Una de las notas más características del tiempo que nos ha tocado vivir es el cúmulo de reflejos y automáticas asociaciones de ideas que generan determinadas expresiones sin que nos demos siquiera cuenta, como dice El Trasgo en La Gaceta.
Por ejemplo, cuando Zapatero, de infausta memoria, instauró el Ministerio de Igualdad, nadie, ni durante un segundo, fue tan ingenuo como para tomarse el epígrafe al pie de la letra y esperar que el Gobierno fuera a igualar su renta con la de Botín. O con la del presidente, ya puestos. Ni siquiera en la cosa del género esperaba nadie que al ministerio le inquietara la ausencia de féminas en los andamios o la falta relativa de varones entre los licenciados universitarios.
Ya todos conocemos los códigos, y por eso al leer ‘Derecho a decidir’ como título del último comentario de Escolar el Chico, don Ignacio, en su recién estrenado ‘Eldiario.es‘, ya sabemos que no va a hablar del derecho a elegir qué hacer con nuestro dinero o cómo educar a nuestros hijos o si dejamos o no fumar en nuestro bar. No: las elecciones a las que uno tiene derecho en Progresilandia son deprimentemente limitadas y previsibles.
PROBLEMAS QUE SE AUTOARREGLAN
«Negar la realidad sólo suele servir para agravar más las cosas», nos cuenta Nacho, que ha mirado para otra parte con tantas realidades que da pereza recordarlas. «Por mucho que Mariano Rajoy califique este movimiento de simple ‘algarabía’, por mucho que la prensa de Madrid minimice la protesta, por mucho que escondan la noticia en el Telediario, es innegable que la manifestación del 11-S en Barcelona fue algo histórico que no se puede despreciar sin más, esperando que este problema también se arregle solo».
La cosa es el número de gente en la calle, ya sabemos, que las urnas son un juguete frívolo para burgueses. Y tampoco se pongan estupendos y crean que abarrotar calles y plazas es siempre «algo histórico que no pueda despreciarse sin más». Si estamos ante la multitudinaria concentración contra el aborto o la espectacular congregación masiva en torno al Papa, entonces no es sólo que pueda despreciarse: debe hacerse.
Culmina con el guión que uno adivina desde la primera línea: «Por mucho que la Constitución no contemple una vía legal de salida y el artículo 8 -en uno de esos párrafos negros impuestos por el búnker franquista- cite expresamente al ejército como garante de la integridad de la patria, España sólo puede sobrevivir con su actual frontera si existe una voluntad común por permanecer juntos. A largo plazo, no hay otra fórmula en democracia: de nada sirve blindar las leyes o los tanques».
No es, querido Nacho, un absurdo capricho de nuestra Constitución y sus «párrafos negros impuestos por el búnker franquista» ese cuelgue con la integridad territorial. Tu admiradísima Francia va bastante más lejos, y ha aplanado los nacionalismos y aun los regionalismos con una verdadera apisonadora jurídica. Y Estados Unidos hizo una guerra, la que más vidas americanas se ha cobrado, precisamente para impedir una secesión.
VOLUNTADES
Es curioso que la sensibilidad democrática en la progresía se desate o se aletargue según el tema de que se trate. Uno esperará en vano que Escolar anime al Gobierno a que consulte al pueblo sobre, no sé, su voluntad de financiar a los sindicatos o al cine español. La ‘voluntad común’, para ser relevante, tiene que coincidir con lo que desea nuestra élite intelectual.
Pero incluso circunscrita a este asunto, la voluntad popular catalana está lejos de ser tan clara como entiende Nacho. Supongamos que, en un momento dado, coincidiendo con un referéndum, los independentistas consiguen el 51% de los votos. ¿Será partidario de que vuelvan a votar unos años más tarde, a ver si los catalanes que quieren ser españoles dan la vuelta al resultado? Creo que todo el mundo conoce la respuesta. En el mundo real, digo.
El guión, ya digo, está escrito y los malos estamos de este lado, por defecto. También los ‘feroces’, como nos definía en un libro de José María Izquierdo cuyos volúmenes imagino acumulando polvo en algún oscuro almacén. Por eso soy muy partidario del experimento psicológico consistente en imaginar los titulares de la izquierda en publicaciones de derechas.
Pongamos por caso, la reciente portada de ‘Libération‘ en la que aparecía el dueño del grupo de lujo LVMH, Bernard Arnault, con una maleta y bajo el titular: «Casse-toi, riche con!» («¡Lárgate ya, rico gilipollas!»). Háganme el favor, imaginen algo similar en LA GACETA referida, digamos, al anterior jefe del Gobierno, del que no éramos ardientes partidarios. El «rico gilipollas» abandona Francia porque no quiere que el Gobierno le arrebate tres cuartas partes de lo que gana. En mi modestísima opinión, sería un ‘con’, por no repetir el taco, si se quedara en Francia.
Termino con el titular que abre ‘La Tercera Información‘ (que no llega ni a décimonovena, en realidad): «Telemadrid, próxima víctima del ataque privatizador del PP». No hay modo de acertar: o esta deleznable derecha se niega a privatizar Telemadrid para usarla como su desvergonzado vocero o hace a la televisión víctima de un ataque privatizador. Hagan lo que hagan, pierden.