La nacionalización de YPF, de Repsol, ha sido un golpe bajo de la presidenta argentina Cristina Fernández a España. No es el mejor momento por el que está atravesando nuestro país. Pero las pulsiones populistas y de ansia egocéntrica del país austral se volverán contra la propia Argentina al vulnerar todas las normas de seguridad jurídica internacional.
Con este acto errático y absurdo de expolio a los intereses petroleros españoles, la Argentina se coloca en la marginalidad internacional. Es la forma más gratuita e infantil de espantar a la inversión internacional. Si la presidenta cree que su país puede gobernarse como si no existiera nadie nada más que el nacionalismo argentino en el mundo entero, está completamente pagada de sí misma y aislada de la realidad.
La manera unilateral en la que, tras la declaración de apropiación indebida, los ejecutivos argentinos han entrado en las oficinas de Repsol en Buenos Aires recuerdan otros tiempos en los que los golpistas y torturadores argentinos ofrecieron la sangre de miles de jóvenes soldados a los que enviaron a conquistar Las Malvinas. Cristina Fernández, que ha obtenido un bien merecido apoyo del cincuenta y cuatro por ciento de la población, vive instalada en el mundo del populismo peronista. Está dilapidando la confianza y situando a su país en la marginalidad.
Con actuaciones de este calibre se rompen treinta años de buena relación y solidaridad entre España y Argentina. No quiere recordar la presidenta la época en la que el primer país que acudió al rescate y ayuda del corralito, fue precisamente España, que ofreció una ayuda de mil millones de dólares. Es un golpe de efecto de muy poca inteligencia y muy poco recorrido. Lo siento por los millones de argentinos que, poniendo antes la razón y la inteligencia que el ego, deben de sentirse avergonzados con actuaciones como estas. Ni en la cabeza de Hugo Chavez, de Venezuela, hubiera cabido una actuación tan autodestructiva como la que nos acaba de regalar la flamante presidenta de todos los argentinos que, al parecer, ha soñado una transferencia de Evita Perón.