La mejor revista satírica del mundo (mi opinión), la norteamericana The Onion, publicaba recientemente que el dictador norcoreano Kim Jong-un había sido elegido como «Hombre Más Sexy del Planeta«, y al Diario del Pueblo -órgano oficial del Partido Comunista Chino (PCCh)- le faltó tiempo para hacerse eco de la noticia como si fuera cierta. El traje nuevo del rey. Lea a El Trasgo en La Gaceta.
«Con su cara redonda de una belleza irresistible, su encanto aniñado, y su complexión robusta y fuerte, este rompecorazones criado en Pyongyang es el sueño de toda mujer hecho realidad», recogían los comunistas sobre este tirano con aspecto de lechoncillo en vísperas del banquete.
A El País, que ofrece la noticia, la cosa le hace mucha gracia, probablemente sin darse cuenta de que la visión que dan con igual seriedad de la realidad es tan fiel como la que recoge The Onion.
«Estos -me decía recientemente alguien que conoce bien a quienes nos mandan ahora- son conservadores de lo que hay». Y lo que hay es el zapaterismo ilustrado.
Ese es el verdadero problema de nuestra derecha, que no es nada sino un hatajo de timoratos y meapilas que se han entregado sin masticar la visión del mundo de la izquierda y sólo piden, tímidamente, aplicarla algo más despacio y centrarse en la economía… Con los resultados que estamos disfrutando. Me consta que no es así, pero si alguien sostuviese que el PP es un invento socialista para gobernar incluso con alternancia, resultaría verosímil.
EL CENTRO MÓVIL
El Partido Popular quiere ser el centro, pero como la progresía no deja de moverse hacia la izquierda, el centro de hoy es la extrema izquierda de ayer. El panorama, para quien no tenga el pensamiento tribal y la cabeza veleta, es desolador.
El juego es muy aburrido, pero la progresía no se cansa de él. Leo en El País: «Los ultraconservadores ganan terreno en Europa«. Por supuesto, este titular no corresponde a nada real. No hay ultraconservadores con nada cercano a representación parlamentaria, los que hay no ganan un ápice de terreno y, en cualquier caso, el artículo se centra en un solo caso, el de Tonio Borg, nuevo comisario de Sanidad.
Lo escandaloso del caso, lo indignante para El País y sus conmilitones del mandarinato cultural, lo que le convierte en un ultraconservador que no merece la compañía de la sociedad civilizada, es que, cito, «no sólo es contrario al aborto o al matrimonio entre personas del mismo sexo, sino incluso al divorcio». ¡Que alguien traiga las sales!
No sé exactamente cuánto tiempo podrán mantener este juego antes de que al personal le dé la risa floja. Por ahora, les funciona. Me refiero a eso de hacer que lo moderado -lo hemos visto en las recientes elecciones norteamericanas- sea la defensa de posturas que no se les pasó por la cabeza a los más febriles revolucionarios de ayer -como, digamos, el matrimonio homosexual-, mientras se presentan como peligrosamente extremistas ideas que hasta ayer compartían hasta las izquierdas.
¿LA FAMILIA? MAL, GRACIAS
En perfecta desconexión con todos estos delirios, leo en el mismo diario global que «La red familiar se resquebraja«. La cosa va de que el colchón que proporciona la solidaridad familiar está mitigando las peores consecuencias de un paro familiar escandaloso. Que toda la cosmovisión que lleva décadas vendiendo la progresía en general y El País en particular haya ido dirigida con entusiasmo a cargarse esta institución no hay que decirlo, ni se roza. Son consecuencias de las que nadie reconoce las causas. Debe ser cosa de los ultraconservadores esos que se esconden debajo de cada cama.
Hay quien empieza a ver. De hecho, Rosa Montero me ha dado el día. No es ironía, se lo juro. En su columna «Entre todos» leo con emoción:
«Ahora déjame que te diga algo por si aún no lo sabes: el Estado de bienestar se acabó para siempre. Sí, desde luego, hay que protestar y exigir a los gobernantes una mejor gestión de los recursos, pero también hay que reforzar la sociedad civil y asumir nuestra cuota de compromiso individual. Tenemos que levantarnos cada día pensando en qué podemos hacer para paliar la carnicería de esta crisis. Y no te equivoques: esto no es ñoña caridad, como aseguran los viejos prejuicios de una izquierda estatalista, sino pura y simple responsabilidad social».
FINAL FELIZ
Leer en El País, y en una de sus firmas señeras, cosas como «reforzar la sociedad civil» o «asumir nuestra cuota de compromiso individual» me pone al borde de las lágrimas. Y ya cuando llego a eso de «los viejos prejuicios de una izquierda estatalista» tiemblo de emoción de pies a cabeza. No todo está perdido.
De hecho, me gusta tanto leer a la Montero animando a que la sociedad se mueva y eche una mano a quienes más lo necesitan sin esperar a Papá Estado que reproduciré el final de su columna: «Hemos abierto un grupo de Facebook titulado Ni un niño sin juguetes para facilitar el reciclaje de juguetes usados para estas Navidades. También hay un teléfono: 638 919 894. Si quieres dar juguetes, o si los necesitas para tus niños, llama».