Me entero por ‘Público.es‘ que «Bruselas pide a Rajoy que no actualice las pensiones». Y el muy calzonazos va y cede a esos sicarios de los mercados. Esa es la idea. Cuando tras dos llamadas Zapatero se descolgó literalmente de la noche a la mañana con un recorte del sueldo de los funcionarios, un retraso de la edad de jubilación y la congelación de las pensiones, no recuerdo que los chicos de Roures titularan así. Lea a El Trasgo en La Gaceta.
Pero es que aquello era un Gobierno legítimo, nacido de las urnas, social y favorecedor de las empresas de Roures y ahora, en cambio, la legitimidad está en manos de unos 60.000 chicos que la montan en la calle. La izquierda de verdad, la que no le pone una vela al 25-S y otra al Ibex, ha decidido que hacer ruido es prueba de una mayor ‘representatividad’ que esa cosa tan aburrida que es la urna y que hombre comprometido vale por diez. O cien.
Pero los números cantan muy alto, el ‘pueblo’ no sale a la calle como querrían, y por eso les ha escocido especialmente la referencia de Roures a los que no se manifiestan. Juan José Téllez trata en vano de contestar al presidente en su columna de ‘Público.es’, «El silencio de la mayoría«.
«En La Moncloa no deben leer a Píndaro: ‘Muchas veces lo que se calla encierra más que lo que se dice», nos dice Téllez. «Cuentan que el concepto de mayoría silenciosa lo acuñó Richard Nixon como consecuencia de las protestas masivas por la Guerra de Vietnam. Lo que no habla mucho a favor de nuestro presidente Mariano Rajoy quien, cada vez que las calles se llenan de perplejos ante sus medidas económicas, echa mano de esa expresión tan poética como indecente».
Tampoco, ya puestos, dice mucho de Téllez esta «atribución de culpabilidad por coincidencia verbal» de Nixon y Rajoy. También Hitler despotricaba contra el capitalismo, lo que no dice nada de modernos anticapitalistas como el propio Téllez. Rajoy es, desde luego, abusivo si pretende insinuar que quienes no estuvimos en Neptuno estos días aplaudimos sus políticas. Pero ha sido la izquierda radical, empezando por el entonces diario ‘Público’, quienes amalgamaban las muchedumbres vociferantes y las calladas, así, a ojo, frente a lo que parecían decir las urnas que -conviene recordarlo- hablaron después de las primeras y abrumadoras marchas ‘indignadas’.
Ahí está el propio Téllez: «Lo demás, sin embargo, no fue silencio. Mi amigo Pablo no pudo acudir a la protesta porque su curro en la tienda termina a las diez y es probable que ahora lo amplíen hasta la medianoche. Y Concha tuvo que quedarse a cuidar de su vieja, para la que ya no hay ley de dependencia».
Vale, Téllez. Y mi amigo Paco… Oh, dejémoslo. Precisamente porque cada cual cuenta los partidarios a bulto y tirando por lo alto es por lo que existen elecciones con una operativa muy cuidada y vigilada por todas las partes. Y por eso una izquierda que de milagro tiene representación parlamentaria prefiere las turbas a los voto.
‘DEUDA ODIOSA’
Crece en popularidad entre nuestra izquierda una doctrina formulada en el siglo XIX, la de la ‘deuda odiosa’. La verdad, el tipo que la bautizó se lució, porque yo hasta la fecha he tenido deudas grandes y pequeñas, pero deudas amorosas todavía ninguna.
La idea es que la deuda externa de un gobierno contraída, creada y utilizada contra los intereses de los ciudadanos no tiene por qué pagarse. Y en esas estamos. ‘No debemos, no pagamos‘ es el titular de la columna que publica en ‘Público.es’ la activista Esther Vivas, con esa misma tesis referida a nuestra deuda.
Ahora, la tesis vale la pena discutirla, al menos. La deuda abusiva o leonina no es algo ajeno en absoluto al pensamiento occidental. Lo extraño es que lo que ha justificado el aumento elefantiásico de esa deuda es precisamente lo que defiende furiosamente toda la izquierda y, concretamente, la propia Vivas. «Anteayer el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro presentaba el proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado. Todo, o prácticamente todo, baja. La sanidad encabeza la lista, con un 22,6% de recortes; educación, pierde un 17,4%. Nos quieren enfermos y analfabetos. También disminuyen las prestaciones por desempleo, los fondos destinados a las políticas de igualdad, las subvenciones a la cultura, la cooperación al desarrollo».
Me parece leer cierta disonancia cognitiva entre lo que propone y la queja que incluye en este párrafo. Si los Gobiernos se han endeudado hasta las cejas ha sido, precisamente, porque tenían que pagar todo eso que ahora se está recortando. Y lo primero que pasará si se repudia la deuda es, lógicamente, que nadie nos prestará y no tendremos para pagar esas «conquistas sociales que tantas luchas nos ha costado conseguir». España saldría del euro, nos convertiríamos en el apestado de Occidente y ya me contará Esther con qué pagamos las prestaciones sociales cuya merma tanto deplora.