El País justifica echar a 129 redactores

La duquesa de Alba alecciona en la portada de ‘ABC’: “Lo que pasa en Cataluña es muy poco patriota”

Veo la portada de ‘ABC‘ y lo primero que se me pasa por la cabeza es preguntarme cuánto les habrá pagado Artur Mas. Lea a El Trasgo en La Gaceta.

Sí, es una broma, pero ¿ustedes la han visto? Un gran primer plano de la cara de la duquesa de Alba sobre estas declaraciones suyas como titular: «Lo que pasa en Cataluña es muy poco patriota«. ¡Oh, Dios!

Si yo fuera un independentista catalán, nada podría gustarme más que esa portada. ¿Es esto lo que pasa por ‘derecha’ en la España publicada, es esta la alternativa al canon progre, oponer a los nacionalistas una anciana aristócrata terrateniente, tan ‘representativa’ del español medio como pueda serlo Hu Jintao? Y la frase… En un sentido, lo que pasa en Cataluña es, precisamente, muy patriota, precisamente el único patriotismo que se puede airear por todas partes sin que te llamen ‘facha’. Y si, como parece inferirse, se refiere a patriotismo español, lo de «muy poco» resulta un poco… ¿surrealista?

SU PROPIA MEDICINA

Este ‘paseo por la izquierda’ parte de la premisa de que la izquierda vende de forma implacable a través de sus medios de comunicación una versión falsa, esquinada, parcial y manipulada de la realidad. Y es cierto, pero al menos es una versión coherente. La derecha, en cambio… Oh, bueno, ya lo están viendo.

Ya hemos dicho que la hipocresía, siempre dependiente del discurso socialmente dominante, es ya sólidamente un fenómeno de izquierdas. Uno nunca puede pasarse expresando las posiciones ‘correctas’, aunque personalmente sepa que la vida es otra cosa y que las mejores intenciones tienen la horrible tendencia de acabar como el rosario de la aurora.

Por poner un ejemplo actual: ‘El País‘ está despidiendo a 129 redactores, algunos de cierto renombre. Los ‘interesados’ se enteraron ayer por correo electrónico (del Comité de Empresa, no es que los despidieran de esta manera tan poco elegante). Ahora, yo no mantengo que estos despidos sean injustos o abusivos. Lo siento infinito, compañeros, mañana puedo ser yo, pero es una empresa privada y no tengo datos suficientes para asegurar que el ERE no esté justificado. No entro en ello.

El que sí entra es el propio diario con una tribuna, «A nuestros lectores«, que aparece sin firma. Y ahí es donde entra la hipocresía: uno lee la carta y enseguida visualiza cómo destrozarían los opinadores de ‘El País‘ su propio equipo editorial, a una empresa que hiciera lo mismo, alegando idénticos motivos, pero que tuviera la imprudencia de no ser ellos mismos.

El redactor pierde los nervios. Se le ve incomodísimo al saber que ya no está en el lado de los ángeles, cuando podía levantar un dedo profesoral a la empresa que pusiera las ‘excusas’ más desesperadas para deshacerse de buena parte de su plantilla. Sus más renombradas firmas están en contra, como todo el resto de la izquierda publicada. Y quien escribe la tribuna echa, metafóricamente hablando, espuma por la boca.

«Pero las presiones no vienen sólo de los poderes tradicionales. A veces son fruto de la demagogia populista, las tendencias libertarias de muchos de quienes ocupan las redes sociales, la insidia que mana del fracaso de algunos competidores, o la envidia y los celos de determinados profesionales que sobrevaloran su propia capacidad e influencia en el universo de las letras y el periodismo». ¡Vaya, vaya, vaya…! No es divertido estar al otro lado, ¿verdad?, intentando dar razones y sabiendo que ninguna va a convencer a nadie de los que os interesan. «La demagogia populista»; «la envidia y los celos…»; «la insidia». ¿A qué me suena todo esto? Tiene cierto regusto de prensa franquista, ¿no les parece?

Me encanta el titular de la tribuna de Gabriela Cañas en ‘El País’, «El ciego que no quiere ver«, porque me parece una excelente definición del progresista. Se pregunta Cañas cómo, en nuestro progresista siglo XXI, no ocupan las mujeres exactamente el mismo número de puestos que los hombres y, dado que tiene mentalmente prohibido considerar siquiera lo que cualquiera con ojos podría apuntarle -que quizá las mujeres no son idénticas y tienen actitudes, prioridades y tendencias estadísticamente diferentes al varón-, tiene que concluir que se trata de ese viejísimo hombre de paja, la discriminación.

«Las leyes topan con una realidad tozuda -dice Cañas, sin referirse a la realidad-realidad, naturalmente- y no siempre pueden actuar para quebrar la discriminación. Esta semana pasada, la comisaria europea Viviane Reding ha vuelto a tropezar con su proyecto de obligar a las grandes empresas europeas a incorporar a sus consejos de administración a un mínimo de un 40% de mujeres».

«Discriminar» arteramente es malo, aunque no existe prueba alguna de que exista tal discriminación, cuando los resultados son distintos de lo esperado. Pero, al parecer, discriminar abiertamente -obligando por ley- es bueno. Bienvenidos al mundo de la izquierda.

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Autor

Elena Bellver

Redactora de contenido web & Seo, Copywriter & Community Manager. Es la redactora de las recetas de cocina de Periodista Digital.

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