los militares gobernaban el país y los Kirchner se dedicaban a «hacer plata» en Santa Cruz.
A Cristina, a quien le aburre gobernar y administrar un país al borde del caos, le divierte más perseguir a los que no le pagan tributo con la pleitesía como moneda. Este lunes 17 de abril de 2012 fue Repsol y mañana podría ser Telefónica. Rajoy ya sabe cómo se las gasta el hada del bótox, mujer que no sabe guardar ni las apariencias.