Lo peor que le puede pasar a un partido es la división interna, que más pronto que tarde la ciudadanía acaba percibiendo y castigando
El artículo sale en Elsemanaldigital, diario online que dirige su autor.
Dadas las fuentes de Antonio Martín Beaumont, cuyo conocimiento de lo que ocurre en la sede popular de la madrileña calle Génova está por encima del de cualquier otro periodista, nos permitimos volverlo a dar, porque tiene un indudable interés para todos los lectores y aclara muchas cosas sobre el PP y sus cuitas:
Hace un par de días me topé con una fotografía de la noche electoral del 20 de noviembre, con Mariano Rajoy convertido en héroe popular.
Aquella instantánea era la de la celebración por parte de la cúpula del PP de una histórica mayoría absoluta, pero también el fiel reflejo de un partido unido y sólido como una roca.
Entonces me dio por preguntarme qué queda hoy de aquella foto que fue portada en todos los medios. El caso Bolinaga ha terminado por resquebrajar la cohesión de una formación política que en los últimos meses ha tenido que encajar demasiados golpes propinados desde La Moncloa. Peligro.
La descoordinación entre el Gobierno y el partido, los vaivenes y contradicciones ministeriales, el profundo desgaste electoral en tiempo récord, las tiranteces entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, la vuelta de Javier Arenas motivada por el fracaso de la conquista andaluza, la lejanía de parte de los barones regionales, el laissez faire, laissez passer de Rajoy…
Todo ello ha hecho que los muros de carga de Génova 13 se resientan.
Y que empiece el lance de cuchillos. ¡Y de qué forma! La cúpula popular culpa a la vicepresidenta del caos -como ya les conté en un artículo anterior- y el monclovismo contraataca acusando a Cospedal y Carlos Floriano, sumos pontífices del PP que salió del Congreso de febrero, de tener el partido manga por hombro.
Un caldo de cultivo idóneo para que Jorge Fernández Díaz y Jaime Mayor Oreja provocaran una voladura que está costando mucho controlar. Las encuestas ya señalan que uno de cada dos votantes del PP no confían en Mariano Rajoy.
Lo peor que le puede pasar a un partido es la división interna, que más pronto que tarde la ciudadanía acaba percibiendo y castigando. Que se lo pregunten al PP de Asturias, que aún hoy se lame las heridas de sus últimos batacazos electorales.
Por cierto que el viernes se supo que los populares del Principado celebrarán su Congreso regional en noviembre para acabar con la situación de provisionalidad en la que está Mercedes Fernández desde febrero.
Con este panorama, normal que Antonio Basagoiti y Alberto Núñez Feijóo se hagan cruces teniendo en cuenta que dentro de poco más de un mes se someterán al juicio de las urnas.
El primero lleva toda la semana lamentándose en privado de que su propio partido le haga el juego y la campaña a los proetarras, como si la irrupción de Bildu no hubiera puesto las cosas ya de por sí cuesta arriba a los partidos no nacionalistas.
El gallego, por su parte, teme pagar los platos rotos del enfado de la ciudadanía con Rajoy.
Feijóo está convencido de que su gestión ha sido buena -Galicia es la comunidad más solvente y la que tiene sus cuentas públicas más saneadas- y por eso está haciendo grandes esfuerzos por plantear estas elecciones autonómicas como un plebiscito hacia él y no hacia su jefe de filas y presidente del Gobierno.
O me votas a mí o Galicia volverá a un multipartidismo que ya en el pasado resultó ser un desastre, es su mensaje. De ahí que meta en el mismo saco al PSdeG, nacionalistas, a UPyD y hasta al partido de Mario Conde.
A quien, dicho sea de paso, inteligentemente desacreditó la semana pasada desde el plató de ‘El Gato el Agua’, sabedor de que muchos de los simpatizantes del exbanquero sólo ven Intereconomía.
«El voto a Mario Conde favorece al PSOE y los nacionalistas».
Como no todo va a ser oleaje en el barco popular, terminaré con una buena noticia: la vuelta a la sala de máquinas de Esteban González Pons, que durante los meses -muchos- que le duró la decepción por haber quedado apeado del Gobierno de Rajoy se limitó a ser un mero polizón huerfano.
Estos días el vicesecretario general de Estudios y Programas ha estado en la Convención del Partido Demócrata norteamericano, y durante julio y agosto volvió a tener el protagonismo que perdió tras la victoria del 20-N.
Recuperado para la causa, más de uno se pregunta estos días si la mente agil para la política y el pico de oro de González Pons no serían lo que necesita Rajoy como revulsivo para devolver las aguas de la comunicación gubernamental a su cauce, animar a la parroquia popular y, además, rebajar tensiones entre La Moncloa y Génova.
Nota.- ANTONIO MARTÍN BEAUMONT en Twitter: @Amartinbeaumont