Si la economía mereció el título de ‘la ciencia triste’, el periodismo empieza a ser la profesión más triste de todas. No sólo llevamos todos una temporadita que parece que nos ha mirado un tuerto, con cierres y ERE un día sí y otro también, sino que informar en España es llorar. Empiezo a pensar que no me pagan tanto por comentar la prensa como por tener que leerla. Andamos a la gresca, de pésimo humor, mirándonos unos a otros a cara de perro.
Un repaso: «Gallardón avisa a Mas de que le aplicará el delito de desobediencia» (‘El País’); Wert: «La huelga es irresponsable, política y de extrema izquierda» (‘ABC’) (Por cierto, ¿nadie le ha dicho a este hombre que la verdad es lo único que jamás se puede decir en política?); «El TC anula la normativa que multaba no atender en catalán» (‘El Mundo’); «El Gobierno inhabilitará a Mas si convoca el referéndum» (‘La Razón’); «Rajoy pide a Arenas que reconduzca los lazos con Catalunya» (‘La Vanguardia’).
El más optimista es ‘El Periódico de Catalunya‘ y, raro que es uno, es el que más me ha deprimido: «Ellos sí dialogan», sobre una foto de David Cameron y el nacionalista escocés Alex Salmond. ¿Quién dijo que las comparaciones son odiosas?
Aquellos polvos trajeron estos lodos y después de décadas tragando chulerías estamos en éstas, con advertencias que no por justas suenan menos a amenazas y pretensiones que se les han ido de las manos a los que las engendraron.
Por lo demás, cargar contra mis habituales se hace difícil. Con Roures me ensañé, pero enseguida tuve la competencia imposible de los suyos cuando se quedaron en la calle, sintiéndose estafados. Los que pudieron encontrar dónde le llamaron de todo menos bonito.
SÓLO QUEDA CALLAR
Y con mi otra diana favorita, el progre transicionita de diseño, Janli Cebrián, tres cuartos de lo mismo. ¿No pretenderán que compita ni en furia ni en calidad literaria con Maruja Torres? No hay en el mundo furor como el de una columnista contra su ex jefe. Lean, lean: «La historia de ‘El País’ es la de Saturno devorando a sus hijos. Cebrián nunca asumió no ser el hijo carnal de Polanco. Es rencoroso y pijo, pero un pijo sin conciencia»; «Decía que estaba salvando el periodismo, que había un cambio de paradigma. Mentira»; «Perdió 5.000 millones de euros jugando al capitalismo de casino, comprando radios en Miami y teles latinoamericanas que no valían nada»; «Quería ser un tiburón de Wall Street pero era una sardinita que todo lo hizo mal»; «Se pulió las ganancias del trabajo de todos nosotros en la aventura del mejor diario de la democracia española»; y «Cebrián era un quiero y no puedo, un cateto». Después de esto, sólo me resta callar y decir amén.
Nicole Muchnik se dedica, precisamente en ‘El País’, a esa práctica tan del gusto progre de mezclar churras con merinas en «La religión como pretexto«. Y no puede ser más oportuno el titular, porque aquí el pretexto lo ponen dos anécdotas a las que nadie en su sano juicio para poder dar el preceptivo palo final a la religión. Muchnik habla del vídeo contra Mahoma y de la prohibición de la circuncisión en Alemania.
De lo primero dice: «En todas partes, los Gobiernos intentan apagar el incendio. ¿Es concebible que un vídeo «nauseabundo» (según Hillary Clinton) baste para provocar levantamientos asesinos?». La respuesta, al menos en este caso, debería de ser que no. De hecho, tanto Clinton como su jefe, Obama, y otros miembros de su Administración se pasaron dos semanas vendiendo esa pamema para acabar reconociendo que la muerte del embajador en Libia no tenía nada que ver con el dichoso vídeo, sino que era un ataque perfectamente organizado. Pero imagino que advertir eso le hubiera estropeado la columna a Muchnik, y eso sí que no.
Lo importante es llegar a esto, que no tiene nada que ver con nada: «¿Sería la religión, agitada hoy más que ayer por los intolerantes, los extremistas y los fundamentalistas reaccionarios de todas las confesiones, el chivo expiatorio actual que cristalizara todas las frustraciones de nuestras sociedades mutantes? Está claro que en cualquier sociedad medianamente civilizada la religión no debería entrometerse en la vida privada de los ciudadanos. Pero podríamos esperar un cierto respeto por parte de las autoridades civiles públicas y privadas».
Vamos, que con unos diciendo que la religión no debe inmiscuirse en la vida pública y otros asegurando que no debe entrometerse en la vida privada, ¿por qué no dicen de una vez que hay que abolir la religión, especialmente la cristiana, y acabamos antes?