Dice El País en su primera: «Gallardón acusa al sector judicial de defender sólo sus intereses«. La cosa divide bastante a nuestra prensa, porque copa las portadas de La Razón y ABC. El decano de la prensa madrileña abre con declaraciones del ministro: «Los que han pedido las tasas son los jueces«. Lea a El Trasgo en La Gaceta.
No estoy metido en el asunto, pero no sería en absoluto la primera vez que el Partido A, en el poder, recoge una olvidada propuesta del Partido B sólo para ver cómo es ferozmente atacada por quien la demandó originalmente. Es lo que tiene un sistema tan idiota que prácticamente exige al partido que no gobierna oponerse de forma refleja a lo que proponga el Gobierno. Los de Marhuenda remachan: «Los jueces pidieron el año pasado tasas ‘pedagógicas o disuasorias«.
LA EXTRA PELIGRA
En su versión digital, el buque insignia de Prisa señala: «El Poder Judicial cree que la reforma del Código Penal es inconstitucional«, aunque quizá sea más divertida y reveladora la información que la acompaña, «Los jueces replican que protestan contra las reformas, no por la extra«. Que no digo que no sea así pero, si lo fuera, ¿saben de alguien capaz de reconocerlo? Por aquello de la heterogénesis de los fines, se da la paradoja de que un régimen que predica la solidaridad como sistema acaba en la guerra de todos contra todos, de modo que cada grupo o, como dicen ahora, colectivo, defiende sus beneficios y prebendas con la excusa, siempre, del bien común.
La frivolidad política se parece al terrorismo en el sentido de que plantea un debate ético a los medios: informar de ello, ¿no lo alimenta?
¿Podría existir sin la incesante redifusión de tanta tontería? Los periodistas decidimos, hasta cierto punto, qué realidades son atendibles y cuáles no. Lo pensé leyendo a Rosa Montero (Recuerda): «El otro día le oí decir a alguien: ‘¿Y qué fue del cambio climático? Ya nadie habla de eso’. Cierto. Y no sólo del cambio climático: por ejemplo, ¿qué fue del debate sobre la energía nuclear tras el ataque de pánico cuando Fukushima? ¿O de la hambruna del Cuerno de África?». Montero quiero que recordemos más, pero a mí me sugiere otra cosa su reflexión, a saber, ¿cuánto de estas noticias fue nuestro, de los medios, y exageramos Fukushima o la hambruna somalí para vender periódicos? Da la sensación de que decidimos de qué hambrientos hay que preocuparse y qué catástrofes son más alarmantes, sinceramente.
EL TUIT PAPAL
El Papa ha enviado su primer tuit «a la Ciudad y al mundo» y todos recogen la noticia. Es una información simpática ver a esta única institución que puede remontar ininterrumpidamente sus orígenes hasta el siglo I entrando en lo más moderno de lo moderno, las redes sociales, y los medios, digamos, favorables han recogido con algo parecido al fervor esta nueva, incluyendo el medio en el que trabajo. Para hacerlo todo perfecto, el fautor de tamaño avance, Gustavo Entrala, es amigo personal y lo hemos entrevistado y ha participado en un programa de la casa. ¿Por qué, entonces, me siento tan reticente a participar en este coro de parabienes? Intentaré explicarlo.
«La Iglesia necesita ser experta en Internet», leo a Gustavo en El Mundo («El Papa, Twitter y el sentido de culpabilidad ante Dios«). «Vivía sumida en una crisis porque sus expertos no estaban en Internet. Eso imposibilitaba anticiparse a las crisis».
Entiendo como el que más el entusiasmo profesional y nada me parece más excusable que la parcialidad a favor de lo que uno hace. Pero la Iglesia, Gustavo, no NECESITA estar en Internet, y si vive «sumida en una crisis», esta tiene poco que ver con la ausencia de Benedicto XVI de las redes sociales. La Iglesia puede ser o no la voz autorizada de Cristo en el mundo. Si no lo es, mi interés por lo que haga o deje de hacer sería equivalente al que pueda inspirarme el Dalai Lama que, para qué vamos a engañarnos, es muy poquito. Si lo es, como creo, conviene recordar que no empezó con los discípulos más cool del Imperio Romano ni tenía acceso a las redes más avanzadas de su tiempo.
Por lo demás, pensar que «la Iglesia» no estaba en Twitter hasta que el Papa ha abierto cuenta en ella -gestionada por otros, naturalmente- es aplicar un criterio excesivamente clerical al término: Gustavo estaba, Gustavo es Iglesia, ergo la Iglesia estaba.
Entrala, en apoyo de su tesis, recuerda que «Pío XI, en 1931, cuando inauguró Radio Vaticana lanzó un mensaje en Morse». Sí, y ya sabemos todos el enorme share de Su Santidad en la radio y la frecuencia de sus apariciones en el medio.
No pretendo ser cínico, pero los últimos 50 años de secularización acelerada y fuga masiva de las iglesias y de la Iglesia justo cuando la jerarquía eclesiástica decide modernizarse no son precisamente prueba de que ir tras el mundo y sus avances con la lengua fuera haya sido especialmente positivo para el catolicismo. Twitter está bien, nadie que me siga podrá decir que lo infravaloro; pero es ruido, banalidad y relativización de las verdades con alguna pepita aislada de interés y buen sentido. ¿El Papa en Twitter? Oh, bueno, no creo que haga daño. Tampoco creo que sea la base de la Nueva Evangelización, la verdad…