OPINIÓN

La solución municipal al “botellón”, el confinamiento, la vigilancia y el 112

La solución municipal al “botellón”, el confinamiento, la vigilancia y el 112
Calle de Talavera después de un "bvotellón" E.M.

Cuando leo que nuestros concejales de Juventud, Protección Ciudadana, y Medio Ambiente, informaron hace unos días del «cambio de ubicación y de algunas mejoras que se han llevado a cabo en el punto de encuentro juvenil», pienso en la sostenibilidad.

Esta palabra siempre ha provocado en mi cierto rechazo. La he sentido como extraña, ajena a mi idioma y, por tanto, a mi estructura cognitiva. Sin embargo su uso está muy extendido entre los políticos: la sostenibilidad del sistema, de la empresa, del Estado, y del medio ambiente.

«Nuestro Futuro Común» o posteriormente «El informe Brundtland» fue el origen del término sostenible, concretamente de «desarrollo sostenible» y de toda la bibliografía acerca de este término y relacionado con el entorno ambiental, social y económico que se ha producido desde el lejano 1987.

El Informe define desarrollo sostenible como aquel que: «Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades».

Es decir, es necesario que las actuales generaciones basen su desarrollo en la unidad social, la solidaridad y el esfuerzo conjunto para alcanzar objetivos comunes que puedan trasmitirse a las futuras generaciones para garantizarles la supervivencia y el bienestar de todos.

Y sin embargo, ¿que es lo que hacen los poderes públicos para alcanzar esos objetivos? En Talavera, desde luego, fomentar el alcoholismo colectivo, y procurar a los jóvenes un lugar donde puedan emborracharse hasta perder el conocimiento o alcanzar el coma etílico, ya sean estos mayores o menores.

En la conferencia de prensa que dieron nuestros concejales, el de Juventud aseguró que desde «esta noche del viernes [6 de julio] se va a reubicar a los jóvenes en un nuevo espacio situado entre la esquina de los pabellones feriales con la piscina de la Alameda». Y a este nuevo emplazamiento le denominan «punto de encuentro». El paralelismo con el movimiento de ganado es ciertamente llamativo.

Otra de las sorpresas deparadas por los concejales es que todo esto lo hacen para satisfacer las demandas de asociaciones juveniles, vecinales y del club Talak de piragüismo. En suma, para evitar molestias a ciertos sectores de la sociedad: ruido, basura, peleas, fluidos corporales y todos tipo de incomodidades.

Ahora, cuando con esa actitud suicida se fomentado el «botellón», propiciado la venta de alcohol indiscriminadamente, y, por lo tanto, se ha apoyado y visto con transigencia el salvajismo de una parte de la juventud de la ciudad, cómo puede después pedirse a esos mismos jóvenes «que colaboren en la medida de lo posible para hacer ese traslado y que traten de ser los mas cívicos posible».

Para acabar el esperpento, el Ayuntamiento asegura que todo está supervisado y vigilado por la policía municipal, y que gracias a su trabajo se están eliminando las concentraciones de jóvenes nocturnas, y estos «están volviendo al punto de encuentro».

¿Y los padres de todos estos chicos? No hay que preocuparse, el Ayuntamiento con estas informaciones lo que hace es trasmitirles un mensaje de tranquilidad. Les dicen que no se preocupen, que la administración local de Talavera vela por sus hijos al tenerlos concentrado en un lugar seguro y vigilado y, además, les atienden sanitariamente cuando su estado así lo requiera, para eso está el 112.

El Ayuntamiento, la Corporación en pleno, los ciudadanos y los padres, esas AMPA que tanto salen a la calle últimamente, deberían ser consciente de que con su actitud permisiva, en un caso, indiferente, en otra, o directamente cómplice, están destruyendo precisamente ese futuro, esa sostenibilidad ambiental, social, y económica tan imprescindible para el presente y las futuras generaciones.

Ningún país puede ser gobernado por enfermos mentales, con patologías neurológicas y comportamientos violentos, salvajes, erráticos e indolentes.

A nuestras autoridades no les interesa una juventud sana, culta, inteligente; preparada para hacer frente a los retos del futuro; una juventud responsable, solidaria, preocupada por los problemas y las dificultades que sufren los demás: la sociedad en su conjunto. El confinamiento y la vigilancia a distancia no elimina el mal de fondo, lo agrava.

El consumo colectivo de alcohol, «el botellón», es un claro síntoma de que hemos construido una sociedad corrompida, donde todo da igual con tal de salir adelante individualmente. Una sociedad donde no importa el otro, el vecino, la comunidad, está condenada a la desaparición, en el mejor de los casos, o a la esclavitud, en el peor.

 

 

 

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