Cada año por estas fechas, Estados Unidos renueva, como una tradición más, la llamada “guerra contra la Navidad”, es decir, el intento por parte de la élite progresista de borrar de estas fiestas todo rastro de su origen cristiano- LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
Lo que se celebra son “vacaciones”, “el solsticio de invierno” y así. Aquí, donde tenemos probablemente una de las izquierdas más cristofóbicas del planeta, el debate va a menos, en parte porque la mitad de los españoles a estas alturas debe de pensar que el 25 de diciembre nace Santa Claus, en parte porque las navidades, despojadas de todo tufo religioso, son fiestas ideales para la progresía. Sí: la progresía no cree en Dios, pero sí en los Reyes Magos o, si se prefiere, el gordo barbudo ese del traje rojo diseñado por los creativos de Coca- Cola.
La izquierda cree, lo que es lo mismo, en un Estado que deja en nuestros zapatitos todo tipo de prestaciones gratuitas y subvenciones varias. No hay que preguntarse de dónde sale todo ese dinero: es magia. Algo de los ricos, esos seres fabulosos que se están quedando con todo lo nuestro, o de endeudarse, que, con la frivolidad de una Escarlata O’Hara, la deuda acumulada ya la pensaremos mañana.
La economía no existe realmente: todo es cuestión de política. No sé ya la de artículos que he leído en la prensa progresista –El País, sobre todo– sobre “el fin de la política” y, en general, el lamento de que se haya dejado todo en manos de los mercados y vivamos un periodo de abandono de la vida pública en favor de “las grandes finanzas”. ¿Que el Estado en todos los países de la OCDE controla directamente en torno a la mitad del PIB (el 57%, en el caso francés) e indirectamente todo lo demás?
Oh, por Dios, eso es la realidad, que todo el mundo sabe que es fascista… Pulsos unilaterales Hablemos, pues, de fantasías. Como, por ejemplo, ese absurdo minué, ese patético kabuki de las negociaciones sobre el abismo fiscal norteamericano. “Los republicanos llevan al límite el pulso fiscal contra Obama”, abre El País. Naturalmente, un pulso es algo que llevan a cabo dos, de modo que tanto sentido tendría titular “Obama lleva al límite el pulso fiscal contra los republicanos”. Pero de este modo Obama queda como el salvador y los republicanos, como los malos de la peli.
Pero ninguna de las dos interpretaciones está a años luz de la realidad. “Estados Unidos se salva del abismo fiscal”, titula El País en su versión online. ¿Crisis del periodismo convencional, alguien? La verdad de verdad es que cualquier con dos dedos de frente sabe que este teatrillo de politicastros, con su solución de última hora, equivale a vaciar el océano con un dedal.
La idea de que una deuda elefantiásica que supera ya el PIB puede arreglarse mediante un acuerdo político es deliciosamente progresista: creer en Papá Noel es racionalismo estricto a su lado. Y, sin embargo, es el modo en que informan prácticamente todos los medios de comunicación. Cuando mis nietos me pregunten, mirando atrás, “¿cómo pudieron no darse cuente de algo tan obvio?”, les enseñaré los editoriales de El País. “La caída en el llamado abismo fiscal hubiera llevado a EE UU y al mundo a una nueva recesión. De ahí que el acuerdo en el Senado por una amplísima mayoría –a falta de una incierta ratificación por la Cámara de Representantes dominada por los republicanos– resulte positivo”. Sí, es el editorial de ayer de El País, “De un abismo a otro”, y que el supuesto diario de referencia español hable como si se hubiera salvado el tan cacareado abismo explica, por sí solo, la crisis de la prensa al uso.
La derecha es ilegítima Suso de Toro, en Eldiario.es, lo cuenta con esa ingenuidad que a veces adopta la izquierda en estos asuntos (“Annus horribilis (y 2)”) : “Así que ya pisábamos dos horas del primer día de 2013 cuando Obama y los suyos consiguieron cerrar la brecha de un inesperado abismo fiscal que por lo visto nos podría haber tragado a todos. Y hay que temerles, a los abismos fiscales y a los norteamericanos en general, porque además de estar armados son peligrosos: aún no hemos comprendido bien lo que nos hicieron hace unos años, con la quiebra de Lehman Brothers, pero fueron cosas muy malas y aún nos duele por todas partes”.
Muy, muy malas, Suso. De ahí que la conclusión podamos adivinarla aun antes de leerla, porque llevamos mucho oyéndola: “No habrá unidad ni diálogo social mientras gobiernen, así de simple. Y no habrá solución a los problemas de la sociedad española mientras no haya un nuevo Gobierno que abra de nuevo los diálogos sobre los que se levanta cualquier consenso democrático”.
El sueño de la sinrazón Ya saben todo es cosa de diálogo social, algo que sólo pueden hacer los rojos, que, para qué vamos a engañarnos son de verdad de la buena los únicos legitimados para gobernar. Todo consiste, al final, en dialogar tanto, tanto, que la realidad se esfume y podamos seguir viviendo como si no hubiera mañana. O como si pudiéramos seguir gastando indefinidamente a base de endeudarnos en unos mercados a los que decimos abiertamente que no vamos a pagar. Grandioso plan, afirmo.