¡Por favor, que alguien pida perdón o a la Montero le va a dar algo! Rosa Montero busca culpables en su tribuna de ‘El País‘, «La culpa«. Estos progres que nunca dejan que su mano izquierda sepa lo que hace la derecha se han pasado siglos denunciando a la Iglesia por meternos en la psique colectiva el complejo de culpa, pero sólo se referían a las cosas de cintura para abajo. Para todo lo demás, lo suyo es una peli de buenos y malos con el guión de un niño de 7 años. Lea a El Trasgo en La Gaceta.
Hablamos, claro, de la crisis. Alguien tiene que pagar por esto. Un culpable fácil de indentificar, fácil de aborrecer. «Aquí estamos -nos dice Montero-, hundidos en el lodo hasta las cejas y nadie ha dicho aún: lo siento. Nadie ha pedido perdón por las faltas cometidas, por las pifias políticas, empresariales, financieras, por haber metido la mano o la pata. Sinceramente, creo que ayudaría mucho que alguien lo hiciera».
LA OPINIÓN DE JULIA
Lo de las cejas es, naturalmente, solidaridad: no es que doña Rosa esté personalmente enlodada, o al menos no tanto como para prescindir de una asistenta peruana: «Viendo la noticia en la tele, Julia, mi asistenta, nacida en Perú, comentó con fatal sabiduría: «Ah, esto es como en mi país: cuando las cosas van muy mal, siempre sacan una de estas noticias para que la gente se olvide de sus problemas». Muy, muy sabia Julia. Pero ella ha debido estar bastante más en el lodo que aquí, o no habría cruzado el océano para ocuparse de una casa que no es la suya y dejar así tiempo a Rosa para que dé voz a los desamparados.
En cualquier caso, y ya que hablamos de lodos, doña Rosa podía acordarse del refrán y pensar en los polvos, que algo como lo que tenemos no se ha gestado con Rajoy; el hombre no da para tanto, ni como genio del mal. Pero no aguanten la respiración esperando que Montero señale a los socialistas con el dedo, que antes se lo corta.
No sé por qué se les llama rojos si no enrojecen jamás. Pueden pasarse la mañana presionando en una dirección y la tarde quejándose de los resultados de lo que han hecho por la mañana. A Elvira Lindo, también en ‘El País‘ («¡Emprendedor!«), no le gusta, le irrita, el uso y abuso de la palabra ‘emprendedor’. Sucede que a mí también pero, sospecho, por razones muy distintas. Si hablamos de ‘emprendedor’ ahora en todo momento es porque hemos arrastrado por el lodo del que hablaba Montero el concepto mismo y la palabra con que siempre se ha conocido, ‘empresario’.
El empresario es malo, nos hemos hartado de decir; es el señor gordo con chistera y puro que no se va satisfecho a la cama si no ha despedido a un puñado de trabajadores y oprimido convenientemente al resto.
«Pueden ser manías personales, lo asumo, pero esta palabra contiene, en el uso actual, unas connotaciones ideológicas que detesto», se queja Lindo. «Y es que justo cuando la crisis ata de pies y manos a un porcentaje histórico de los jóvenes españoles, la palabrilla optimista salta como un chinche de la publicidad de los bancos a los teóricos de empresa, de las promesas de los ministros del ramo a la ingenuidad de jóvenes (los hay) que se han tragado el discurso de que todo en esta vida depende de la voluntad, es decir, de la audacia con la que asumamos un proyecto, de nuestra capacidad psicológica para ser emprendedores».
No es que a doña Elvira no le falte razón, pero, ¿ha visto en las protestas juveniles a muchos «engañados»? ¿Cuántas pancartas del 15-M exigían una ocasión para emprender? ¿A cuántos de sus representantes, de esos que han pasado por todas las televisiones, redacciones y cadenas de radio, les hemos oído, aunque fuera de pasada, reivindicar la oportunidad de crear riqueza, de montar su negocio, de valerse por sus propios medios?
MENTALIDAD CAPITALISTA
«Es un discurso muy americano ese que entiende que la salvación depende sólo de uno mismo», concluye Lindo. «La diferencia es que allí esa feroz mentalidad capitalista cunde de manera mucho más coherente y la palabra emprendedor cobra sentido: asumes riesgos pero el Estado no se dedica a castigarte por ello». Eso es lo que hace que me lleven los demonios: que no vean relación entre todo el intervencionismo estatal que predican día sí y día también, entre esa diaria demonización de la patronal en sus medios y el ‘castigo’ que aplica el Estado a los que se atreven a intentarlo. ¿De dónde creen que sale?
Pero a los ‘culpables’ de los que hablaba Montero jamás los van a buscar en sus propias filas; los ungidos señalan con el dedo, pero no se hacen responsables de las consecuencias de lo que defienden. Si cualquier otro empresario se adjudicase unos emolumentos de 13 millones de euros, muy por encima de la media del sector, con la empresa en pérdidas millonarias y luego organizase un ERE salvaje y dijese al resto de los empleados que «viven demasiado bien», habría manifestaciones de ‘indignados’ pidiendo su cabeza. Pero es Janli Cebrián, y Cebrián es un progre honrado…